Si se revisan a fondo las evidencias, el IFE de Luis Carlos Ugalde no falló en el conteo electoral. La crisis del organismo electoral estalló porque el candidato perredista López Obrador no respetó las cifras oficiales y anunció su victoria sin presentar ninguna prueba documental.
Por tanto, la reforma del organismo electoral y la designación de un consejero presidente avalado por el PRD sembraron las semillas de los próximos conflictos poselectorales. Los resultados válidos de las elecciones ya no saldrán del IFE ni del PRD sino de López Obrador.
Y como López Obrador ya anunció que será candidato presidencial en el 2012, con IFE o sin IFE, con Leonardo Valdés o sin Leonardo Valdés, el ganador de las próximas elecciones presidenciales será López Obrador o nadie. En caso de que no gane, desde ahora es de esperar no sólo un conflicto poselectoral violento sino que estallará lo que prepara desde ahora: una verdadera insurrección política con los grupos radicales que ha sumado para su causa.
El PRI y el PAN, por tanto, no midieron la desmesura de la reorganización del IFE ni menos aún calibraron el juego de López Obrador. En el 2012 se va a repetir el numerito: López Obrador --y no el IFE-- va a decir con cuántos votos ganó la presidencia. En el 2006, pese a tener copias de las actas con cifras oficiales, López Obrador anunció su victoria, recordó que su encuesta le daba 10 puntos porcentuales de ventaja y mandó a Martí Batres al Zócalo a decir que había ganado con 500 mil votos de ventaja que nunca probó.
Lo grave de todo fue la complicidad del PRD. Como partido en competencia, el PRD tenía en su poder las copias de todas las actas de las casillas. Con base en esas cifras, el partido del sol azteca debió de haber ofrecido sus cifras probadas, no las expectativas. Pero el PRD nunca ofreció las cifras de sus actas porque en ellas se acreditaba la derrota de López Obrador y la victoria de Felipe Calderón.
En este contexto, el PRI y el PAN tuvieron en las manos las posibilidades de una verdadera reforma del principal organismo electoral. Pero en lugar de perfeccionar sus funciones, los dos decidieron cederle al PRD la presidencia del IFE. Pero el problema de los conflictos poselectorales no se localizaba ya en la presidencia del IFE, al grado de que nadie pudo probarle a Ugalde el fraude electoral, sino en el comportamiento irracional de políticos que acuden a elecciones para imponer su victoria y no derivarla del conteo de los votos.
Y un poco como probadita de lo que viene, López Obrador no le otorgó credibilidad a la designación de Leonardo Valdés como consejero presidente del IFE a pesar de haber sido imposición de su partido. Por tanto, el papel de Valdés quedó sin validez porque el líder del partido que lo puso en esa posición no le otorgó siquiera el beneficio de la duda.
La estrategia de López Obrador está clara: ganar la presidencia de la república al margen de las instituciones electorales. Por eso se ha dedicado a organizar a los grupos radicales con el anzuelo de que va a ganar la presidencia en el 2012. Si la vuelve a perder, de nueva cuenta denunciará que fue víctima del sistema político en el cual, por cierto, participa su partido con un tercio de la presencia.
Por tanto, las elecciones presidenciales del 2012 se van a decidir en las calles y no en las urnas y menos en el Instituto Federal Electoral. De ahí que el PRI y el PAN hayan caído en el garlito del tabasqueño en lugar de analizar el escenario político en prospectiva si López Obrador no va a respetar al IFE. El PRI y el PAN perdieron la oportunidad de reorganizar a fondo el órgano electoral.
El PRD iba por su parte del pastel que le negaron en la última reforma electoral. El PRI y el PAN aprovecharon la oportunidad para imponer a consejeros con filiación de su partido. Pero la única manera de eludir la ambición de los partidos de recuperar el control sobre el IFE y su influencia sobre las elecciones era sacar a los partidos del instituto y crear una dirección ajena al reparto del pastel electoral entre los partidos. Es decir, un IFE con funcionarios profesionales y no consejeros impuestos por los partidos.
El IFE es el último de los dinosaurios electorales en donde los partidos son parte de los procesos electorales pero al mismo tiempo juegan como jueces de las contiendas electorales. La verdadera democracia electoral llegará cuando las elecciones las haga un organismo electoral independiente de los partidos y del gobierno.
¿Alguien se imagina a Bill Clinton como representante de su esposa en el organismo electoral norteamericano?
La ciudadanización absoluta del IFE es el único camino de la verdadera democracia electoral. Pero el PRI y el PAN no sólo aniquilaron la presencia ciudadana en el instituto sino que le entregaron al candidato presidencial López Obrador la calificación de las elecciones del 2012. Y no a través del representante perredista Leonardo Valdés, sino que será el propio López Obrador dirá quién ganó las elecciones, al margen de los votos contados en el IFE.
La ciudadanización absoluta del IFE es el único camino de la verdadera democracia electoral. Pero el PRI y el PAN no sólo aniquilaron la presencia ciudadana en el instituto sino que le entregaron al candidato presidencial López Obrador la calificación de las elecciones del 2012. Y no a través del representante perredista Leonardo Valdés, sino que será el propio López Obrador dirá quién ganó las elecciones, al margen de los votos contados en el IFE.
Por Carlos Ramirez.
RLB Punto Politico
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