A pesar de los llamados a la concordia, el país ya cruzó el punto de no retorno de la confrontación. La verdad es que ninguno de los sectores en conflicto quiere pactar algún acuerdo político para las transformaciones estructurales
México se ha convertido en un país en disputa. Pero ya no entre proyectos de desarrollo nacional o de nación, sino entre grupos: López Obrador perdió las elecciones y quiere apropiarse de la república, Calderón ganó las elecciones y no quiere que el PAN pierda el poder, el PRI sabe que no puede ganar y está condicionando su apoyo a cambio de la protección de instituciones del viejo régimen.
La sociedad asiste pasmada a estos jaloneos. Una parte de la sociedad ha sido acarreada por López Obrador a una confrontación insurreccional. Por ejemplo, el tabasqueño sabe que carece de la mayoría legislativa para impulsar su proyecto de privatización de Pemex --que lo tiene--, pero ha movido a sus comandos para bloquear las entradas al Palacio Legislativo donde participan legisladores del PRD.
El PAN ha escondido su iniciativa de reforma energética para apostarle a la estrategia del desgaste, pero con ello contribuyendo a aumentar el encono de la nación. Y el PRI anda a la caza de los espacios en donde se requiere su base política para vender sus votos a cambio de espacios de poder que nunca tendría ya por la vía electoral.
El país se encuentra metido en una zona de ruptura revolucionaria, aunque al final las instituciones se van a imponer pero pagando un enorme costo político. El gobierno de Calderón ha preferido impulsar sus reformas modernizadoras y privatizadoras sin buscar espacios de negociación. Y cuando ha carecido de la mayoría, ha tenido que pactar con el PRI una disminución de la profundidad de esas reformas. Así pasó con la reforma fiscal y con la reforma del ISSSTE. Así le va a ocurrir a la reforma energética. No serán finalmente las reformas que necesita el país, sino que serán las reformas posibles de las negociones entre las élites.
Al país le hace falta la gran convocatoria al pacto para la transición. Como nos encontramos en un escenario político similar al de mediados del siglo XIX --en el que perdimos la mitad del territorio por la guerra civil--, entonces no estaría mal regresar a uno de los grandes legisladores de entonces: Mariano Otero propuso, entre el caos de entonces, un “acuerdo en lo fundamental”.
Las confrontaciones han sido siempre dañinas para el país. Hoy vemos que el país no puede avanzar porque hay una fuerza que empuja y otra que resiste. Por eso es que la salida se encuentra en un pacto político para la reconstrucción de la república.
Por Carlos Ramírez.
La sociedad asiste pasmada a estos jaloneos. Una parte de la sociedad ha sido acarreada por López Obrador a una confrontación insurreccional. Por ejemplo, el tabasqueño sabe que carece de la mayoría legislativa para impulsar su proyecto de privatización de Pemex --que lo tiene--, pero ha movido a sus comandos para bloquear las entradas al Palacio Legislativo donde participan legisladores del PRD.
El PAN ha escondido su iniciativa de reforma energética para apostarle a la estrategia del desgaste, pero con ello contribuyendo a aumentar el encono de la nación. Y el PRI anda a la caza de los espacios en donde se requiere su base política para vender sus votos a cambio de espacios de poder que nunca tendría ya por la vía electoral.
El país se encuentra metido en una zona de ruptura revolucionaria, aunque al final las instituciones se van a imponer pero pagando un enorme costo político. El gobierno de Calderón ha preferido impulsar sus reformas modernizadoras y privatizadoras sin buscar espacios de negociación. Y cuando ha carecido de la mayoría, ha tenido que pactar con el PRI una disminución de la profundidad de esas reformas. Así pasó con la reforma fiscal y con la reforma del ISSSTE. Así le va a ocurrir a la reforma energética. No serán finalmente las reformas que necesita el país, sino que serán las reformas posibles de las negociones entre las élites.
Al país le hace falta la gran convocatoria al pacto para la transición. Como nos encontramos en un escenario político similar al de mediados del siglo XIX --en el que perdimos la mitad del territorio por la guerra civil--, entonces no estaría mal regresar a uno de los grandes legisladores de entonces: Mariano Otero propuso, entre el caos de entonces, un “acuerdo en lo fundamental”.
Las confrontaciones han sido siempre dañinas para el país. Hoy vemos que el país no puede avanzar porque hay una fuerza que empuja y otra que resiste. Por eso es que la salida se encuentra en un pacto político para la reconstrucción de la república.
Por Carlos Ramírez.
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