jueves, 6 de noviembre de 2008

Obama: la acidez del triunfo - Reconstrucción del imperio

Lo que viene ahora es saber si Barack Obama será el primer presidente de los Estados Unidos en su era post racial. Aún como minoría, la comunidad afroamericana se ha convertido en un factor de decisión en varios estados.
Y ahí se localizará el problema principal de Obama: superar el conflicto racial en una sociedad aún marcada por el problema de la raza y necesitada de un liderazgo nacional.
A su favor tiene Obama el hecho de carecer de un sentimiento de raza. Nació en Hawai de una unión interracial entre un padre negro de Kenia y una madre blanca de Kansas. Su familia dominante fue la materna blanca, al grado de que su abuela, que falleció la víspera de las elecciones, se encargó de su educación. Obama se educó en dos universidades de prestigio y no enfrentó el racismo: Harvard y Chicago.
La agenda de la crisis de Obama es complicada. Internamente, necesita con urgencia encontrar el camino de la reactivación. Sus recetas de campaña buscaban votos y no una nueva política económica. Pero sus asesores económicos --algunos de la era Reagan y más del periodo Clinton-- han definido soluciones de corto plazo y superficiales: reactivar la economía, recuperar los salarios y dinamizar el empleo.
Pero el problema económico de los EU es mucho mayor: pasó de la economía de la producción a la economía de las corporaciones financieras. Ello llevó a los EU a olvidarse de la educación, la tecnología y la investigación científica. Y ahí se localiza justamente la severa crisis del aparato productivo. Ante ello, sin embargo, Obama no pudo hacer alguna oferta concreta. Hasta donde se tienen datos, Obama va a reconstruir la economía interna a base de los viejos estímulos fiscales de siempre, pero el problema es mucho mayor: de competitividad, de modernización y de globalización productiva. Obama podría quedarse en el modelo Clinton de millones de empleos formales pero en el sector servicios y no la construcción de una nueva planta productiva. Al final, el problema de los EU fue de especulación y nada hay en el horizonte que hable de mecanismo de control financiero en los mercados de valores.
Y luego viene el problema geopolítico: ¿cuál va a ser, en medio del agudizamiento de zonas de conflicto y de una tendencia a la multipolaridad, el papel de los EU? En el pasado fue de policía del capitalismo vía la doctrina Truman. Pero hoy la coexistencia pacífica, ganada a base de la amenaza de una guerra termonuclear que hubiera destruido el planeta, requiere de nuevos acuerdos. La doctrina Truman contra el comunismo se convirtió, con Bush, en la doctrina contra el terrorismo. Pero el terrorismo fue una respuesta al colonialismo ideológico de Washington. Obama está obsesionado, como Clinton, con Afganistán, pero sin redefinir la política exterior.
En este contexto, la gran definición de política exterior de Obama será justamente en el enfoque de su nueva doctrina: ¿qué debe seguir después del comunismo y el terrorismo? El viejo orden de Yalta quedó destruido en las torres gemelas de Nueva York.
Y de los gobernantes de la segunda mitad del siglo, sólo Nixon --con la asesoría del estratega Henry Kissinger-- tuvo una diplomacia de reordenación, pero sus avances en sus diálogos con Pekín y Moscú se ahogaron en Watergate. Luego vino Reagan y el fin de la Unión Soviética y Bush con la militarización de la diplomacia. Pero ya viene Putin para darle a Rusia su lugar en la reactivación de Yalta.
Los medios norteamericanos dieron enorme énfasis al tema racial en las elecciones, dejando la impresión de que no se iba a elegir a una opción de gobierno sino al primer afroamericano. Las celebraciones de casi toda la noche en la televisión local exhibió justamente el hecho histórico en el color de la piel de Obama. Ciertamente que se trató de un hecho histórico, pero aquí en los EU suelen transformar los hechos históricos en simples récord Guinness.
Los rostros más mostrados en la noche fueron los de la conductora Ophra Winfrey, en cuyo programa se lanzó la precandidatura de Obama, y del reverendo Jesse Jackson, ex candidato presidencial. Ahí de nueva cuenta se enfatizó el asunto racial.
Sin embargo, la gestión de Obama va a ser juzgada con severidad por sus resultados. Al final de cuentas, Obama ganó las elecciones por la mejor campaña, la más consistente, la mejor estructurada y la del mensaje más revelador. Pero no falta quienes, como un artículo en el The Washington Post, le acrediten la victoria de Obama a Lyndon Johnson, el presidente de los EU que firmó el acta de derechos civiles de los negros en 1964 para terminar con el racismo que establecía un apartheid para las gentes de color… y los animales. Al final del día, Obama va a ser evaluado en el gobierno por sus resultados.
Las expectativas quedaron enterradas la noche del 4 de noviembre. Ahora viene la etapa de los hechos de gobierno.
Los norteamericanos ya no quieren ser odiados. Pero parecen olvidar la circunstancia histórica: el poder se ejerce a través del odio, la fuerza y el repudio, no sobre el consenso. Y el primer descubrimiento de Obama, a la hora de sentarse en el sillón principal de la Oficina Oval de la Casa Blanca, será el mismo de Jimmy Carter en su corto periodo de cuatro años de gobierno: “yo sí quiero, pero Casa Blanca dice”.
Por Carlos Ramirez.
Post RLB Punto Politico.

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