En el fondo, muy en el fondo, la crisis en el PRD no es de López Obrador contra Nueva Izquierda sino contra la corriente cardenista que se ha consolidado de nueva cuenta en el partido. El tabasqueño le quería arrebatar el partido al michoacano para convertirlo en dominantemente lopezobradorista.
Cuauhtémoc Cárdenas no ha permanecido al margen pero tampoco ha impulsado a Nueva Izquierda. La corriente identificada con el cardenismo quiere recuperar el papel del PRD como partido de una izquierda moderna que consolide la transición democrática, defina un programa de gobierno popular y progresista y se convierta en un dique a la derechización del régimen.
En cambio, López Obrador quiere tomar el partido por asalto para convertirlo en el instrumento de la ruptura política, en el partido del autoritarismo más antidemocrático y para entronizar en cargos de elección popular a todos los salinistas y neopopulistas que han desplazado a los cuadros perredistas.
En cambio, López Obrador quiere tomar el partido por asalto para convertirlo en el instrumento de la ruptura política, en el partido del autoritarismo más antidemocrático y para entronizar en cargos de elección popular a todos los salinistas y neopopulistas que han desplazado a los cuadros perredistas.
La intención de López Obrador es colocar al diazordacista Porfirio Muñoz Ledo y al salinista Manuel Camacho como operadores del control lopezobradorista en la próxima bancada perredista en la Cámara de Diputados.
Por tanto, la definición que se disputa en el PRD no es entre los chuchos ni los lopistas sino entre dos líneas políticas estratégicas. Los cardenistas quieren reactivar el partido y relanzarlo a la lucha de posiciones dentro de la vía institucional y los lopezobradoristas quieren un partido para el choque contra el gobierno del presidente Calderón y para una alianza con los priístas populistas-echeverristas que sobreviven en tricolor, comandados por ahora virtual lopezobradorista Manuel Bartlett Díaz. El enlace de López Obrador con ese sector priísta lo lleva Muñoz Ledo, en su tiempo operador político de Gustavo Díaz Ordaz durante el tlatelolcazo de 1968 y de Luis Echeverría durante el halconazo de 1971.
En este contexto, el debate del 2008-2009 en el PRD va a replantear el origen histórico del partido del sol azteca. No por menos una de las líneas de definición sea nada menos que la presencia de Bartlett como posible carta de López Obrador para una diputación federal el año próximo por el Frente AMLO en el cual estaba considerado el PRD. Bartlett fue el secretario de Gobernación aquel 6 de julio de 1988 cuando Cárdenas denunció el descomunal fraude electoral de la Comisión Federal Electoral que presidía justamente Bartlett para quitarle votos al Frente Democrático y echárselos a Carlos Salinas.
El otro operador de Salinas aquel 6 de julio de 1988 fue Manuel Camacho, quien inclusive llegó a amenazar a miembros del FDN de acusarlos de guerrilleros y echarles encima a la policía política para romper la alianza de Cárdenas con la señora Rosario Ibarra de Piedra y el PRT. Hoy, sin embargo, Camacho y la señora Ibarra están aliados entre sí como parte del primer círculo de poder de López Obrador. La investigadora Soledad Loaeza acaba de recordar en La Jornada cómo Camacho negoció la entrega de la senaduría a Muñoz Ledo a cambio de traicionar a Cárdenas y acercarlo a Salinas. Muñoz ledo fue el operador de Salinas en las elecciones de Guanajuato en 1991 para encumbrar a Vicente Fox como gobernador, en una maniobra de compromiso de Salinas con el PAN. Ahí nació la complicidad Muñoz Ledo-Fox.
El PRD se debilitó cuando Cárdenas le dio más importancia al liderazgo moral que a la afirmación de un pensamiento político de centro-izquierda. Y terminó de hundirse cuando López Obrador se convirtió en el caudillo del partido y de las tribus y condujo a la organización a la ruptura del orden constitucional para ocultar su derrota electoral del 2 de julio del 2006.
Por tanto, la definición que se disputa en el PRD no es entre los chuchos ni los lopistas sino entre dos líneas políticas estratégicas. Los cardenistas quieren reactivar el partido y relanzarlo a la lucha de posiciones dentro de la vía institucional y los lopezobradoristas quieren un partido para el choque contra el gobierno del presidente Calderón y para una alianza con los priístas populistas-echeverristas que sobreviven en tricolor, comandados por ahora virtual lopezobradorista Manuel Bartlett Díaz. El enlace de López Obrador con ese sector priísta lo lleva Muñoz Ledo, en su tiempo operador político de Gustavo Díaz Ordaz durante el tlatelolcazo de 1968 y de Luis Echeverría durante el halconazo de 1971.
