miércoles, 3 de diciembre de 2008

Obama mucho más de lo mismo + Continuismo en crisis y seguridad

Aunque ha costado en entenderlo, en los Estados Unidos han llegado a la conclusión de que el verdadero secretario de Estado del gobierno de Barack Obama no será la señora Hillary Clinton sino el ex presidente Bill Clinton.


La gravedad del asunto no radica en los carismas ni en el hecho de que Obama haya logrado a dos cancilleres por el precio de uno, sino en la realidad de que Clinton fue uno de los presidentes que peor puso en riesgo la seguridad de los EU y que uno de sus pivotes de la popularidad internacional de Obama giró en torno a la dialéctica cambio-nuevo mundo y al compromiso de la próxima administración en Washington de construir una nueva diplomacia.

Hillary manda el mensaje de que en política exterior habrá más de lo mismo.
En este contexto, la designación de los equipos centrales de Obama ha causado no sólo decepción sino que ha dejado el mensaje de que no habrá cambio, que los EU seguirán en su camino de primera potencia mundial y que el nuevo presidente va a manejar el modelo carisma-discurso bastante gatopardiano de que las cosas van a cambiar… para que todo siga igual.
En una de las primeras evaluaciones horas después de la victoria, el ojo agudo de Otto Reich, subsecretario de Estado para América Latina de Bush y miembro del grupo de los neoconservadores, resumió en una frase el principal problema de Obama: no la crisis económica ni las guerras en el mundo sino la crisis de expectativas.
Obama se presentó como la figura del cambio, pero su equipo económico está diseñado para salvar al capitalismo y a sus corporaciones. No por menos, por ejemplo, su gabinete económico esté formado por figuras del pasado y muchas de ellas ligadas al Citicorp y a otras empresas quebradas por irregularidades. Con ellos no podrá definir y operar algún cambio en la economía de los EU y del mundo. Su tarea será la de salvar a las corporaciones y que éstas mantengan el empleo.
Ahora su equipo diplomático peca del mismo defecto: la defensa de los intereses imperiales del pasado. Los Clinton representan la cara seductora del stablishment militar-industrial. Hillary, como lo mostró en su campaña por la candidatura demócrata, es una política halcón, guerrerista. Y Clinton demostró en su presidencia la frivolidad del poder: en sus ocho años los EU padecieron cuando menos diez ataques del terrorismo islamista y Clinton sólo contestó para ocultar sus deslices con Mónica Lewinsky.
El otro indicio que dejó claro Obama al presentar a su aparato de política exterior fue reducirlo a la consideración de equipo de “seguridad nacional”. Es decir, Obama no dejó ningún indicio de querer modificar las relaciones exteriores de los EU basadas hasta ahora en las consideraciones militares y de hegemonía. El gobierno de Clinton prohijó el poder nuclear de Corea del Norte, el reforzamiento del terrorismo islámico y las masacres en países de Africa como Somalia.
La decisión de Obama de designar a Hillary Clinton como secretaria de Estado modificó los parámetros de la próxima administración. Obama desplegó en su campaña un discurso social de defensa del consumidor y de creación de una nueva diplomacia más social y menos guerrera. Pero sus designaciones han perfilado un equipo de salvamento del capitalismo y de reforzamiento de la visión de dominio hegemónico del mundo.
Una columna de Ward Harkavy en The Village Voice, el semanario progresista de Manhattan en Nueva York, reveló que Hillary Clinton trabajó para la empresa Wal-Mart y representó sus intereses cuando era esposa del gobernador de Arkansas, pero que llevó esos intereses a la Casa Blanca. De ahí que la red de compromisos de los Clinton vaya a entorpecer la gestión diplomática de Obama, además de desviarlo de su compromiso de modificar la línea imperial de los EU.
Nadie como Barbara Olson, analista crítica que murió en uno de los vuelos secuestrados el 11 de septiembre de 2001, para revisar el pasado de los Clinton. En su libro The final days. The last, desperate abuses of power by the Clinton White House, Olson cuenta con datos precisamente el ejercicio monárquico del poder de los Clinton.

Por ejemplo, revela la forma en que Bill Clinton perdonó la prisión al empresario Marc Rich, que dio millones de dólares a las campañas, a cambio de dinero. Pero Rich representa una red de intereses extranjeros --Cuba, Libia y otros-- que se van a hacer presentes ahora con Hillary en el Departamento de Estado.

También cuenta la corrupción en la Casa Blanca con los regalos al terminar, a partir del principio de los Clinton de que “si no está clavado, llévatelo”. Y Olson recoge la referencia racista de Hillary a un operador de la campaña de 1992: “fucking jew bastard”, algo así como “pinche judío bastardo”.
Y queda la denuncia del ayudante militar de Bill Clinton, teniente coronel Robert Buzz Patterson: en un viaje a Holanda de los Clinton y su comitiva en 1997, la política exterior de los EU quedó manchada: los visitantes se robaron no sólo todo el licor, sino los envases de cristal y la loza, se quejó un asistente militar holandés.
Pero sobre todo queda el hecho de que Obama no contrató en Hillary a una diplomática sino a un manojo de intereses imperiales.

Por Carlos Ramirez

Post RLB Punto Politico.

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