Como estaba previsto, el mensaje político más significativo de Marcelo Ebrard como encargado de la intendencia del gobierno del DF fue el esperado: las posibilidades de desarrollo de la ciudad de México quedaron atrapadas en los candados del modelo populista de López Obrador.
El propio encargado de la oficina de gobierno no pudo ocultar su dependencia del caudillo capitalino: Ebrard ordenó a la bancada legislativa del DF una controversia constitucional contra el gasolinazo de la reforma fiscal aprobada, luego de que la bancada legislativa federal del PRD incumplió la orden de tomar la tribuna y reventar la aprobación de ese aumento.
Así, el DF ha quedado como instrumento de lucha de López Obrador. Con ese gesto, Ebrard demostró --si hubiera alguna duda-- que el verdadero jefe de gobierno capitalino no se encuentra en el antiguo Palacio del Ayuntamiento sino en la casa de campaña 2012 de López Obrador.
En todo caso, a Ebrard le han quedado sólo tres espacios propios de gobierno:
1.- La restauración de las ceremonias priístas al viejo estilo. El informe de Ebrard fue todo al calor de los tiempos de Luis Echeverría. Los legisladores locales perredistas fueron exhibidos como empleados del ejecutivo local.
2.- La utilización de espacios ciudadanos para plantear definiciones: Ebrard ha sido incapaz de entrarle al problema de las estructuras de poder perredistas en la vialidad --taxis piratas, microbuseros, corrupción de agentes de tránsito-- y por eso le carga la mano al ciudadano. De ahí la implantación de un reglamento de tránsito fascistoide que convierte en delincuente al ciudadano que carece de militancia partidista. Por eso le quitará licencia a los borrachitos reincidentes y no a los criminales microbuseros y taxistas o a los delincuentes organizados.
3.- La obra urbana faraónica como la torre porfirista del Bicentenario, cuyo promotor es Jorge Gamboa de Buen, un arquitecto que fue subordinado de Ebrard en los tiempos de la regencia de Manuel Camacho. Y Ebrard pretende celebrar el bicentenario de la independencia de México del imperio español con una obra de inversionistas españoles.
Los demás anuncios de Ebrard fueron fuegos de artificio. El seguro al desempleo es una forma populista de encarar el problema de la falta de un proyecto de desarrollo que estimule la inversión privada productiva. Y además, ese seguro podría estar envenenado: será utilizado no para beneficiar a los ciudadanos que se quedaron sin empleo sino a los vendedores ambulantes que van a ser desplazados de sus lugares en la ciudad. Para evitar protestas, Ebrard les lanza el anzuelo de un salario mensual durante un semestre.
El otro lado cojo de la propuesta es la ausencia en su informe de un proyecto de desarrollo industrial. Como en los tiempos de López Obrador, la obra pública urbana --que incide una vez en el empleo-- será el detonador momentáneo del empleo. Pero la ciudad de México requiere además de empleo en el sector formal de la economía. Y la inversión privada no fluye en el DF por el desorden político propiciado por las propias autoridades capitalinas que responden a su militancia perredista.
Y tendrá que venir una explicación financiera. De acuerdo con datos oficiales, el desempleo en DF llegó en el segundo trimestre de 2007 a 5.9% de la población económicamente activa. Si la PEA en el DF es de 4.1 millones, entonces el 5.9 llega a casi 250 mil personas. Por tanto, se gastarán 4.4 mil millones de pesos anuales en subsidiar al desempleo. Así, la política social del gobierno del DF está lejos del concepto de bienestar social y muy metido en el criterio populista del asistencialismo del dinero regalado.
Lo grave de este enfoque económico de Ebrard es que forma parte del pensamiento económico neoliberal y su contenido social es populista. La racionalidad económica aconseja encarar los problemas en sus causas, no en sus efectos. El desempleo no es un problema en sí mismo sino que es consecuencia de la falta de inversión privada en el sector formal de la economía. Y el informe de Ebrard fue nulo en la definición de un modelo de desarrollo económico generador de empleo directo e indirecto en el sector formal.
Muy al estilo Ebrard, su ruta de escape son las confrontaciones. Al encarar con agresiones políticas a sus adversarios, Ebrard elude el debate y el análisis y se presenta como la víctima. Pero en el fondo su primer informe reveló la ausencia de un concepto de ciudad, fue aderezada con anuncios de autoritarismo policiaco contra el ciudadano con licencia de conducir y se resumió en el sometimiento a López Obrador por la controversia constitucional contra el gasolinazo.