En este contexto, el debate del 2008-2009 en el PRD va a replantear el origen histórico del partido del sol azteca. No por menos una de las líneas de definición sea nada menos que la presencia de Bartlett como posible carta de López Obrador para una diputación federal el año próximo por el Frente AMLO en el cual estaba considerado el PRD. Bartlett fue el secretario de Gobernación aquel 6 de julio de 1988 cuando Cárdenas denunció el descomunal fraude electoral de la Comisión Federal Electoral que presidía justamente Bartlett para quitarle votos al Frente Democrático y echárselos a Carlos Salinas.
El otro operador de Salinas aquel 6 de julio de 1988 fue Manuel Camacho, quien inclusive llegó a amenazar a miembros del FDN de acusarlos de guerrilleros y echarles encima a la policía política para romper la alianza de Cárdenas con la señora Rosario Ibarra de Piedra y el PRT. Hoy, sin embargo, Camacho y la señora Ibarra están aliados entre sí como parte del primer círculo de poder de López Obrador. La investigadora Soledad Loaeza acaba de recordar en La Jornada cómo Camacho negoció la entrega de la senaduría a Muñoz Ledo a cambio de traicionar a Cárdenas y acercarlo a Salinas. Muñoz ledo fue el operador de Salinas en las elecciones de Guanajuato en 1991 para encumbrar a Vicente Fox como gobernador, en una maniobra de compromiso de Salinas con el PAN. Ahí nació la complicidad Muñoz Ledo-Fox.
El PRD se debilitó cuando Cárdenas le dio más importancia al liderazgo moral que a la afirmación de un pensamiento político de centro-izquierda. Y terminó de hundirse cuando López Obrador se convirtió en el caudillo del partido y de las tribus y condujo a la organización a la ruptura del orden constitucional para ocultar su derrota electoral del 2 de julio del 2006.
Cárdenas no terminó de darle un proyecto ideológico al PRD y López Obrador privilegió el personalismo. En medio, los grupos perredistas se hundieron en la desorganización y en la multiplicación de tribus.
El grave error estratégico del PRD fue haber descuidado sus definiciones internas de largo plazo y caer en las tentaciones del poder… y del dinero. Cárdenas se alejó del partido y le dejó el territorio a López Obrador y éste asumió el control autoritario del partido para sus planes y los de su grupo compacto, idea por cierto proveniente del Manuel Camacho salinista. En su propuesta de largo plazo, López Obrador sustituyó las ideas por su liderazgo caudillista, unipersonal y dictatorial. Sin embargo, el tabasqueño llevó al PRD a una larga cadena de derrotas, incluyendo su ofensiva de derrocar al presidente de la república por consejo de Muñoz Ledo.
La victoria de Jesús Ortega debe medirse en función de la última oportunidad del PRD para redefinir su personalidad política, su proyecto ideológico y su propuesta de programa de gobierno. Sin embargo, la posición inflexible y arbitraria de Alejandro Encinas como el intendente de López Obrador apunta al objetivo de reventar el PRD, llevarlo a la quiebra, echar del partido a los cardenistas y consolidar su poder con su terna de operadores: René Bejarano, Manuel Camacho y Muñoz Ledo.
El grave error estratégico del PRD fue haber descuidado sus definiciones internas de largo plazo y caer en las tentaciones del poder… y del dinero. Cárdenas se alejó del partido y le dejó el territorio a López Obrador y éste asumió el control autoritario del partido para sus planes y los de su grupo compacto, idea por cierto proveniente del Manuel Camacho salinista. En su propuesta de largo plazo, López Obrador sustituyó las ideas por su liderazgo caudillista, unipersonal y dictatorial. Sin embargo, el tabasqueño llevó al PRD a una larga cadena de derrotas, incluyendo su ofensiva de derrocar al presidente de la república por consejo de Muñoz Ledo.
La victoria de Jesús Ortega debe medirse en función de la última oportunidad del PRD para redefinir su personalidad política, su proyecto ideológico y su propuesta de programa de gobierno. Sin embargo, la posición inflexible y arbitraria de Alejandro Encinas como el intendente de López Obrador apunta al objetivo de reventar el PRD, llevarlo a la quiebra, echar del partido a los cardenistas y consolidar su poder con su terna de operadores: René Bejarano, Manuel Camacho y Muñoz Ledo.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB . Punto Politico.
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