Si Porfirio Muñoz Ledo está repitiendo la Operación Chipinque de la ultraderecha para derrocar al presidente de la república, Manuel Camacho Solís ha comenzado a reutilizar el mecanismo de inestabilidad política de 1994 para crear un clima en el que ocurrió el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Camacho es un experto en desestabilizaciones. Como en 1994, hoy tira la piedra y esconde la mano. Sus amenazas de “movilizaciones y enfrentamientos” si el método democrático en el Senado llega a dictaminar la reforma energética es parte de la estrategia golpista de Muñoz Ledo sustentada en su tesis contra Calderón: “no hay de otra; Calderón no va a terminar”.
El ambiente de descomposición política de estos días es similar al de 1994. La crisis de 1994 comenzó con el berrinche de Camacho porque su amigo Salinas no le entregó por dedazo la candidatura presidencial. Eso sí, Camacho aceptó el cargo de secretario de Relaciones Exteriores. Y luego inventó el cargo de comisionado para la paz sin sueldo, pero no por generosidad sino para ponerse a la espera de que Salinas le quitara la candidatura a Colosio y se la diera a él. Eso sí, Camacho se movió con dinero oficial.
De diciembre de 1993 a marzo de 1994, Camacho se convirtió en un factor de inestabilidad política y de debilitamiento de Colosio. Jaló a los medios, se auto erigió en el héroe de la paz, manipuló a los zapatistas para que pidieran lo que él ya había decidido ceder de antemano y se puso como noticia nacional por encima de Colosio. Salinas, molesto por la independencia de Colosio, estimuló el juego perverso de Camacho. La intención de Camacho fue buscar la candidatura presidencial sustituta. Y para ello utilizó su tarea como negociador de la paz.
Así como a Muñoz Ledo hay que abrirle un expediente judicial por su papel en el primer círculo del poder de Díaz Ordaz y Echeverría que tomó la decisión de la represión, así a Camacho hay que reabrirle el expediente del clima de desestabilización política de 1994 que tuvo su momento espectacular con el asesinato de Colosio. Ciertamente que los climas políticos no matan, pero Camacho se convirtió en el peor obstáculo de la campaña de Colosio. Y en ese ambiente ocurrió el magnicidio.
Como asesor político de López Obrador y miembro de la dirección política del Frente AMLO, Camacho está reproduciendo el modelo de 1994: declaraciones para ensuciar el medio ambiente político, amenazas que luego niega, debilitamiento de las instituciones al privilegiar la ruptura y su ofrecimiento como el encargado de resolver los conflictos que él mismo habría contribuido a profundizar. Su intención hoy es doble: apoyar el derrocamiento de Calderón, ofrecerse como el presidente interino y operar la candidatura presidencial de su pupilo Marcelo Ebrard en el 2012.
Pero se trata del Camacho que ya se reconcilió con Carlos Salinas por las complicidades del pasado. Del Camacho que tenía la esperanza de ser beneficiado por el dedazo de Salinas en 1993. Y del Camacho que le hizo a Salinas la promesa de cuidarlo si le daba la candidatura presidencial: “¿contigo? Cierre menos difícil, una buena elección y un país en paz. Retiro (de Salinas) no. Formas de aprovechar tu capital político en beneficio de México. Admiración por tu talento y tu trabajo”.
Cuando Salinas optó por Colosio, Camacho lo convirtió en su enemigo. Pero se trata del Camacho que realmente se comprometió con el proyecto salinista. Del Camacho que escribió en 1984 que la propuesta de transición a la democracia de Enrique Krauze --“Por una democracia sin adjetivos”-- basada en la experiencia de la transición española era “una propuesta de sustitución, mediante la entrega del poder, del régimen político de la revolución mexicana”.
El ambiente de descomposición política de estos días es similar al de 1994. La crisis de 1994 comenzó con el berrinche de Camacho porque su amigo Salinas no le entregó por dedazo la candidatura presidencial. Eso sí, Camacho aceptó el cargo de secretario de Relaciones Exteriores. Y luego inventó el cargo de comisionado para la paz sin sueldo, pero no por generosidad sino para ponerse a la espera de que Salinas le quitara la candidatura a Colosio y se la diera a él. Eso sí, Camacho se movió con dinero oficial.
