jueves, 5 de abril de 2007

¡Socialistas las abejas!

Los humanos no podemos ser socialistas,
porque no tenemos lo que se requiere para lograrlo;
no tenemos cerebro de hormiga.
Nuestra naturaleza, nuestra información genética,
nos permite ser exitosos mediante
intercambios individualistas beneficiosos,
basados precisamente en la desigualdad.

A mis hermanos, hermanas y a muchos universitarios
que todavía creen en el socialismo.


Los científicos e investigadores que han prestado atención a las costumbres de los insectos sociales como abejas, hormigas, avispas y termitas se han impresionado ante la estrecha colaboración entre los individuos de una colonia, ante su laboriosidad,

devoción por el bienestar común y su aparente olvido de la individualidad propia.

Las observaciones sobre estos insectos efectuadas desde la antigüedad han permitido que los moralistas consideren la prudencia y abnegación de las abejas (Apis mellifera) y las hormigas (Linepithema humile) como ejemplos que el humano debiera de imitar. Sin embargo, avances recientes en el conocimiento de las diversas especies indican que la fuerte cohesión de cada individuo a la comunidad es, nada más y nada menos, que el resultado de su propia incompletitud. Es decir, su sentido de colaboración tiene su origen en el instinto de sobrevivencia que le indica al individuo la obligación de cumplir con su papel en el conjunto de la colonia como condición de vida.

De allí que el socialismo en estos animales es algo perfectamente lógico, está en la naturaleza, en la información genética de la especie. Hormigas y abejas son socialistas por naturaleza.

Si intentaran ser individualistas fracasarían, poniendo en riesgo la supervivencia de su especie. Por eso todos los sujetos se agotan hasta la muerte, muy rápidamente, en una vida anónima de la que no son conscientes.

Eso es socialismo. Y en esas especies ha funcionado perfectamente por millones de años. Los humanos no podemos ser socialistas, porque no tenemos lo que se requiere para lograrlo; no tenemos cerebro de hormiga. Nuestra naturaleza, nuestra información genética, nos permite ser exitosos mediante intercambios individualistas beneficiosos, basados precisamente en la desigualdad.

Intentar sociedades humanas antinaturales pone en riesgo nuestra supervivencia como especie, como ya quedó demostrado en el siglo pasado cuando decenas de millones de seres humanos fueron asesinados en la Unión Soviética en beneficio de una sociedad socialista que nunca se construyó.

Es bien sabido que en las antiguas repúblicas socialistas de Europa del Este o en las actuales como Cuba, Corea del Norte y Venezuela el "socialismo" es inculcado, indoctrinado, metido a fuerzas en las mentes de los habitantes. Sin embargo, estos aprenden pronto a diferenciar la realidad del mundo frente a la fantasía del paraíso socialista.

La realidad en la Cuba de hoy, por ejemplo, es que en el mercado negro existe el individualismo más salvaje el del “sálvese quien pueda”. La delación -sapeo entre los cubanos- a lo que se considere contrarrevolucionario o burgués no es de ninguna manera una conducta socialista, sino todo lo contrario y sin embargo es práctica corriente y generalizada como forma de sobrevivencia.

La razón, facultad que diferencia al hombre del resto de los animales, es la que identifica e integra la información captada por los sentidos, es la única herramienta del ser humano para percibir la realidad, su única fuente de conocimiento, su mejor guía para la acción y recurso básico para su desarrollo y bienestar.

El ser humano, todo ser humano, es un fin en sí mismo y no un medio para los fines de otros. El individuo debe de existir por su propio interés, sin sacrificarse él mismo por los otros pero sin sacrificar a los otros por su propia ventaja.

El actuar de acuerdo a su propio y racional interés y buscar su felicidad es el propósito irrenunciable de su vida.
Porque tenemos raciocinio somos seres humanos, no abejas, no hormigas.
Por Edgar Piña .
RLB Punto Politico.

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