martes, 26 de febrero de 2008

Sí importa el color del gato

Decepcionante. La izquierda mexicana, en uno de sus mejores representantes, no ha dejado de ser un acrítico supérstite de los mismos bocetos, la misma subcultura nacional-revolucionaria, el mismo colectivismo, los mismos símbolos, la misma pequeñez, el mismo conservadurismo del trasnoche, la misma mediocridad, la misma ignorancia, los mismos fetiches, el mismo miedo de cambiar.
El Club de Industriales es uno de los principales foros políticos y económicos de México. Allí las cosas pasan. Es una de las principales sedes para el México que piensa, que mira adelante, que participa. Acudo allí al menos dos veces por semana, para eso: pensar, conversar, participar, aprender.

Allí se presentó Jesús Ortega, aspirante a dirigir el PRD. Aplaudible fue su discurso inicial ante un público amplio, fundamentalmente empresarial, deseoso de escuchar a una izquierda civilizada. Habló de modernidad, tiempos nuevos, competitividad, apertura; de fomentar el empleo, contra los izquierdosos tradicionalistas dogmáticos que veían al trabajo subordinado como plusvalía explotada. Aceptó un iva generalizado, siempre y cuando fuese eficaz el impuesto sobre la renta; y criticó a la “derecha” que no sabe cazar ratones.

Citó: no importa de qué color sea el gato, siempre y cuando cace ratones, famosa expresión del sucesor de Mao, Deng Xiao Ping. El camarada Deng sí leyó a Confucio, y sí practicaba lo que decía: dio libertad a más seres humanos que nadie más en la historia de la humanidad. Así, si Ortega lo cita, ¿podrá ese precandidato liberar a sus compatriotas, enriquecerlos, ofrecer algo nuevo y apasionante? ¿Será líder del futuro, como lo ofrece?

Dúdolo. Cerca de la mitad de las preguntas se referían a una palabra muy usada hoy: petróleo. El presidente del Club, José Carral Escalante, le hizo una muy pertinente, aprovechando que Ortega había opinado que el petróleo no le pertenece al gobierno, y mucho menos al sindicato. Le pertenece a la nación. Y además, había criticado a los monopolios.

Propuso empresas que compitieran con el gran monstruo monopólico gubernamental-sindical llamado Petróleos Mexicanos. Que pudiéramos los nacionales apoyar lo que es de la nación. Que el mismísimo gobierno pudiera abrir otras empresas, una probablemente llamada “Hidrocarburos Nacionales”.

Tiene razón Pepe Carral; Pémex no figura en la Constitución ni nuestra ley fundamental manda que deba explotar el petróleo un solo organismo. Y la nación la componemos los nacionales, es decir, los mexicanos.

Las preguntas difíciles impelen a ciertos interrogados a imitar a las palomillas que revolotean alrededor del foco sin aterrizar en él, para evitar quemarse con una respuesta políticamente incorrecta o entrar en el incómodo terreno del compromiso. Las tangentes del círculo ofrecen la ventaja de patinar impunemente. Sin entrarle al asunto. Sin comprometerse. Y dan oportunidad de contradecirse; por ejemplo, defender que haya monopolios pero porque la Constitución los permite, siempre y cuando sean del gobierno. Muy bueno el gato, si la Constitución lo deja manco.

Y reconoce que Pemex no funciona ni enriquece a la nación. Es un nido sindical de ratas. Pero no hay que cambiar su status gubernamental y monopólico. Ni la mitología “revolucionaria” que tanto conocemos. Lo mismo. El mismo rollo. La misma corrección política. La misma teología laica. Los mismos, intocables tabúes profano-religiosos. Los mismos ataques –but of course— contra el “neoliberalismo”, ese conocido monstruo. El mismo esperpento, ese fantasmagórico espantajo, la misma maquinación mental que tanto ha atacado a la inerme raza de bronce.

Pepe Carral, desde el micrófono, dejó con todas sus letras explícitamente claro lo que a todos nos había quedado igual de claro: Jesús Ortega no respondió la pregunta.

Decepcionante. La izquierda mexicana, en uno de sus mejores representantes, no ha dejado de ser un acrítico supérstite de los mismos bocetos, la misma subcultura nacional-revolucionaria, el mismo colectivismo, los mismos símbolos, la misma pequeñez, el mismo conservadurismo del trasnoche, la misma mediocridad, la misma ignorancia, los mismos fetiches, el mismo miedo de cambiar. No abandona su tradición autoritaria, colectivista, simbólica, controlista, mitológica. No aprende. No conoce el mundo real, ése que avanza y aprende y se mueve sin que nuestra gloriosa estulticia le resulte relevante. No, no es esa la izquierda que México necesita. No, pero… ¿cuál otra hay? ¿La del Peje?

Y hay que cazar ratones. Claro. Pero siempre y cuando el gato no sea neoliberal.