De diciembre de 1993 a marzo de 1994, Camacho se convirtió en un factor de inestabilidad política y de debilitamiento de Colosio. Jaló a los medios, se auto erigió en el héroe de la paz, manipuló a los zapatistas para que pidieran lo que él ya había decidido ceder de antemano y se puso como noticia nacional por encima de Colosio. Salinas, molesto por la independencia de Colosio, estimuló el juego perverso de Camacho. La intención de Camacho fue buscar la candidatura presidencial sustituta. Y para ello utilizó su tarea como negociador de la paz.
Así como a Muñoz Ledo hay que abrirle un expediente judicial por su papel en el primer círculo del poder de Díaz Ordaz y Echeverría que tomó la decisión de la represión, así a Camacho hay que reabrirle el expediente del clima de desestabilización política de 1994 que tuvo su momento espectacular con el asesinato de Colosio. Ciertamente que los climas políticos no matan, pero Camacho se convirtió en el peor obstáculo de la campaña de Colosio. Y en ese ambiente ocurrió el magnicidio.
Como asesor político de López Obrador y miembro de la dirección política del Frente AMLO, Camacho está reproduciendo el modelo de 1994: declaraciones para ensuciar el medio ambiente político, amenazas que luego niega, debilitamiento de las instituciones al privilegiar la ruptura y su ofrecimiento como el encargado de resolver los conflictos que él mismo habría contribuido a profundizar. Su intención hoy es doble: apoyar el derrocamiento de Calderón, ofrecerse como el presidente interino y operar la candidatura presidencial de su pupilo Marcelo Ebrard en el 2012.
Pero se trata del Camacho que ya se reconcilió con Carlos Salinas por las complicidades del pasado. Del Camacho que tenía la esperanza de ser beneficiado por el dedazo de Salinas en 1993. Y del Camacho que le hizo a Salinas la promesa de cuidarlo si le daba la candidatura presidencial: “¿contigo? Cierre menos difícil, una buena elección y un país en paz. Retiro (de Salinas) no. Formas de aprovechar tu capital político en beneficio de México. Admiración por tu talento y tu trabajo”.
Cuando Salinas optó por Colosio, Camacho lo convirtió en su enemigo. Pero se trata del Camacho que realmente se comprometió con el proyecto salinista. Del Camacho que escribió en 1984 que la propuesta de transición a la democracia de Enrique Krauze --“Por una democracia sin adjetivos”-- basada en la experiencia de la transición española era “una propuesta de sustitución, mediante la entrega del poder, del régimen político de la revolución mexicana”.
La hipocresía intelectual de Camacho se encuentra en sus textos y en sus comportamientos. Hoy participa del movimiento insurreccional de López Obrador para debilitar las instituciones del Estado. Pero en 1985 Camacho le contestó a Pablo González Casanova que los movimientos de masas suelen derivar en regímenes antidemocráticos. “Se puede llegar a la tentación de identificar al poder del Estado con el poder inmediato de las masas”. “Se parte del supuesto de la inminente descomposición del Estado y de su necesaria sustitución por uno nuevo o por fórmulas anarquistas. Esta crítica democrática puede derivar en idealismos populistas o terminar en la justificación de una dictadura democrática”.
Y del Camacho que se opone a la reforma energética del presidente Calderón por ser, en su opinión, privatizadora. Pero es el Camacho que como ideólogo de los gobiernos neoliberales de De la Madrid y Salinas decía exactamente lo contrario: “nuestra posición es que, en la realidad mexicana, sólo con una economía de mercado, con una fuerte sociedad civil, con formas mixtas de propiedad puede garantizarse la mejoría material y cultural a la que aspiramos”. Y del Camacho que escribió, como arquitecto del proyecto salinista: “hay consenso de que el estatismo económico fracasó”.
En fin, que es el mismo Camacho que como operador salinista combatió y desautorizó los movimientos de masas de López Obrador y que hoy opera el derrocamiento del presidente de la república para imponer por la fuerza los “idealismos populistas” de López Obrador.
Por Carlos Ramirez.
Post RLB Punto Politico.
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