miércoles, 9 de abril de 2008

Disputa por el petróleo

Por un lado tenemos a un Andrés Manuel López Obrador que acusa a todos los que no piensan como él de ser traidores a la patria. Por el otro está un presidente de la república, Felipe Calderón, que asustado por las amenazas del “presidente legítimo” no se atreve a presentar una iniciativa propia para la reforma de la industria petrolera.

En el fondo, mientras tanto, tenemos a una actividad petrolera en el país que cada día se deteriora más.

Lo que quiere López Obrador, por supuesto, es aprovechar el debate sobre el petróleo para favorecer sus propósitos de alcanzar la Presidencia de la República. Por eso, en una serie de reuniones con sus simpatizantes, ha dejado en claro que considerará cualquier iniciativa que no sea la de él como un intento de privatizar a Pemex.

Para asegurar que se haga lo que él manda, el ex candidato presidencial ha amenazado con mandar a brigadas –como las de los partidos fascistas— para bloquear instalaciones productivas, calles, carreteras y sedes de poderes legislativos. Estas brigadas estarán encabezadas por mujeres para evitar que las fuerzas de seguridad impidan los bloqueos o para que, si lo hacen, se les pueda acusar de represión y brutalidad policial.

El presidente Calderón, mientras tanto, ha ordenado que se presente un diagnóstico sobre Pemex, que no nos dice nada nuevo, pero se ha negado a correr el riesgo político de presentar una iniciativa de reforma petrolera. Ha ordenado a los legisladores del PAN lo hagan, pero esto hace todavía más difícil que la propuesta pueda ser aceptada por los legisladores del PRI. El presidente no quiere que López Obrador lo acuse de privatizador.

Y mientras los políticos maniobran, la producción de petróleo crudo está declinando como consecuencia del agotamiento del yacimiento de Cantarell en la sonda de Campeche.

En los dos primeros meses del 2008 se registró un promedio de 2.94 millones de barriles diarios, mucho menos que los 3.4 millones del 2004. Las reservas probadas están cayendo constantemente. Éstas apenas rebasaban los 14 mil millones de barriles a fines del 2007.
Con la actual producción, nos quedan reservas para nueve años. La tasa de reposición de reservas de Pemex, mientras tanto, es de 50 por ciento al año, lo cual quiere decir que de lo que se produce sólo se incorpora un 50 por ciento de nuevas reservas a los registros de la empresa. Esto llevará tarde o temprano al agotamiento. Otras empresas del mundo están incorporando reservas a tasas de 100 por ciento o más de su producción.

Tanto el gobierno de la república como el PRI --cuyo voto en el Congreso es crucial para la aprobación de cualquier iniciativa, ante la falta de mayoría absoluta del PAN y el rechazo del PRD y el FAP de aprobar cualquier iniciativa que no sea de ellos-- han señalado que no harán una reforma que implique la privatización de Pemex.
De hecho, aunque quisieran privatizarla, es muy difícil que hubiera compradores para una empresa con tantos problemas. Pero el que los políticos estén rechazando la privatización no significa que no se deba hacer una reforma a fondo.

Si dejamos que la industria petrolera de nuestro país siga operando como hasta ahora continuaremos obteniendo los mismos resultados que ahora. Y esto significa que en un tiempo relativamente corto nos convertiremos en importadores de petróleo. Quizá esto es lo que desea López Obrador. Pero los políticos del PRI y del PAN no pueden permitir que eso ocurra en nuestro país.

Por Sergio Sarmiento.
Post RLB Punto Político.

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