Por Fernando Amerlinck

Post. RLB. Punto Politico.

martes, 19 de febrero de 2008

Narcoviolencia llegó al DF


Ya lo habían avisado. Ya se esperaba. Ya había indicios bastante serios. Pero nadie hizo algo para evitarlo. Y el DF, la ciudad de las esperanza gobernada por el PRD en función de los vicios corporativos del PRI, entró en la lista de ciudades afectadas por la narcoviolencia.

El gobierno capitalino puede culpar el gobierno federal de lo ocurrido. Que si es asunto federal, que cualquier cosa. Lo cierto es que en el DF se vive un escenario micropolítico de por qué el narcotráfico llega a apoderarse de una ciudad: el vacío político, económico, social y sobre todo de gobierno.
Los avisos fueron a tiempo. Las casas de seguridad de los narcos. El DF como territorio de paso de la droga.
Las narcotienditas. El aumento en el consumo. Es decir, todos los elementos que revelan la ruptura del tejido social y político de la capital de la república.
Marcelo Ebrard puede aventarle la culpa a quien quiera. Pero el gobierno de López Obrador falló en la cohesión interna y en la aplicación de medidas para evitar la consolidación de una estructura criminal en el DF. Es decir, fracasó el tejido social del PRD hecho gobierno. Lo grave es que Ebrard fue secretario de Seguridad Pública del gobierno de López Obrador. ¿No supo de la llegada de los narcos, no estableció vigilancia social para evitar que se estableciera, no recibió a tiempo las denuncias contra las primeras narcotienditas?
Nada hizo para evitarlo. Ahora el narco en el DF es un monstruo de mil cabezas, en una estructura de poder que rebasa -si no es que ha penetrado y cooptado- las estructuras policías y de seguridad. No pasa día en que no haya una banda de narcos detenida y en ella participe algún policía capitalino. Peor aún: el jefe del estado mayor de la policía judicial del DF, Ricardo McGregor, salió de la corporación bajo la sospecha de estar ligado con sicarios que querían asesinar al subprocurador federal José Luis Santiago Vasconcelos.

La lucha contra el narcotráfico no es sólo una responsabilidad de la PGR o del ejército, sino que involucra la corresponsabilidad de las autoridades locales.
Y sobre todo, de las estructuras políticas que tienen la obligación de blindar a la sociedad para evitar la penetración de las mafias de la droga.
La narcoviolencia llegó al DF.
El viernes estalló una bomba en las cercanías de Seguridad Pública capitalina. Lo de menos es interpretar el mensaje. Lo cierto y lo grave es que los gobiernos federal y capitalino han fracasado en mantener a la capital de la república blindada de los efectos nocivos del narcotráfico.
Ahora será demasiado tarde porque el narco ya se metió en los tejidos social, político, económico, de gobierno.
Por Carlos Ramírez
Post RLB. Punto Politico.

Carlos Fuentes vs Hugo Chávez

El escritor mexicano Carlos Fuentes calificó al presidente venezolano Hugo Chávez de "demagogo lloricón" sin rasgos redimibles, que le disgusta en su totalidad.

"Estuvo a punto de perder el poder. Se protegió en la iglesia. Lloraba. Es un hombre sin sustancia, un Mussolini tropical de cuarta. No tiene mucha importancia", dijo el intelectual en una entrevista con AP. "Me parece un demagogo lloricón".

Y reiteró que el sistema político de Venezuela no es socialismo sino fascismo.
"Mussolini con plátanos. Banana Mussolini", agregó.
Preguntado si el mandatario venezolano tenía algún rasgo redimible, Fuentes replicó: "Para mí, no, quizás para Dios, sí".
El autor de "La región más transparente" comparó al mandatario venezolano con Fidel Castro, a quien calificó de "hombre respetable".
"Uno es autentico, el otro es un farsante", apuntó diferenciando a los presidentes. "Uno no puede estar de acuerdo con Fidel, pero hay que respetarlo.... El otro es un improvisado... que no va durar mucho".
Fuentes, quien está en Los Angeles para participar por primera vez en un taller literario dado por una universidad mexicana en Estados Unidos, recalcó que le disgusta todo de Chávez, pero que no es nada personal.
"(Es la) función que (Chávez) cumple, su pretensión dictatorial, esta manía de dictador latinoamericano, de tipo autoritario, de distraer sus fracasos internos creando problemas exteriores", explicó.

Al mismo tiempo, criticó el culto a la personalidad que se le rinde al presidente venezolano.
"De eso vive Chávez, del culto a la personalidad", acotó.
Fuentes, quien en noviembre cumple 80 años, también fustigó al presidente estadounidense George Bush.
"Yo creo que el gran fracaso de la presidencia de Bush es que creyó que entraba a un mundo que iba a dominar... y ya vemos que no así", agregó. "Se les vino abajo el proyecto porque el mundo actual ya no admite una sola potencia".

