Con “mecate corto” a AMLO y al PRD
Aunque mete en problemas al gobierno de Felipe Calderón cada vez que habla, la tarea del ex presidente Vicente Fox radica en enloquecer a Andrés Manuel López Obrador y al PRD. Y, como se ven las cosas, ya consiguió su objetivo.
Como lo hizo en la segunda mitad de su sexenio, Fox ha sabido tocar los resortes de la sicología perredista. El desafuero fue una derrota parcial para Fox porque no pudo encarcelar a López Obrador, pero lo obligó a adelantar su estrategia populista de movilización de masas. A pesar de que lo tachan del presidente “más tonto” de la historia de México, Fox ya le tomó la medida a López Obrador y al PRD y los convirtió en sus interlocutores.
Como lo hizo en la segunda mitad de su sexenio, Fox ha sabido tocar los resortes de la sicología perredista. El desafuero fue una derrota parcial para Fox porque no pudo encarcelar a López Obrador, pero lo obligó a adelantar su estrategia populista de movilización de masas. A pesar de que lo tachan del presidente “más tonto” de la historia de México, Fox ya le tomó la medida a López Obrador y al PRD y los convirtió en sus interlocutores.
En este contexto, Fox ha decidido traer con “mecate corto” a López Obrador y al PRD, cuando la amenaza era al revés: que el tabasqueño mantuviera sitiado al gobierno de Calderón. En las últimas semanas Fox logró sacar de sus casillas a los perredistas y los colocó no en el escenario de los debates de ideas, sino de las confrontaciones de violencia verbal que le han dado muchos dolores de cabeza a López Obrador y a sus asesores.
El ambiente de la disputa, a pesar de las reacciones anímicas, es de proyectos. Fox y el PAN nacional --ahora con la presidencia de la democracia cristiana continental-- se dieron la tarea de abrir un debate internacional contra el proyecto populista que encabeza el presidente venezolano Hugo Chávez y en el que ubican a López Obrador. Pero la reacción perredista ha sido la del insulto y la descalificación.
Al colocarse como un polo de atracción, Fox logró quitarle puntos de fricción al gobierno de Calderón. Inclusive, el propio Calderón se ha hecho a un lado para esquivar los rebotes de los dardos perredistas que quieren reabrir la polémica sobre las elecciones presidenciales del año pasado. La demanda penal del PRD contra Fox por su declaración del desquite no va dirigida contra el ex presidente sino contra Calderón.
El PAN tiene, además, la estrategia de evitar las campañas contra Fox. Y no porque sea su mejor carta política, sino porque el panismo está decidido a evitar a toda costa que el primer presidente de la república salido del PAN pueda ser enjuiciado por irregularidades. Fox se convirtió en la bandera del PRI y del PRD para minar las posibilidades panistas en las legislativas del 2009 y en las presidenciales del 2012.
La lógica del PAN no es difícil de entender. El PRI ha llegado hasta la ignominia para impedir cualquier enjuiciamiento de algún presidente de la república salido de sus filas. Y vaya que su tarea ha sido no sólo titánica sino a costa del desprestigio creciente de la credibilidad del partido. Y lo mismo hace el PRD al tapar todas las irregularidades y justificar todas las locuras de López Obrador, sin duda su única --y maltrecha-- carta política nacional.
Por tanto, el caso Fox tiene dos vertientes: de un lado, los pasivos sicológicos de un político víctima de la neurosis del micrófono y de una verdadera enfermedad de Munchausen --síndrome de enfermedades inventadas para atraer la atención de los doctores-- que quiere seguir en los medios; pero de otro, el papel provocador de Fox para mantener a raya a López Obrador y a los perredistas, sacarlos de sus casillas y provocar confrontaciones de violencia verbal que dañan la credibilidad del PRD.
El PAN pareció entender la lógica del conflicto de proyectos en América Latina. En la campaña presidencial del año pasado, Cuba y Venezuela violaron la soberanía mexicana y se metieron de lleno en el proceso electoral para apoyar y apuntalar a López Obrador. Y no tanto por ayudar a México, sino por colocar en la frontera con los Estados Unidos a una posición radical de confrontación.
Lo grave de esta estrategia no fue el hecho de que López Obrador tuviera el derecho de competir y la posibilidad de ganar, sino que Fidel Castro y Hugo Chávez buscaron involucrar a México en el conflicto ideológico de una guerra fría superada por la derrota de la URSS.
En este escenario tiene Vicente Fox un espacio importante. Con todo y sus locuras, Fox representa una figura política que derrotó al PRI y más tarde le ganó la presidencia a López Obrador y al PRD. Aún a regañadientes, altas figuras panistas tienen claro que la figura de Felipe Calderón no fue suficiente para ganar las elecciones y que en realidad la presidencia la perdió López Obrador por el miedo a una opción populista, radical y caótica como la que presentó el perredismo el año pasado.
La tarea panista en los años que vienen será la de atajar la recomposición de López Obrador y del PRD. Por eso el PAN tomó la decisión de usar a Fox para un marcaje personal a López Obrador. Y ahí tocaron el resorte más sensible: basta que Fox diga algo para que los perredistas y López Obrador brinquen de sus asientos y lleven la política a la estridencia del insulto. Los panistas han entendido lo que los perredistas se niegan a aceptar: la violencia verbal de López Obrador fue el detonador de su derrota.
El panismo ya le tomó la medida al perredismo: la política es pasión pero debe estar alejada de las pasiones. Y en López Obrador y los perredistas, la política son pasiones descontroladas.
Por Carlos Ramirez.
RLB Punto Politico.
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