lunes, 12 de enero de 2009

¿Plan anti-crisis?

El plan de Calderón es paternalista y dista de ser la solución. La solución es más austeridad del gobierno, menos impuestos para los contribuyentes y más facilidad para hacer negocios. Lo demás es pura demagogia keynesiana.

Se anunció recientemente el plan calderonista anti-crisis. Prácticamente ha sido bien recibido por la oposición, periodistas, analistas y académicos. Se trata de un plan que hace énfasis en el gasto público intensivo con el fin de paliar los efectos de la crisis financiera de EU.

Perdone el lector que parezca que siempre la haga de “Contreras,” pero un plan anti-crisis (¿de verdad crisis como en 82 ó 95?) apoyarse en gasto público deficitario, en especial por el negro historial del gobierno mexicano en esta materia. A continuación esgrimiré argumentos para no caer en el uso del hígado y sí en el del cerebro.

Cuando un gobierno gasta y gasta, termina por caer en déficit fiscal. La acumulación del mismo desemboca en deuda pública. La consecuencia más directa de la deuda pública es que impone una carga a las futuras generaciones de contribuyentes (sus hijos amigo lector). Cuando vencen estas deudas y los intereses acumulados, los futuros contribuyentes se encuentran ante una difícil elección: pagar unos impuestos más altos, disfrutar de un gasto público menor ó ambas cosas a la vez con el fin de disponer de suficientes recursos para devolver la deuda y los intereses acumulados. El déficit fiscal disminuye el bienestar de las futuras generaciones.

Pero el efecto del déficit fiscal no sólo se circunscribe al empobrecimiento de las futuras generaciones. Hay otros efectos colaterales muy dañinos. El déficit fiscal reduce la disponibilidad del ahorro nacional (suma de ahorro privado y público). La reducción del ahorro nacional provoca un alza en las tasas de interés reales, lo que ocasiona que la inversión caiga. La reducción de la inversión provoca con el paso del tiempo una disminución del stock de capital. Esta disminución del stock de capital reduce la productividad del trabajo, lo que le pega a los salarios reales y a la producción de bienes y servicios de la economía. Por lo tanto, cuando un gobierno se endeuda, las futuras generaciones pierden bienestar, pues nacen en un país en donde los ingresos son más bajos y los impuestos más altos.

La evidencia de mi argumento tiene sólida evidencia empírica. Sin embargo, hay economistas que difieren. Estoy hablando de los neo-keynesianos, que hoy asesoran al gobierno mexicano. Para los neo-keynesianos, no existe un “día final” en donde se tenga que pagar de un jalón la deuda pública. Argumentan que la deuda evoluciona también con el producto (PIB), que en la medida en que éste último crezca más que la misma deuda, el efecto para las generaciones futuras es menor.

Bueno, de entrada ya es bienvenido el hecho de que los neo-keynesianos acepten que hay un efecto negativo intergeneracional (a diferencia de los keynesianos puros que equivocadamente se escondían en la frase de “en el largo plazo todos estaremos muertos”). El punto es que lo siguen minimizando.

El problema es que esta visión forma parte de los economistas que sólo juzgan “lo que se ve.” No aprecian, como acertadamente señalaba el gran liberal Bastiat, “lo que no se ve.” El sólo hecho de que exista deuda pública implica un alto costo de oportunidad para la sociedad. En primer lugar porque el gobierno jamás asigna los recursos obtenidos por deuda en forma óptima. Mucha de esta deuda va a parar en el pago de pensiones a burócratas y en el mantenimiento mismo de la burocracia en el poder. La asignación de recursos del gobierno es siempre inferior a la asignación de los particulares (¿ó acaso cree el lector que un burócrata desde un escritorio conoce mejor sus necesidades y la de su familia?). En segundo lugar y no menos importante, es que así como se aprecia que no hay un “día final” para la deuda, tampoco lo hay para los impuestos, que suben y bajan en el tiempo dependiendo de quién ocupe el poder. En México, la derecha en el gobierno federal se está comportando de manera igualmente irresponsable que la izquierda, de ahí su terquedad en no sólo no bajar los impuestos, sino de subirlos respecto del año anterior. Los impuestos son una verdadera carga cuyo costo de oportunidad se traduce en menor ahorro, consumo e inversión de la sociedad. Eso no lo quieren ver los tercos neo-keynesianos.

