Si por alguna razón los diputados hubieran caído en la trampa de López Obrador y hubieran incluido las doce palabras de su protesta, el tabasqueño tenía preparada otra sorpresita: una nueva demanda radical sobre la organización interna de Pemex. Y así hasta el infinito.
La organización de la lucha en el 2005 descansó en la estructura de poder del GDF. “AMLO creó varios comandos que él dirigía centralmente: el más importante, el del propio gobierno del DF, lo integró con Alejandro Encinas, secretario de gobierno, Raquel Sosa, ex secretaria de Desarrollo Social --y conectada con los programas que le habían dado tanta popularidad a AMLO--, y Octavio Romero (oficial mayor)”. “Toda una red de funcionarios de alto nivel estaba asociada con este comando”. Y hubo un liderazgo indiscutido, sin regateos. “Esta cohesión tenía su origen en el poderoso liderazgo de AMLO. Nadie era capaz de disputarle la dirección del movimiento”.
El éxito de la lucha del 2005 radicó, reconoce Ortiz Pinchetti, en el gobierno del DF. “AMLO contaba con un recurso supremo: la capital. Su defensa era la autodefensa de la ciudad de México. Su gobierno, su gente y sus recursos eran las defensas”. Y agrega: “hay que recordar que el gobierno de la capital era el más rico del país, que tenía una burocracia de 300 mil personas y unos 15 mil cuadros dirigentes. El gobierno y el PRD tenían una red de organizaciones sociales implantadas en las 16 delegaciones de la ciudad que penetraba profundamente a la zona conurbada del Estado de México al oriente y al sur del DF”.
La lucha del 2008 estuvo sin el gobierno del DF de Marcelo Ebrard y sin el PRD dominado mayoritariamente por Nueva Izquierda de Jesús Ortega. Pero también hubo una radicalización sin sentido y López Obrador se fue quedando solo. Y ahí perdió. Por eso se trata de una auto derrota.
La conclusión que debe quedar es que López Obrador no es un estadista ni un político sino un agitador social semejante al tiburón: si deja de moverse, simplemente se muere ahogado. Y ahora viene con la lucha contra la crisis económica. Y después… lo que caiga.
Por tanto, la estrategia de López Obrador no se basaba en la conquista de objetivos sino en la eternización de la protesta. Lo mismo hubiera ocurrido en julio de 2006: de haber aceptado el recuento del voto por voto y confirmada la victoria de Felipe Calderón, López Obrador hubiera exigido otro recuento y otro hasta que por cansancio le entregaran la presidencia de la república.
El perfil de López Obrador es el de un agitador social y no el de un político con objetivos de convertirse en gobierno. El tabasqueño está hecho para la confrontación callejera y no para la lucha con objetivos de alcanzar el poder institucional.
El perfil de López Obrador es el de un agitador social y no el de un político con objetivos de convertirse en gobierno. El tabasqueño está hecho para la confrontación callejera y no para la lucha con objetivos de alcanzar el poder institucional.
En el gobierno del DF sus decisiones valían en función del conflicto y no del valor urbano. Por eso su protesta petrolera estaba condenada al fracaso: pedir lo imposible para consolidar la confrontación.
El modelo de lucha política de López Obrador es el del Arte de la guerra y no de El Príncipe: no tiene el objetivo de alcanzar el poder y negociar sino destruir las fuerzas de defensa del sistema para llegar al poder sin compromisos y gobernar como dictador. Se trataría de una estrategia revolucionaria aunque sin violencia sangrienta; eso sí, llena de amenazas, choques y escenarios de ruptura. Cuando a López Obrador le descubrieron su juego en la lucha petrolera, entonces el cazador se convirtió en cazado: López Obrador apostaba a llevar al sistema político a la orilla del abismo para entonces ganar concesiones, pero resultó que el sistema político fue el que condujo al tabasqueño a la orilla del abismo y le cerró el paso de salida. Ante la inminencia de la ruptura revolucionaria, López Obrador miró hacia atrás y se encontró sin bases sociales, sin cuadros de lucha y apenas con batallones del lumpen desclasado. Ahí fue derrotado.
El problema con López Obrador es que se atienden a sus demandas y no a sus estrategias. Como sus demandas son siempre incumplibles, entonces debiera fijarse la atención en los estilos de lucha. Y ahí hay un libro que pudiera considerarse como el libro de texto de la lucha callejera del tabasqueño: Las claves de López Obrador, de su colaborador José Agustín Ortiz Pinchetti. Ahí se demuestra que López Obrador no se compromete con el contenido de sus banderas sino que disfruta la confrontación.
En el caso del desafuero, Ortiz Pinchetti revela que López Obrador “parecía regocijarse con la posibilidad de provocar la alianza PAN-PRI en la canallada(…) Camacho me comentó que a veces AMLO parecía tratar de inducir a sus adversarios a juntar sus fuerzas y meterlas en un desfiladero para batirlas simultáneamente”. Asimismo, hubo otra clave para organizar la lucha contra el desafuero: hacerlo desde el gobierno. “los soportes se dieron adentro del gobierno (capitalino) y se extendieron después muy coordinadamente al partido, a las redes ciudadanas y hacia la población”.
