Así que Ebrard va a probar hoy que el DF sigue siendo la capital de las prácticas priístas: adoración, cero crítica, acarreos, porras, sumisión política. El México del PRI ha convertido los 17 de septiembre en el DF en el
“Día del Monarca-Jefe de gobierno del DF”. EL PRD reintrodujo en el DF los protocolos priístas que el PRD le ha negado al PAN pero que le permite y fortalece a los gobernantes perredistas.
Y como cereza del pastel priísta, la campaña de propaganda de Ebrard con motivo de su informe no sólo rebasó la de Calderón sino que aparece peor que la de Vicente Fox. No sólo se trata de los millones de pesos en una ciudad agobiada por la pobreza y el desempleo y las promesas incumplidas, sino que ahora el fondo es más complicado: el tono monárquico de Ebrard.
Los spots de Ebrard se basan en la frase
“Yo estoy trabajando”. Pero no se trata del yo inmerso en el nosotros, sino del yo como egotismo, es decir, la “tendencia a supervalorar, de un modo bastante obvio, las propias acciones”.
Todos los spots enfatizan el
“Yo estoy trabajando”. No el gobierno, no la sociedad, no las instituciones. No. Se trata de él, del
“Yo, Marcelo” que proyecta, multiplicado el estilo priísta tradicional, el culto a la personalidad. Las obras hay que agradecérsela no al PRD que le alquiló la franquicia para las elecciones, tampoco a los perredistas que rellenaron urnas con acarreados, ni a la manipulación de los programas de la Secretaría capitalina de Desarrollo Social.
Es el yo por el Yo. Se trata del Yo ebradista de Luis XIV, el Rey Sol que magnificó Voltaire, resumido simbólicamente, en una frase acreditada pero no probada, que
“El Estado soy yo”. Sí, Ebrard es el Estado en el DF.
Es el Yo del culto a la personalidad, como en el PRI de antes en donde todo giraba en torno al Yo Presidente de la República, el Yo de Luis XIV como el representante de la monarquía absolutista perredista en el DF. Por eso las obras que anuncian los spots de Ebrard no hay que agradecérselas al nosotros capitalino --el gobierno, la sociedad, el PRD, la oposición que juega un papel-- sino al Yo absolutista, personal, al Rey Sol Capitalino, el Yo Ebrard.
“Yo sigo trabajando”, repite Ebrard, mandando, dialécticamente, un mensaje subliminal: no el PRD de los conflictos, de los plantones, de los acarreos. No el perredismo lopezobradorista que le pesa como lastre. No. Se trata del Yo absolutista: el DF se sostiene gracias al Yo Ebrard, no a una sociedad dinámica, plural.
Los electores votaron, en la misma elección que ganó Felipe Calderón, por un gobernante republicano para el DF, estadista, plural, no por un monarca que reine sentado en su trono del Yo.
“Yo sigo trabajando”, repite Ebrard en los cientos de millones de pesos en propaganda. Y no para promover la acción de un gobierno, sino para exaltar el Yo de una persona, el Yo que dice que es el único que trabaja en la ciudad y en el país, cuando buena parte de la obra ha sido posible por el apoyo federal. El Yo presidencial del 2012.
No, en el DF no existe un gobernante republicano. Tampoco un proyecto de partido político. Menos la dinámica de grupos sociales. No, en el DF gobierna Yo, Marcelo, el Monarca del absolutismo personalista. En el DF sólo existe el Yo del gobernante que anula a la sociedad, que la desprecia y que la coloca por abajo, como una sociedad complaciente, una sociedad de acarreados.
Es el Yo priísta que heredaron los perredistas priízados. O más bien, que llevaron al PRD los priístas que se salieron del PRI porque había desparecido la monarquía presidencial y transformaron al PRD en el PRI del siglo XXI. Ahí está, por ejemplo, López Obrador y su caudillismo de acarreo, de sumisiones acríticas, del
“rayito de esperanza”, del Caudillo que gusta de la adoración, del endiosamiento, de las manifestaciones histéricas, del confeti del priísmo que no falta en sus giras como Presidente Caudillo, Presidente Salvador, Presidente Monarca.
El Yo de Ebrard es la definición de una propuesta:
“Yo estoy trabajando”; ergo, sólo Yo puedo sacrificarme por los mexicanos sumisos, priístas, agachones. Y qué mejor si para ello utiliza el cascarón de un PRD inexistente. Los primeros irritados con el Yo de Ebrard debieran ser los perredistas. Pero no. El PRD en el DF no existe. Su dirigente Alejandra Barrales, una imposición burda de Ebrard, tampoco existe.
Si los capitalinos creyeron que se habían desembarazado del PRI, ahora ven que no: primero con el priísta López Obrador que hoy está rodeado de priístas; y ahora el priísta Marcelo Ebrard y su exaltación del Yo priísta del culto a la personalidad. En la cultura priísta, el Yo era clave para la formación del sistema piramidal.
El Yo de Ebrard en sus spots es el Yo de Luis XIV y su Estado soy yo, ese absolutismo que fue aplastado por la revolución francesa que derrocó a Luis XVI. Por Carlos Ramirez.
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