Por Raul Lozano B

Post RLB. Punto Politico.

martes, 12 de febrero de 2008

Elecciones: no autonomía total / PRI y PAN en trampa de AMLO

Si se revisan a fondo las evidencias, el IFE de Luis Carlos Ugalde no falló en el conteo electoral. La crisis del organismo electoral estalló porque el candidato perredista López Obrador no respetó las cifras oficiales y anunció su victoria sin presentar ninguna prueba documental.

Por tanto, la reforma del organismo electoral y la designación de un consejero presidente avalado por el PRD sembraron las semillas de los próximos conflictos poselectorales. Los resultados válidos de las elecciones ya no saldrán del IFE ni del PRD sino de López Obrador.
Y como López Obrador ya anunció que será candidato presidencial en el 2012, con IFE o sin IFE, con Leonardo Valdés o sin Leonardo Valdés, el ganador de las próximas elecciones presidenciales será López Obrador o nadie. En caso de que no gane, desde ahora es de esperar no sólo un conflicto poselectoral violento sino que estallará lo que prepara desde ahora: una verdadera insurrección política con los grupos radicales que ha sumado para su causa.
El PRI y el PAN, por tanto, no midieron la desmesura de la reorganización del IFE ni menos aún calibraron el juego de López Obrador. En el 2012 se va a repetir el numerito: López Obrador --y no el IFE-- va a decir con cuántos votos ganó la presidencia. En el 2006, pese a tener copias de las actas con cifras oficiales, López Obrador anunció su victoria, recordó que su encuesta le daba 10 puntos porcentuales de ventaja y mandó a Martí Batres al Zócalo a decir que había ganado con 500 mil votos de ventaja que nunca probó.

Lo grave de todo fue la complicidad del PRD. Como partido en competencia, el PRD tenía en su poder las copias de todas las actas de las casillas. Con base en esas cifras, el partido del sol azteca debió de haber ofrecido sus cifras probadas, no las expectativas. Pero el PRD nunca ofreció las cifras de sus actas porque en ellas se acreditaba la derrota de López Obrador y la victoria de Felipe Calderón.
En este contexto, el PRI y el PAN tuvieron en las manos las posibilidades de una verdadera reforma del principal organismo electoral. Pero en lugar de perfeccionar sus funciones, los dos decidieron cederle al PRD la presidencia del IFE. Pero el problema de los conflictos poselectorales no se localizaba ya en la presidencia del IFE, al grado de que nadie pudo probarle a Ugalde el fraude electoral, sino en el comportamiento irracional de políticos que acuden a elecciones para imponer su victoria y no derivarla del conteo de los votos.
Y un poco como probadita de lo que viene, López Obrador no le otorgó credibilidad a la designación de Leonardo Valdés como consejero presidente del IFE a pesar de haber sido imposición de su partido. Por tanto, el papel de Valdés quedó sin validez porque el líder del partido que lo puso en esa posición no le otorgó siquiera el beneficio de la duda.
La estrategia de López Obrador está clara: ganar la presidencia de la república al margen de las instituciones electorales. Por eso se ha dedicado a organizar a los grupos radicales con el anzuelo de que va a ganar la presidencia en el 2012. Si la vuelve a perder, de nueva cuenta denunciará que fue víctima del sistema político en el cual, por cierto, participa su partido con un tercio de la presencia.
Por tanto, las elecciones presidenciales del 2012 se van a decidir en las calles y no en las urnas y menos en el Instituto Federal Electoral. De ahí que el PRI y el PAN hayan caído en el garlito del tabasqueño en lugar de analizar el escenario político en prospectiva si López Obrador no va a respetar al IFE. El PRI y el PAN perdieron la oportunidad de reorganizar a fondo el órgano electoral.
El PRD iba por su parte del pastel que le negaron en la última reforma electoral. El PRI y el PAN aprovecharon la oportunidad para imponer a consejeros con filiación de su partido. Pero la única manera de eludir la ambición de los partidos de recuperar el control sobre el IFE y su influencia sobre las elecciones era sacar a los partidos del instituto y crear una dirección ajena al reparto del pastel electoral entre los partidos. Es decir, un IFE con funcionarios profesionales y no consejeros impuestos por los partidos.
El IFE es el último de los dinosaurios electorales en donde los partidos son parte de los procesos electorales pero al mismo tiempo juegan como jueces de las contiendas electorales. La verdadera democracia electoral llegará cuando las elecciones las haga un organismo electoral independiente de los partidos y del gobierno.
¿Alguien se imagina a Bill Clinton como representante de su esposa en el organismo electoral norteamericano?
La ciudadanización absoluta del IFE es el único camino de la verdadera democracia electoral. Pero el PRI y el PAN no sólo aniquilaron la presencia ciudadana en el instituto sino que le entregaron al candidato presidencial López Obrador la calificación de las elecciones del 2012. Y no a través del representante perredista Leonardo Valdés, sino que será el propio López Obrador dirá quién ganó las elecciones, al margen de los votos contados en el IFE.
Por Carlos Ramirez.
RLB Punto Politico