Otro secreto en la lucha exitosa contra el desafuero estuvo en el control de López Obrador sobre el PRD. “AMLO logró que el partido, compuesto por corrientes disímbolas y enemistadas entre sí, asumiera una gran disciplina ante el riesgo de la aniquilación de sus esperanzas políticas. En marzo refrendaría su éxito interno con los triunfos de Leonel Cota en la dirección nacional y Martí Batres en el DF; ambos personajes fuertemente vinculados con él y que le eran fieles”.
El modelo de lucha política de López Obrador es el del Arte de la guerra y no de El Príncipe: no tiene el objetivo de alcanzar el poder y negociar sino destruir las fuerzas de defensa del sistema para llegar al poder sin compromisos y gobernar como dictador. Se trataría de una estrategia revolucionaria aunque sin violencia sangrienta; eso sí, llena de amenazas, choques y escenarios de ruptura. Cuando a López Obrador le descubrieron su juego en la lucha petrolera, entonces el cazador se convirtió en cazado: López Obrador apostaba a llevar al sistema político a la orilla del abismo para entonces ganar concesiones, pero resultó que el sistema político fue el que condujo al tabasqueño a la orilla del abismo y le cerró el paso de salida. Ante la inminencia de la ruptura revolucionaria, López Obrador miró hacia atrás y se encontró sin bases sociales, sin cuadros de lucha y apenas con batallones del lumpen desclasado. Ahí fue derrotado.
El problema con López Obrador es que se atienden a sus demandas y no a sus estrategias. Como sus demandas son siempre incumplibles, entonces debiera fijarse la atención en los estilos de lucha. Y ahí hay un libro que pudiera considerarse como el libro de texto de la lucha callejera del tabasqueño: Las claves de López Obrador, de su colaborador José Agustín Ortiz Pinchetti. Ahí se demuestra que López Obrador no se compromete con el contenido de sus banderas sino que disfruta la confrontación.
En el caso del desafuero, Ortiz Pinchetti revela que López Obrador “parecía regocijarse con la posibilidad de provocar la alianza PAN-PRI en la canallada(…) Camacho me comentó que a veces AMLO parecía tratar de inducir a sus adversarios a juntar sus fuerzas y meterlas en un desfiladero para batirlas simultáneamente”. Asimismo, hubo otra clave para organizar la lucha contra el desafuero: hacerlo desde el gobierno. “los soportes se dieron adentro del gobierno (capitalino) y se extendieron después muy coordinadamente al partido, a las redes ciudadanas y hacia la población”.
Otro secreto en la lucha exitosa contra el desafuero estuvo en el control de López Obrador sobre el PRD. “AMLO logró que el partido, compuesto por corrientes disímbolas y enemistadas entre sí, asumiera una gran disciplina ante el riesgo de la aniquilación de sus esperanzas políticas. En marzo refrendaría su éxito interno con los triunfos de Leonel Cota en la dirección nacional y Martí Batres en el DF; ambos personajes fuertemente vinculados con él y que le eran fieles”.
La organización de la lucha en el 2005 descansó en la estructura de poder del GDF. “AMLO creó varios comandos que él dirigía centralmente: el más importante, el del propio gobierno del DF, lo integró con Alejandro Encinas, secretario de gobierno, Raquel Sosa, ex secretaria de Desarrollo Social --y conectada con los programas que le habían dado tanta popularidad a AMLO--, y Octavio Romero (oficial mayor)”. “Toda una red de funcionarios de alto nivel estaba asociada con este comando”. Y hubo un liderazgo indiscutido, sin regateos. “Esta cohesión tenía su origen en el poderoso liderazgo de AMLO. Nadie era capaz de disputarle la dirección del movimiento”.
El éxito de la lucha del 2005 radicó, reconoce Ortiz Pinchetti, en el gobierno del DF. “AMLO contaba con un recurso supremo: la capital. Su defensa era la autodefensa de la ciudad de México. Su gobierno, su gente y sus recursos eran las defensas”. Y agrega: “hay que recordar que el gobierno de la capital era el más rico del país, que tenía una burocracia de 300 mil personas y unos 15 mil cuadros dirigentes. El gobierno y el PRD tenían una red de organizaciones sociales implantadas en las 16 delegaciones de la ciudad que penetraba profundamente a la zona conurbada del Estado de México al oriente y al sur del DF”.
La lucha del 2008 estuvo sin el gobierno del DF de Marcelo Ebrard y sin el PRD dominado mayoritariamente por Nueva Izquierda de Jesús Ortega. Pero también hubo una radicalización sin sentido y López Obrador se fue quedando solo. Y ahí perdió. Por eso se trata de una auto derrota.
La conclusión que debe quedar es que López Obrador no es un estadista ni un político sino un agitador social semejante al tiburón: si deja de moverse, simplemente se muere ahogado. Y ahora viene con la lucha contra la crisis económica. Y después… lo que caiga.
Por Carlos Ramírez.
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