Felipe Calderón ganó la elección presidencial de julio de 2006 al convencer a los mexicanos de que era el candidato que podría conseguirles estándares de vida del siglo XXI. Una economía más robusta no era sólo una promesa en la campaña de Calderón, era la promesa de campaña.
Para cumplir, Calderón sabía que tendría que confrontar a los gigantes monopolios del país, los cuales se regodean en privilegios a costa del consumidor. El ejemplo más nítido de estas prácticas es la petrolera estatal Pemex.
Ahora, cuando Calderón ha cumplido 16 meses en el gobierno, el esfuerzo para lograr siquiera una reforma limitada en Pemex está en graves aprietos. Para entender las razones, es útil recordar al famoso consejo de "Deep Throat" (garganta profunda) a Bob Woodward, uno de los periodistas que expuso el escándalo Watergate que desembocó en la renuncia de Richard Nixon, "siga el dinero". A pesar de los mitos, la razón por la que Pemex es considerada una vaca sagrada tiene mucho menos que ver con el nacionalismo que con quién se beneficia de su poder monopólico.
Durante la década pasada, México sabiamente se ha diversificado para depender menos de la producción petrolera como su principal fuente de ingresos. Pero las ganancias del petróleo siguen siendo una fuente importante de financiamiento. En 2006, la contribución del petróleo al presupuesto federal fue de US $43.900 millones, un 37%.
Esa fuente de ganancias no está garantizada a perpetuidad. A finales del mes pasado, el gobierno de Calderón reveló un estudio de 130 páginas que descubrió que los pozos petroleros existentes se están secando más rápido de lo que empiezan a andar los nuevos. En resumen: la producción de Pemex, como lo puso Georgina Kessel, secretaria de Energía, ha "caído constantemente" en los pasados tres años. No es que el petróleo ya no esté ahí. Las reservas son abundantes, pero que no están siendo explotadas. Como resultado, dijo, México "dejó de obtener ingresos por alrededor de US $10.000 millones anuales, casi tres veces el presupuesto anual del programa Oportunidades (programa social del gobierno con miras a los pobres del país), la principal herramienta de combate a la pobreza".
En diciembre de 2006, la producción diaria cayó por debajo de los tres millones de barriles al día por primera vez desde 2001, y se espera que continúe reduciéndose. Para 2012, la secretaría prevé que la producción caerá unos 800.000 barriles diarios en sus principales pozos. Para 2018 la producción diaria bajará 1,5 millones de barriles.
Este magro desempeño significa que, como competidor global, Pemex está cediendo terreno. La compañía es la undécima petrolera del mundo, tras haber caído del lugar número seis que tenía en 2004. "Mientras otras naciones se enriquecen del petróleo de aguas profundas en la zona fronteriza, nuestro país simplemente lo desaprovecha y corre el riesgo de perderlo", dijo Kessel.
Pemex también es incapaz de servir al mercado local. "Hoy, cuatro de cada 10 litros de gasolina que se consumen en el país son importados", dijo Kessel. En una conferencia de Energía entre México y Noruega el año pasado, la Secretaría de Energía reportó que se espera que la demanda de gasolina crezca anualmente un 3,9% en los próximos 10 años. Sin nuevas capacidades de refinación, México necesitará importar 415.000 barriles diarios para 2015.
Estas no son buenas noticias para los estadounidenses que enfrentan los altos precios. La capacidad de refinación en EE.UU. ya está sobrecargada. La secretaría dice que también se espera que crezcan rápidamente las importaciones petroquímicas porque la industria mexicana tiene "una cadena de producción desintegrada, altos costos de producción, baja competitividad y bajos niveles de inversión".
¿Cómo revertir la situación y convertir a México en el país con auge petrolero que debería ser? Eso es fácil: permitir la propiedad privada. Los exploradores privados de petróleo convertirían a México en un chorro de oro negro. La riqueza mexicana se incrementaría.
Tales herejías no pueden ser siquiera susurradas en México, aunque no porque los mexicanos no puedan ser convencidos de que hay una mejor manera de hacer las cosas. La razón es que los guardianes del status quo (políticos, proveedores y mano de obra) podrían sufrir si la competencia llega al mercado. Los contratistas privados que "abastecen" a Pemex están acostumbrados a transacciones de negocios atadas a conexiones políticas. Si hubiera múltiples compradores en competencia, esos márgenes de ganancias políticas podrían evaporarse. A las petroleras privadas que luchan por obtener buenos retornos podrían mirar con cuidado los cobros de los proveedores.
La competencia reduciría los incentivos para la corrupción y las nóminas tendrían que ser justificadas de modo que el sindicato también perdería poder. El último que tiene un interés creado es el Congreso, donde muchos miembros actúan como intermediarios entre Pemex y los contratistas. Como un famoso miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo explicó una vez: "un político que pobre es un pobre político".
Sin embargo, sin nueva inversión México dirá adiós a su legado como un productor de petróleo de primer nivel y a las ganancias que acompañan a ese status. Por eso, el gobierno busca una manera de permitir que el sector privado entre en la industria petrolera sin renunciar al monopolio. Como señaló el reporte de la Secretaría de Energía, todas las compañías estatales de petróleo ahora colaboran con terceros como una manera de impulsar su competitividad.
Hace tres meses, el apoyo del Congreso para los cambios que tendrían que permitir la inversión privada en la distribución, refinación y exploración de aguas profundas parecía al alcance, porque el PRI parecía dispuesto a respaldar a Calderón y su Partido Acción Nacional (PAN). Entonces, salió a la luz el hecho de que el secretario de Gobernación firmó contratos de Pemex para su negocio familiar cuando era secretario de Energía.
El ministro de Gobernación dice que no hizo nada malo. Pero los líderes del PRI ahora dicen que no apoyarán la reforma. Lo que realmente significa es que ahora tienen el poder para demandar nuevas concesiones a cambio de ayudar al gobierno, inmerso en un escándalo, a conseguir una victoria política.
Irónicamente, si el PRI bloquea la reforma, preservaría las mismas prácticas por las que ahora finge indignación. Considerando la larga historia de corrupción en el partido, es difícil considerar sus objeciones como algo más que envidia por conseguir esos contratos.
Mientras tanto, Calderón advirtió la semana pasada que el tiempo se acaba y el gobierno debe actuar "antes de que sea demasiado tarde". Por otra parte, si el PRI quiere derrumbar Pemex, tal vez Calderón deba dar un paso atrás y dejar que eso pase. Quizá sea la única manera de privar de comida al más voraz de los dinosaurios mexicanos.
Por Mary Anastasia O´Grady.
Post RLB Punto Politico.
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