Por ejemplo, al día de hoy los europeos han visto mermado su nivel de vida (los jóvenes) debido no sólo a mercados laborales rígidos, sino también a los altos impuestos que sirven para financiar no sólo a la burocracia parasitaria, sino al oneroso estado de bienestar, que redunda en menor inversión y por tanto en menor generación de riqueza. Antes de esta crisis mundial, para la mayoría de los jóvenes europeos el desempleo era cosa rutinaria. Ahora la cosa estará peor.

Se puede entender que en una guerra ó en una devastadora depresión (que no es para nada el caso de la actual crisis), el gobierno incurra en un déficit fiscal temporal. Nada que ver esto con el contexto nacional.

La solución del gobierno calderonista fue la más fácil, la vía del derroche fiscal. Y lo peor, me parece que están cayendo en medidas populistas, no temporales sino permanentes. Decía Milton Friedman que no hay subsidio más permanente que uno que empieza de manera temporal. Va a ver el lector qué difícil va a ser políticamente, una vez pasado lo peor de la crisis, que el gobierno descongele el precio de varios de los energéticos que hoy ofrece a la industria. Sólo véase el caso de los pescadores.

Si Calderón no quería quedarse con los brazos cruzados ante la crisis, era más correcto desaparecer el ISR y fijar el IETU por abajo del 15%. Ah, pero eso es peligroso, argumenta el gobierno, pues este año la recaudación caerá, lo que aumentaría el déficit fiscal. A ver, si el gobierno sabe que la recaudación caerá, para que demonios Calderón insiste en sus populismos de crear -y con ello gastar más los recursos escasos del contribuyente- más escuelas, más universidades, más hospitales. Ya de por sí hoy es onerosa e ineficiente la burocracia educativa y médica como para seguir engordando al elefante (tal vez el lector recuerde que en el patético concurso del trámite más burocrático, el triunfo se lo llevó una práctica del seguro social; Calderón quiere crear más hospitales que sólo serían igual de burocráticos).

Y lo peor, ahí está ya el Secretario de Hacienda y los desmemoriados periodistas alabando que “al fin se vuelve a rescatar el estratégico papel de los bancos de desarrollo.” Me dan ganas de hacer el gesto que en Colombia realizó un popular alcalde de Bogotá.

Más historia Secretario y periodistas corifeos, la banca de desarrollo ha sido un verdadero lastre para México, que lejos de ser la solución para las pequeñas empresas, se ha convertido en fuente de ineficiencia, donde impera el no pago y la corrupción. Recuerde el lector las numerosas veces en que se refunda y reestructura la banca de desarrollo. La banca de desarrollo en México lejos de ser una solución, ha sido una pesada carga para el contribuyente. Así que no me vengan con que ahora sí van a cumplir. No me grillen que no nací ayer.

Más se haría por la pequeña empresa facilitando y disminuyendo la pesadísima carga burocrática (cuotas del IMSS, impuestos a nóminas, liquidaciones prohibitivas) que enfrentan.

Por cierto, la solución no es dirigirse tampoco “al mercado interno,” eso es una verdadera estupidez económica. En economía abierta no hay diferencia entre lo “interno y lo “externo.” Hay en todo caso empresas que producen bienes comerciables interna ó externamente, pero en todo caso y momento hay dependencia del comercio internacional. Y eso es lo mejor para el consumidor y las empresas que adquieren bienes e insumos del exterior a bajo costo. Los concanacos y canacintros quisieran que la economía se cierre, para que como pericos repitamos “lo hecho en México está bien hecho.” Esos estúpidos nacionalismos sólo le dejaron el mercado a oligopolios nacionales ineficientes que sólo expoliaban al consumidor con bienes caros y de pésima calidad. Nuevamente historia señores. Más libre comercio y menos proteccionismo.

Políticamente puedo entender que el gobierno destine un poco más de subsidios a los más pobres y canalice recursos a infraestructura, pero debe quedar claro que esto no es la solución a los problemas de desarrollo que enfrenta México. Si México quiere paliar la crisis la solución no es descuidar el equilibrio fiscal (que por cierto para este año, definitivo, será mayor al 1.8% del PIB proyectado por el gobierno). Ya el próximo año estaremos más endeudados interna y externamente, por lo que para quien esto escribe no es motivo alguno de festejo.

El plan de Calderón es paternalista y dista de ser la solución. La solución es más austeridad del gobierno, menos impuestos para los contribuyentes y más facilidad para hacer negocios. Lo demás es pura demagogia keynesiana.

Por Godofredo Rivera.

Post RLB Punto Politico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario