jueves, 4 de septiembre de 2008

Pobreza-seguridad, mito genial - Muñoz y Camacho, delincuentes

De hacer caso a la tesis de López Obrador de que la delincuencia es producto de la pobreza, entonces los secuestradores atrapados el martes por la policía federal son víctimas del Fondo Monetario Internacional y deberían ser liberados, aunque quizá con un regaño de por medio. Asimismo, los desalmados que secuestraron al niño y de cuya madre Laura Martínez se burló Marcelo Ebrard deberían ser perdonados e inclusive indemnizados porque el gobierno no pudo darle bienestar y esa circunstancia los obligó a convertirse en secuestradores y torturadores de menores de 12 años.
De darle credibilidad a la tesis de López Obrador de que la impunidad es el huevo de la serpiente de la delincuencia, entonces él mismo, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís y José Agustín Ortiz Pinchetti deberían ser indiciados como delincuentes porque están convocando a los ciudadanos a romper la ley y derrocar al presidente legítimo y constitucional de México, Felipe Calderón.
Y de creer el discurso sobre seguridad del candidato perredista perdedor, entonces Marcelo Ebrard debería ser destituido inmediatamente como intendente lopezobradorista --“pelele”, en el lenguaje del tabasqueño, digno de la Academia de la Lengua-- por contradecir la voz al caudillo: según cifras oficiales de la procuraduría del DF, la tasa de delitos de fuero común en la capital de 2003 a 2006 de López Obrador bajó 13% y con un promedio de PIB de 2.3%, en tanto que en apenas año y medio esa cifra aumentó 30% en el periodo que lleva Ebrard como jefe de gobierno pero con un PIB de 3% promedio.
Por tanto, alguno de los dos miente: o la tesis de López Obrador está jalada de los cabellos --para usar un argumento de la ciencia económica reconocido por el Comité Nobel de Economía-- y la delincuencia no está relacionada con el crecimiento y la riqueza o la realidad revela simple y llanamente la incompetencia de Ebrard para aprovechar el ritmo de crecimiento,
El asunto tiene otra derivación. López Obrador y sus seguidores señalan a la impunidad como el origen de la inseguridad. La impunidad, según el Diccionario de Juristas de Juan Palomar de Miguel, es “la falta de castigo”. Y nadie pude ser llamado el Rey de la Impunidad más que López Obrador: su liderazgo populista ha sido fincado en la violación de la ley y la ausencia de castigo. Ahora mismo López Obrador y su junta de gobierno están convocando a romper la ley y derrocar al presidente Calderón.
La impunidad es correlativa a la complicidad. Y lo mismo vale para las locuras ilegales de López Obrador, que para la incompetencia federal para limpiar las policías y dejar indicios justamente de relación. Y es igualmente deleznable que policías federales formen parte del crimen organizado, que dirigentes sociales convoquen a romper el Estado de derecho por la sencilla razón de que el rayito de esperanza no quiere aceptar que perdió las elecciones presidenciales del 2006.
La tesis sobre política y seguridad debería ser otra: mientras haya autoridades y políticos que se nieguen a cumplir la ley y operen por encima de la ley, la seguridad pública seguirá hundiéndose en el pantano del fracaso. Y mientras los gobiernos digan manteniendo el modelo priísta de policía para el control-tolerancia social, la inseguridad seguirá aumentado.
La piratería es un ejemplo: los gobiernos del DF han avalado a los ambulantes que venden piratería, pero nada hacen para detener a las mafias. La razón: la incapacidad para absorber con empleo a los ambulantes. Pero en lugar de pugnar por la creación del empleo, Ebrard alentó el desempleo con un seguro para desempleados. Y Ebrard promovió el aborto pero nada hizo contra los violadores y las violaciones han aumentado 27% durante sus meses de gestión.
El problema de la seguridad en el DF es de coartadas. Ebrard podrá echarle la culpa a quien desee, escabullirse cómicamente por la puerta trasera del consejo nacional de seguridad pública para no saludar al presidente de la república que ya reconoció y burlarse de las madres de los secuestradores. Y podrá echar la culpa a todos los demás para politizar la crisis de seguridad pública. Sin embargo, las cifras hablan: los delitos en el DF han aumentado nada menos que 30% en los 18 meses de gobierno de Ebrard. Y la ciudad de México es el paraíso de los secuestradores porque son enfocados como víctimas de la política económica neoliberal y no como delincuentes.
Lo grave es el desprecio a la ciudadanía que han demostrado las autoridades del DF.
Ante el secuestro del menor de 12 años cuyo rescate fue entregado durante la marcha del sábado 30, Ebrard contestó: “pues que denuncie”. Y si el clamor es por los secuestros, el gobierno del DF ha sido pasivo: de la reunión del CNSP al lunes, en el DF se denunciaron un promedio de 2.5 secuestros diarios.
El país podría reencontrar el camino de la seguridad cuando los políticos sean los primeros en cumplir la ley. Porque ahí está el huevo de la serpiente de la impunidad que luego aprovechan los delincuentes.
Por Carlos Ramirez.
Post. RLB. Punto Politico.

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