miércoles, 21 de marzo de 2007

El concepto de autoridad y el petate del muerto

Nuestro país es un país de párvulos,
no es ni siquiera una república bananera
mientras no resolvamos algo tan simple
como el concepto de “autoridad”.

La autoridad es un concepto en desuso en México,
y lo peor es que nada hay que nos indique
que la tendencia del desgaste se detenga o revierta.

Los que apoyaron las ideas de López no respetan a la autoridad porque no son ellos ni su mesiánico líder;
las autoridades del Distrito Federal no creen en ello pues aceptar a la autoridad o asumirse como autoridad tiene costos políticos con sus seguidores; los revoltosos de Oaxaca tampoco tienen concepto de autoridad pues para ellos todo es político y nada es una relación gobierno–gobernados, qué ironía;
para los habitantes de los municipios conurbados de Cuernavaca, no hay autoridad en el gobierno de la capital porque no es de la misma extracción política y por ello que se queden con su basura y no pasarán; para muchos empresarios lo que diga el gobierno no es relevante pues con un amparo ya les ganamos;
para otros mercantilistas la “autoridad” tiene precio, monetario o nacionalista, pero el caso es que sus leyes o reglamentos pasan; para los delincuentes, pues o son socios o les dan risa, los matan como moscas; para el ombudsman la autoridad no implica la fuerza pública, pues todo se convierte en violación de derechos humanos, sea justificado o no;
para el ciudadano común, la autoridad tiene la cara de un policía mordelón o de un burócrata de ventanilla que pide para el chesco, pero a fin de cuentas no hay infracciones, no hay faltas, no hay detenidos, hay plantones, hay desaguisados, pero en el país no pasa nada y todo es “a su tiempo” .

Pero el caso es que nadie tiene asomo de respeto por la autoridad.

Escribir lo anterior me lleva a pensar que vivo en el país equivocado y como yo sí creo en la necesidad de una autoridad y en la utilización de la fuerza pública para hacer cumplir la Ley, pues no seré mexicano por idiosincrasia, pues para muchos esta justificado tanto el “México bárbaro” como el “México de Avanzada” que significan, respectivamente, la Ley de la Selva o el abrazar los conceptos internacionales de regulación más caros del mundo, como el protocolo de Kyoto, por ejemplo.
Pero lo cierto es que parece que hay síntomas muy claros de descomposición de la convivencia social, particularmente en el sentido de conceptos mucho más amplios como la relación entre regulación y sanción, gobierno y gobernados, impuestos y prestaciones, costo y beneficio, delito y sanción, estado y gobierno, entre muchas otras que nos llevan a pensar si lo que está mal no es el sistema mismo y por ello las mayorías deciden fabricarse su propio país y vivir así, pues total nadie nos va a cobrar impuestos, nadie nos va mandar a quitar, nadie me va a hacer cumplir con la Ley.

Y si ocurre lo contrario, pues fue fraude, nos traían ganas, fue un complot o el pretexto del mes. No es como algunos escribieron, la descomposición de las instituciones o la actualización de las mismas, es algo mucho más profundo que tiene que ver con una sociedad que va por su lado, el gobierno por otro y las ideas sobre lo que es “México” se multiplican, por ello una primera reflexión sería la más macro de todas, nos hace falta redundarnos como país y como sociedad, para ello hacen falta un nueva constitución, nuevas leyes, nuevas instituciones, nuevas obligaciones y nuevos políticos.

La verdad es que se ven varias cosas en este fenómeno, de una autoridad que no asume su papel y en esa sociedad que ve la autoridad que algo muy lejano que despacha en la ciudad de México mientras el policía me extorsiona en la esquina.
Pero quedan claro cosas como el que en México la percepción de lo que está bien o mal respecto a las leyes es cada vez más obscura, es decir, no sabemos qué es corrupción o qué es delito, qué está permitido y qué no, por ello a pesar de buenas iniciativas de Ley, la Transparencia es un valor al que ni siquiera aspiramos.

Segundo, que nadie persigue los delitos, sólo hacen como que los persiguen pero más del 90% de los transgresores siguen libres y el 100 por ciento de las víctimas lo sufren o se van.

Tercero, que no sabemos qué es obligación de quién pues pagar por salud cuando tenemos seguro social resulta antieconómico pero pagar por seguridad social cuando no tenemos salud resulta por lo menos estúpido, así el gobierno hace como que recauda y hace como que da servicios, lo mismo los ciudadanos hacen como que pagan y como que obedecen.

De esta forma podemos seguirnos hasta el infinito con el juego de simulaciones.
Pero queda claro que el redundar el país pasa por lo más complicado, definir las obligaciones del gobierno y de los ciudadanos y a partir de ahí definir un sistema de incentivos para hacer la cosas, y de castigos por no hacerlas, así de simple, nuestro país es un país de párvulos, no es ni siquiera una república bananera mientras no resolvamos algo tan simple como el concepto de “autoridad”.
Por Juan Carlos Leal
RLB Punto Politico

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