La larga escena de conflictos violentos
en la Cámara de Diputados
puede resumirse en una breve percepción política:
el PAN y el PRD se liaron a golpes para
mantener vigente una de
las tradiciones cortesanas que inventó el PRI
para fundar la república monárquica sexenal.
Y al final, se trató de una disputa histórica:
los panistas contra los priístas
hoy vistiendo el disfraz de perredistas.
Y más allá de las interpretaciones pesimistas que llevan a sentir la pena ajena por una nación que se ha convertido en el ridículo mundial por su regreso a la condición de país bananero, el trasfondo habla del fracaso de la izquierda. La política es, al final de cuentas, una tensión para la redistribución del poder.
Pero el PRD regresó al venero dictatorial del PRI y quiere todo el poder, aunque a costa de perder precisamente todo el poder. Y el PAN logró arrinconar al PRD en la violencia y con ello redefinir el ejercicio del poder como el dominio de la fuerza.
La única conclusión de lo ocurrido en las últimas horas en la Cámara de Diputados es la certeza de que el viejo régimen priísta se está cayendo a pedazos, pero sin tener indicios de la construcción del nuevo régimen.
El PAN se enfila hacia la conformación de un nuevo Estado con partido hegemónico, gracias, por cierto, a las locuras de López Obrador y el PRD.
Se los dijo Jesús Reyes Heroles al Partido Comunista Mexicano cuando solicitó el registro como partido legal, en 1978: “llevar al régimen a la derecha depende (…) de la ineficacia de la izquierda en impedirlo”.
Los radicalismos del PRD le han quitado autoridad política y moral a la izquierda perredista para operar con un equilibrio político. Al contrario, dialécticamente --justamente esa dialéctica marxista que la izquierda neopopulista perredista-priísta-- los radicalismos violentos del PRD han llevado al fortalecimiento del Estado como autoridad de fuerza: ya ocurrió en Oaxaca y Atenco, va a darse en el poder legislativo y es el mensaje de Calderón con el nombramiento de Francisco Ramírez Acuña como secretario de Gobernación.
En lugar de privilegiar la política y convertir a la izquierda en un dique de contención de la derecha, López Obrador ha convertido en su ideólogo al provocador Gerardo Fernández Noroña. De nuevo hay que acudir a Reyes Heroles en su discurso al PCM: “no puede estar en la lógica de las minorías que aspiran a gobernar intentar el desgarramiento del aparato estatal, no puede estar en la lógica de los gobernantes permitir el desgarramiento del aparato estatal, pues de hacerlo, no cumplirían con las mayorías ni con las minorías y mucho menos con el propio Estado”. El Estado se defiende con el Estado.
El perredismo lopezobradorista ha demeritado la política. En su afán por no pasar a la historia como un derrotado, López Obrador ya incendió las calles y ahora quiere chamuscar al parlamento. ¿Hasta ese nivel pudo llegar el PRD que nació del PCM y del conflicto de 1988? Su misión política, en realidad, era otra: no entregarle el poder a la ambición personal y vulgar de López Obrador sino construir una opción social. Pero el tabasqueño ya transformó a los legisladores perredistas en vándalos del lumpen.
¿Se trataba de eso? ¿Para eso quiere el poder el PRD? Su papel, en realidad, era otro. En uno de sus memorables discursos como diputado en la segunda república española, en julio de 1931, el filósofo siempre vigente José Ortega y Gasset pronunció un razonamiento para fundamentar el papel político e ideológico de la minoría:
“Padecen gravísimo error los que presumen que podemos hacer la democracia que nos venga en gana. Tenemos que hacer la democracia que hoy es posible, y sólo ésa. Pues bien: mientras la antigua era linfática, barroca y lentísima, la actual tiene que ser magra, acerada y urgentísima. Por eso es preciso evitar toda pérdida de tiempo y de esfuerzo. Al que no es de este tiempo no le importa perderlo; pero nosotros estamos resueltos a que se haga una España infinitamente actual, que se sienta firme, con las garras sobre la línea matinal del horizonte.
“Por eso es preciso que no perdamos tiempo; que no se reproduzcan las escenas lamentables en el Parlamento que recuerden los pretéritos. Nada de divagaciones ni de tratar frívolamente los problemas, que sólo una labor técnica difícil puede aclarar; sobre todo, nada de estultos e inútiles vocingleos, violencias en el lenguaje o en el ademán. Porque es plena evidencia que hay, sobre todo, tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”.
Y agregó:
“Política, señores ministros, es ante todo dibujar atractivos, animadores horizontes”.
Ante la amenaza violenta del PRD de impedir a toda costa la toma de posesión del único presidente legítimo --por mandato de las instituciones--, Felipe Calderón, la bancada del PAN se preparó secretamente en artes marciales para responder al perredismo con sus mismas violencias. En medio quedó la imposibilidad de pactar una transición de sistema político.
Por tanto, el reforzamiento del viejo régimen priísta será impulsado por Calderón y el PAN ante la pasividad y desorden en el PRI y empujado por la violencia del PRD. En el 2009 el PAN se perfila con la posibilidad de una mayoría absoluta por el fracaso del PRD como oposición viable.
El Diario Político de los Días Finales no tiene más que insistir en sus advertencias: el PRI y el PRD como oposición serán responsables históricos del fracaso de la transición a la democracia.
Y de llevar al país no por los caminos de las posibilidades de la transición española, sino por los agrestes senderos de la frustración soviética.
El fantasma de Gorbachov se quedó a dormir estos días en San Lázaro, una zona que antes se conoció como Cámara de Diputados y hoy se dibuja como una Duma de imposibilidades democráticas.
Por Carlos Ramírez
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