miércoles, 19 de septiembre de 2007

Una reforma electoral en familia

Dominan priístas en tres partidos
A pesar de que urgía una reforma electoral para garantizar la democracia efectiva y proyectar la reorganización total del Estado,
el resultado fue una nueva modificación de las reglas electorales a la medida…
del PRI.
1.- El responsable electoral del PRD en las negociaciones fue Arturo Núñez Jiménez, un profesional del acomodo político. Cuando era priísta, Núñez acusó al PRD de inventar la “industria de la protesta”. Núñez sabe de elecciones, pero como operador de las trampas priístas.
Fue representante del PRI en la Comisión Federal Electoral de la noche del 2 de julio de 1988, defendió apasionadamente a Carlos Salinas y se burló de los cardenistas que alegaron la “caída del sistema de cómputo”. Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, no tuvo brazo golpeador más eficaz que el de Núñez.
2.- El responsable electoral del PAN en las negociaciones de la reforma fue Diódoro Carrasco Altamirano, gran cacique político de Oaxaca, operador de maniobras electorales a favor del PRI. La lucha Carrasco-Murat por el poder político en Oaxaca originó el problema actual en el estado.
Carrasco luego fue el secretario de Gobernación que metió la policía en la UNAM en el 2000 para arrestar a los líderes del CEU. Y con ese cargo operó las elecciones del 2000 a favor del candidato presidencial priísta Francisco Labastida, sólo que no pudo con Vicente Fox. Como operador labastidista combatió al PAN y al PRD. Cuando el PRI de Oaxaca lo expulsó por cacique, el oaxaqueño juarista Carrasco se refugió en el PAN antijuarista.
3.- El encargado responsable electoral del PRI en las negociaciones fue el ex gobernador hidalguense Jesús Murillo Karam, un cacique político de su entidad. A lo largo de un cuarto de siglo, Murillo ha sido un muy solicitado operador político de procesos electorales. Es una especie de padrino político de Diódoro Carrasco y fue colaborador de Núñez en algunas modificaciones electorales del pasado reciente. Murillo conoce los secretos electorales del PRI, por lo que sus aportaciones no fueron precisamente para contribuir a la democratización sino para evitar la cesión de espacios vitales para el tricolor.
Si como operador político del zedillismo José Francisco Ruiz Massieu afirmó que “las transiciones las hacen los dinosaurios”, también estaba cierto que las transiciones las pervertían también los dinosaurios.
Los redactores de la ley de la reforma política de España no fueron operadores electorales del franquismo, sino personalidades ajenas a las trampas electorales y con una calidad moral e intelectual suficiente para garantizar la relación reforma política-democracia.
En México la reforma electoral fue realizada por políticos de viejo cuño formados en las trampas priístas. Por eso las grandes decisiones tocaron al IFE, el gasto de campaña y la guerra sucia en las competencias y nada decidieron para desmantelar el aparato electoral controlado desde partidos y poderes. En el fondo, la causa originaria de los problemas electorales ha radicado en el control superior de los organismos electorales a partir de la vieja divisa priísta de que quien organiza las elecciones decide a los triunfadores.
La salida de Luis Carlos Ugalde y de los demás consejeros del IFE, por tanto, nada tiene que ver con las argumentaciones en circulación: mala organización del proceso y dependencia de Elba Esther Gordillo. Si las elecciones fueron oscuras, entonces hay ilegitimidad no sólo en el presidente de la república sino en los legisladores. Y si se revisan las notas de 1993, Ugalde no fue el candidato de la señora Gordillo.
La cacique del SNTE hizo todo para imponer a Fernando Zertuche. Ugalde fue posición de Roberto Madrazo como presidente del PRI. Y hoy las dos cámaras están dominadas por una mayoría madracista.
En el fondo se quiere imponer desde el legislativo a un consejero presidente sometido a la voluntad de los partidos. Los nombres que se barajan para suceder a Ugalde están contaminados por la subordinación a las bancadas legislativas. La gravedad del asunto radica en el hecho de que los dos principales candidatos a presidir el IFE vienen del seno de la comisión que redactó la reforma y que estuvieron sometidos a las órdenes de los partidos:
Diego Valadés, que llenó de priístas el Instituto de Investigaciones Jurídicas, procurador camachista en el DF y procurador general salinista, miembro del grupo dominado por Jorge Carpizo McGregor y por tanto guardián de la constitucionalidad priísta. Y Jorge Alcocer, duro oposicionista en la sesión de la CFE del 2 de julio de 1988 en defensa de Cuauhtémoc Cárdenas, subsecretario de Gobernación en el gobierno priísta de Zedillo, luego asesor panista de la presidencia electa de Felipe Calderón.
Es decir, el próximo consejero presidente del IFE saldrá del grupo que promovió una reforma a su modo, a su medida, no atendiendo las necesidades de la democracia. Por tanto, la reforma electoral fue un fracaso democrático, aunque una victoria priísta porque el PRI tendrá en el 2012 una estructura electoral a la medida de sus necesidades.

Por Carlos Ramírez.
Post RLB Punto Politico.

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