El caudillismo de Andrés Manuel López Obrador ha comenzado a perfilarse como un fundamentalismo incontrolable.
Lo curioso es que el tabasqueño no sabe sólo manejar las pasiones de las masas sino que ha demostrado ser un maestro en la manipulación de los sentimientos de intelectuales.
La semana pasada ocurrió un intercambio de notas sobre López Obrador entre dos importantes intelectuales: José Agustín Ortiz Pinchetti y Jesús Silva Herzog Márquez. El primero es hoy colaborador del primer círculo de López Obrador, fue su secretario de gobierno en el DF, ha sido abogado de corporaciones transnacionales, no ha ocultado su pasión por la política y laboró como consejero ciudadano del IFE. El segundo es uno de los más importantes intelectuales independientes, de la nueva generación de pensadores, además de un agudo lector de los clásicos de la ciencia política.
Son dos formas de ejercer la inteligencia. Pero una, la de Ortiz Pinchetti, para justificar todos los comportamientos de López Obrador. Otra, la de Silva Herzog Márquez, para ejercer el pensamiento desde la duda y la observación crítica. En ese debate se exhibió cómo la fidelidad a López Obrador ha dañado la libertad de pensamiento: el liderazgo del tabasqueño se ha convertido en un verdadero fundamentalismo de rango religioso.
Dos fueron las tesis de Ortiz Pinchetti: López Obrador no es el caudillo del PRD y sí fue víctima del fraude. Dos también las argumentaciones de Silva Herzog Márquez: no ha habido ninguna prueba de que López Obrador obtuvo más votos que Felipe Calderón y que “parece lamentable el efecto ideológico del lopezobradorismo” y se pregunta si es liberal un discurso --el de AMLO-- que manda al diablo las instituciones o si es democrático “el liderazgo de quien hace consultas a la plaza para que sus simpatizantes respondan a través de la aclamación”.
El texto de Ortiz Pinchetti --publicado en La Jornada del domingo 2 de septiembre bajo el título genérico de la columna “Contra el maquiavelismo”-- revela las confusiones de quien dice que “basta de confusiones”. Afirma: quienes escriben que López Obrador es un cacique del PRD son --así de simple-- “ignorantes”. No entienden, pues.
Dice Ortiz Pinchetti que el tabasqueño no interviene en el PRD, aunque es público que da órdenes directas a legisladores y dirigentes del PRD y dice quién --como a Marcelo Ebrard-- debe ser candidato. Afirma que las opiniones del líder “son aceptadas por la mayoría no como consignas sino como posicionamientos”, aunque jefes perredistas salen de la oficina del tabasqueño diciendo que recibieron órdenes del jefe político y el líder amenaza infantilmente con retirarle la palabra a quien lo desobedezca.
Son “infundios”, dice Ortiz Pinchetti. Y se lanza contra Silva Herzog Márquez. Pero éste respondió desde su blog en el periódico Reforma para debatir el contenido de las acusaciones: los lopezobradoristas critican el proceso electoral y la conducta de distintos actores, pero “no han probado en ningún momento que hubo fraude en la elección”. Y se pregunta --y le pregunta a Ortiz Pinchetti-- no sin malicia:
“Todos los alegatos (sobre el fraude) han quedado claramente rebatidos. Por eso no hay fundamento alguno para afirmar que López Obrador ganó la elección, que “la mafia” le arrebató la presidencia o que Felipe Calderón es un “usurpador”. ¿En dónde está la prueba de que López Obrador tuvo más votos que su adversario? ¿Es serio hablar de López Obrador como “presidente legítimo?” Yo creo que es ridículo y que conducir a la segunda fuerza política del país en esa dirección es un despropósito mayúsculo.”
El enojo de Ortiz Pinchetti había sido abierto y sobre todo injusto porque quiere que los críticos sean al mismo tiempo fanáticos de los estilos del caudillo.
“Todos los alegatos (sobre el fraude) han quedado claramente rebatidos. Por eso no hay fundamento alguno para afirmar que López Obrador ganó la elección, que “la mafia” le arrebató la presidencia o que Felipe Calderón es un “usurpador”. ¿En dónde está la prueba de que López Obrador tuvo más votos que su adversario? ¿Es serio hablar de López Obrador como “presidente legítimo?” Yo creo que es ridículo y que conducir a la segunda fuerza política del país en esa dirección es un despropósito mayúsculo.”
El enojo de Ortiz Pinchetti había sido abierto y sobre todo injusto porque quiere que los críticos sean al mismo tiempo fanáticos de los estilos del caudillo.
Con irritación, había dicho a los críticos:
“Estos escritores (críticos) son ignorantes, no conocen ni al partido ni a sus complejas relaciones internas, ni a las que mantiene con gobernadores de los distintos colores ni con otros partidos ni con el gobierno federal. Tampoco han entendido lo que es el obradorismo, con una propuesta de modernización política apoyada por millones. Ocultan su carácter pacífico, no violento, constructivo. No entienden su intención de rectificar el rumbo de la nación y sacarla de la postración económica, política y moral.
“Estos escritores (críticos) son ignorantes, no conocen ni al partido ni a sus complejas relaciones internas, ni a las que mantiene con gobernadores de los distintos colores ni con otros partidos ni con el gobierno federal. Tampoco han entendido lo que es el obradorismo, con una propuesta de modernización política apoyada por millones. Ocultan su carácter pacífico, no violento, constructivo. No entienden su intención de rectificar el rumbo de la nación y sacarla de la postración económica, política y moral.
No conocen ni la dimensión ni el arraigo del movimiento. No han asistido a las giras ni mítines. No han investigado la red obradorista que ya supera el millón de representantes. Están instalados en la negación frente a la emergencia de la mayor fuerza política de los tiempos recientes.”
Dos mundos diferentes: el Ortiz Pinchetti como el del dogmatismo que raya en el fanatismo fundamentalista que quiere inventar su mundo legítimo aparte y el de Silva Herzog Márquez desde el racionalismo crítico basado en la reflexión del pensamiento. Y Ortiz Pinchetti lo hizo desde el antimaquiavelismo que no es otra cosa que una versión tropical del peor de los maquiavelismos: el de la ceguera crítica del caudillismo.
Dos mundos diferentes: el Ortiz Pinchetti como el del dogmatismo que raya en el fanatismo fundamentalista que quiere inventar su mundo legítimo aparte y el de Silva Herzog Márquez desde el racionalismo crítico basado en la reflexión del pensamiento. Y Ortiz Pinchetti lo hizo desde el antimaquiavelismo que no es otra cosa que una versión tropical del peor de los maquiavelismos: el de la ceguera crítica del caudillismo.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB Punto Politico.
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