Más que la guerrilla en sí misma, los bombazos del fin de semana obligan a las organizaciones sociales a definir el camino de su acción política: la vía política e institucional que avala la alternancia o la vía armada que llevaría a indicios de guerra civil.
Por sí misma, la guerrilla se encuentra limitada. Por eso sus acciones son políticas y sobre todo propagandísticas. A pesar de incursiones espectaculares y de conferencias prensa en la clandestinidad, las organizaciones guerrilleras carecen de capacidad organizativa, su discurso ideológico es ajeno a la dinámica del proceso político y su margen de acción social y militar es bastante estrecho.
El dato más significativo de la reaparición espectacular de la guerrilla no radica en la dimensión de los bombazos por los daños civiles ni en los anuncios de una coordinadora de grupos armados, sino en la vinculación política y posiblemente orgánica de la guerrilla con un movimiento social consolidado y con el PRD a través del apoyo abierto y sin límites de López Obrador, el PRD y el Frente AMLO que involucra al PT y a Convergencia. Es decir, la guerrilla armada podría derivar en el brazo armado de organizaciones sociales y políticas que aspiran al poder y que operan en Oaxaca.
Por tanto, el principal análisis que se debe hacer de la reaparición violenta de la guerrilla estaría en la posibilidad del regreso de la vía armada para acceder al poder, sólo que al lado de organizaciones sociales y políticas con registros legales. De suyo, el ejercicio de la vía armada sería la exclusión automática de la vía legal, institucional y constitucional. En este contexto, corresponderá a la APPO, a la 22, al PRD, a López Obrador y al Frente AMLO definir si decidieron ya dar por cancelada la vía pacífica e institucional y dieron el paso hacia delante para pugnar por el derrocamiento del partido en el poder por la vía armada.
Del otro lado, sin embargo, las posibilidades de la guerrilla son limitadas. Su capacidad militar es mucho menor que su ofensiva política y de propaganda. Tan ha sido así, que las guerrillas realizan operaciones violentas en momentos de oscuridad y desde la clandestinidad porque su capacidad militar no se compara con la de las fuerzas armadas y policiacas institucionales. En los últimos años, la guerrilla ha tenido apariciones de propaganda política y para estallar algunos petardos. Los bombazos del fin de semana pasado sólo causaron temor en la población civil.
Asimismo, la capacidad de financiamiento de una guerrilla es baja. En el pasado, las organizaciones guerrilleras se financiaban con el producto de asaltos bancarios y secuestros de personalidades y algunas de ellas --muy pocas-- padecen la sospecha de que reciben fondos del narcotráfico a nivel regional. Sin esas fuentes de dinero, las posibilidades de existencia de la guerrilla son prácticamente nulas. Y hasta ahora, no existen indicios de aumento en los asaltos bancarios o en los secuestros.
Otra dificultad orgánica que existe en la guerrilla radica en la inflexibilidad ideológica. De hecho, la proliferación de grupos guerrilleros radica en sus definiciones de proyectos políticos.
Los razonamientos marxistas-leninistas suelen ser rígidos y ello conduce a rupturas internas. Por tanto, las reaglutinaciones de grupos guerrilleros en torno a grupos coordinadores no tienen viabilidad y durarán más bien por razones de dogmatismo ideológico.
Y se agudizarán conforme la APPO se vea obligaba a abrir mesas de negociación para una salida política al conflicto oaxaqueño.
En este contexto, la aparición de la guerrilla bien podría tratarse de una acción espectacular sin correlaciones políticas. El comunicado de Partido Democrático Popular Revolucionario-EPR del 3 de noviembre reveló que la lucha de resistencia en las inmediaciones de Ciudad Universitaria estuvo a cargo de facciones de la guerrilla y no de la sociedad indignada. En ese texto, el EPR fue claro en la aportación de datos reveladores: la lucha en CU “ha sido una demostración de formas de lucha que se van adecuando a la coyuntura y al enemigo de clase; ya lo habíamos dicho en días pasados: la lucha apenas comienza”.
La incorporación de la guerrilla a la defensa territorial de los espacios de la APPO y con bombazos asumidos como apoyo a la APPO y a López Obrador dibuja el perfil, ahora sí, de una crisis política. El elemento de la vía armada en un conflicto político y social podría convertir a Oaxaca, y desde luego al DF por la pasividad del gobierno perredista capitalino en la investigación y anulación de grupos guerrilleros, en el fermento de una posible guerra armada en la lucha por el poder político.
Asimismo, la intervención de la guerrilla y el apoyo de López Obrador y el Frente AMLO a la APPO le dieron un giro espectacular al conflicto en Oaxaca. Y paradójicamente, ese involucramiento se convirtió en un factor favorable al gobernador Ulises Ruiz porque su renuncia se metió en la ofensiva de un grupo armado. De ahí la urgente redefinición que deben dar la APPO y la 22 de maestros sobre la renuncia del gobernador de Oaxaca: parte de una agenda política o punto inflexible en los objetivos armados de un grupo guerrillero.
Y lo más importante: López Obrador y el PRD deben aclarar la vía de acceso al poder: la constitucional, política e institucional o la vía armada.
Por Carlos Ramírez
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