Eso sí, Ebrard también aprovechó la ceremonia del informe de gobierno del DF para restaurar el Día del Jefe de Gobierno con una fiesta populista que recordó los tiempos de Echeverría y con ello pudo darle salida al priísta que todo perredista lleva dentro.
Por Carlos Ramírez.
Así, el DF ha quedado como instrumento de lucha de López Obrador. Con ese gesto, Ebrard demostró --si hubiera alguna duda-- que el verdadero jefe de gobierno capitalino no se encuentra en el antiguo Palacio del Ayuntamiento sino en la casa de campaña 2012 de López Obrador.
En todo caso, a Ebrard le han quedado sólo tres espacios propios de gobierno:
1.- La restauración de las ceremonias priístas al viejo estilo. El informe de Ebrard fue todo al calor de los tiempos de Luis Echeverría. Los legisladores locales perredistas fueron exhibidos como empleados del ejecutivo local.
2.- La utilización de espacios ciudadanos para plantear definiciones: Ebrard ha sido incapaz de entrarle al problema de las estructuras de poder perredistas en la vialidad --taxis piratas, microbuseros, corrupción de agentes de tránsito-- y por eso le carga la mano al ciudadano. De ahí la implantación de un reglamento de tránsito fascistoide que convierte en delincuente al ciudadano que carece de militancia partidista. Por eso le quitará licencia a los borrachitos reincidentes y no a los criminales microbuseros y taxistas o a los delincuentes organizados.
3.- La obra urbana faraónica como la torre porfirista del Bicentenario, cuyo promotor es Jorge Gamboa de Buen, un arquitecto que fue subordinado de Ebrard en los tiempos de la regencia de Manuel Camacho. Y Ebrard pretende celebrar el bicentenario de la independencia de México del imperio español con una obra de inversionistas españoles.
Los demás anuncios de Ebrard fueron fuegos de artificio. El seguro al desempleo es una forma populista de encarar el problema de la falta de un proyecto de desarrollo que estimule la inversión privada productiva. Y además, ese seguro podría estar envenenado: será utilizado no para beneficiar a los ciudadanos que se quedaron sin empleo sino a los vendedores ambulantes que van a ser desplazados de sus lugares en la ciudad. Para evitar protestas, Ebrard les lanza el anzuelo de un salario mensual durante un semestre.
El otro lado cojo de la propuesta es la ausencia en su informe de un proyecto de desarrollo industrial. Como en los tiempos de López Obrador, la obra pública urbana --que incide una vez en el empleo-- será el detonador momentáneo del empleo. Pero la ciudad de México requiere además de empleo en el sector formal de la economía. Y la inversión privada no fluye en el DF por el desorden político propiciado por las propias autoridades capitalinas que responden a su militancia perredista.
Y tendrá que venir una explicación financiera. De acuerdo con datos oficiales, el desempleo en DF llegó en el segundo trimestre de 2007 a 5.9% de la población económicamente activa. Si la PEA en el DF es de 4.1 millones, entonces el 5.9 llega a casi 250 mil personas. Por tanto, se gastarán 4.4 mil millones de pesos anuales en subsidiar al desempleo. Así, la política social del gobierno del DF está lejos del concepto de bienestar social y muy metido en el criterio populista del asistencialismo del dinero regalado.
Lo grave de este enfoque económico de Ebrard es que forma parte del pensamiento económico neoliberal y su contenido social es populista. La racionalidad económica aconseja encarar los problemas en sus causas, no en sus efectos. El desempleo no es un problema en sí mismo sino que es consecuencia de la falta de inversión privada en el sector formal de la economía. Y el informe de Ebrard fue nulo en la definición de un modelo de desarrollo económico generador de empleo directo e indirecto en el sector formal.
Muy al estilo Ebrard, su ruta de escape son las confrontaciones. Al encarar con agresiones políticas a sus adversarios, Ebrard elude el debate y el análisis y se presenta como la víctima. Pero en el fondo su primer informe reveló la ausencia de un concepto de ciudad, fue aderezada con anuncios de autoritarismo policiaco contra el ciudadano con licencia de conducir y se resumió en el sometimiento a López Obrador por la controversia constitucional contra el gasolinazo.
Eso sí, Ebrard también aprovechó la ceremonia del informe de gobierno del DF para restaurar el Día del Jefe de Gobierno con una fiesta populista que recordó los tiempos de Echeverría y con ello pudo darle salida al priísta que todo perredista lleva dentro.
Por Carlos Ramírez.
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