El PRD está dividido hasta la médula. Pero quizá ésa sea la mejor oportunidad que ha tenido la izquierda de nuestro país.
La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación de dar el triunfo en la elección del PRD del 16 de marzo al candidato moderado, Jesús Ortega, generó las reacciones previsibles entre los grupos más intransigentes del partido. Alejandro Encinas se negó a reconocer el fallo de los magistrados. Andrés Manuel López Obrador afirmó que el Tribunal Electoral está controlado por esa misma mafia política que ha organizado todos los complots en su contra. Alejandra Barrales, presidenta del PRD en el Distrito Federal, afirmó que no reconocería el resultado nacional de una elección que la colocó a ella misma en el cargo que hoy ocupa.
En un principio parecería que la decisión del Tribunal Electoral sería el preludio del fin de la izquierda en nuestro país. Pero cuidado. Quizá lo contrario pueda ocurrir. Tal vez la decisión, que parece haber alejado definitivamente a los radicales de la izquierda moderada, constituya el inicio de una verdadera izquierda democrática para nuestro país.
La izquierda mexicana se ha quedado muy rezagada de las corrientes afines en otros países del mundo. En Europa, en Chile y en Brasil los partidos socialistas y socialdemócratas hace mucho que dejaron atrás los sueños de la izquierda comunista y han buscado construir un modelo económico en que la inversión privada y el mercado construyen riqueza mientras que el Estado la reparte a través de programas sociales e inversiones en infraestructura física y humana. No debe sorprender que los países que más éxito han tenido en lo económico en las últimas décadas han sido, precisamente, los que han tenido gobiernos que han asumido esta filosofía de izquierda constructiva.
En México, sin embargo, nuestra izquierda sigue estando seducida por los sueños utópicos que consideran que el socialismo implica la concentración en el Estado de los medios de producción. En ese sentido incluso el populismo de Hugo Chávez les queda corto.
A la izquierda moderada mexicana no le ha hecho ningún bien el tener que compartir un partido político con grupos intransigentes como el que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Después del excelente desempeño de la izquierda en la elección del 2006, donde obtuvo el 35 por ciento de los votos, se convirtió en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados y estuvo a punto de conquistar la Presidencia de la República, acciones insensatas, como la toma del Paseo de la Reforma en la ciudad de México, han hecho que se desplome el apoyo popular a la izquierda. Las encuestas que hoy tenemos sugieren que el PRD difícilmente alcanzaría más del 16 por ciento de los votos en una elección nacional el día de hoy.
Para Jesús Ortega y los dirigentes de la izquierda moderada, el perder la compañía de los radicales puede ser una gran liberación. Sí, es verdad, que López Obrador es el principal atractivo de taquilla que hasta ahora ha tenido el PRD. Pero es también el principal lastre al sostener ideas y promover políticas que cierran las puertas a la construcción de un país próspero como los que han edificado las izquierdas en Europa y en otras regiones del mundo.
Por Sergio Sarmiento.
Post RLB Punto Politico.
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