Hace 25 años,
pasadas las seis de la tarde del 23 de febrero de 1981,
en Madrid, al mando de unos 200 guardias civiles,
el teniente coronel de la Guardia Civil,
Antonio Tejero Molina,
que en esos momentos celebraba
la sesión de investidura como español.
El secuestro del Congreso de los diputados duró hasta las 10 de la mañana del cuando se entregó el golpista al fracasar su movimiento. Y ésa fue la prueba más aparatosa que tuvo que pasar la transición española a la democracia, iniciada unos años antes, con la muerte del dictador Francisco Franco.Tejero fue procesado y encarcelado.
Permaneció en la prisión de hasta en que salió en libertad condicional, es decir 15 años después de su golpe de estado de opereta.
Además fue expulsado del ejército español y privado de una serie de derechos políticos, como corresponde a quien desafía las reglas del juego de toda democracia.
Gracias a que el Estado español pudo activar en poco más de 15 horas los recursos legales a su alcance para preservar la democracia y castigar a su atacante conforme a la ley, en palabras del líder socialista y ex presidente del gobierno español, Felipe González, España ha visto pasar en este cuarto de siglo los mejores 25 años de su historia, incluyendo los imperios de Felipe segundo o Carlos quinto.
A nadie se le ocurrió "negociar" con el golpista, porque eso hubiera significado comprometer la transición democrática. Y ningún grupo parlamentario español —de partido alguno— tuvo en aquel 1981 la menor expresión de defensa, justificación o al menos de explicación del aberrante comportamiento golpista de la toma del Congreso para impedir la investidura presidencial de Calvo Sotelo.
En México, sin embargo, si no ha ocurrido un milagro para las horas en que esté usted frente a estas líneas, este jueves 30 de abril se habrán completado o estarán por completarse 48 horas del secuestro del Congreso mexicano por una minoría golpista (los legisladores del PRD) bajo instrucciones de su caudillo de evitar la investidura del presidente elegido en las urnas.
Al lado de los golpistas, permanecerá otra minoría, poco mayor -la del PAN, el partido del nuevo presidente- que seguirá tratando de hacer justicia por propia mano, preservando un espacio de la sede parlamentaria para la toma de posesión del Presidente electo, ante la incapacidad de mantener el orden legal de los órganos constitucionales del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo o el Judicial.
Mientras una minoría todavía menor a las dos anteriores -la del PRI- alejada de un compromiso serio con la institucionalidad y el estado de Derecho, seguirá tratando de sacar provecho de la confusión, de venderle terror a unos y favores a otros, negociando que cada quien saque algún beneficio, real o simbólico, siempre y cuando dejen alguna comisión -en recursos de algún tipo-a las cabecillas del otrora partido dominante.
El tricornio del diputado Varela Negociar con los Tejeros —los Tejerillos, más de opereta que el original— o con Amlo, el Tejero mayor, del que los primeros reciben órdenes, es, en síntesis, la propuesta priista.Y si la imagen del tricornio que ridículamente coronaba la testa del golpista en 1981, con las manos ocupadas en una arma y la mirada febril le dio varias vueltas al mundo, para escarnio y advertencia de la España moderna que despuntaba hace un cuarto de siglo, esta vez dominan en la agenda nacional y en la internacional las imágenes del grotesco intento de golpe de las huestes de Amlo.
Una de esas imágenes emblemáticas del secuestro de hoy del Congreso mexicano, que anoche se mantenía en la televisión europea, fue aquella en la que se ve al diputado perredista Víctor Varela acostado sobre la mesa de la mesa de la presidencia de debates.
En los medios impresos de ayer la publicaron en primera plana Milenio, El Universal, La Jornada y Reforma. Pero la que usó Excélsior es la que captó el momento en que el legislador perredista caía después de ser empujado por los panistas.Efe -la agencia española-sintetizaba ayer: "Los diputados de izquierda y de derecha de México conviven desde hace más de 24 horas en la tribuna de la Cámara Baja, enfrentados por la ceremonia de investidura del conservador Felipe Calderón como presidente del país.
Los legisladores pasaron juntos la noche del martes después de haber iniciado una trifulca en la tribuna de la Cámara de los Diputados, donde Calderón debe jurar el cargo, y allí piensan permanecer hasta entonces. Los legisladores del PRD (izquierda) están dispuestos a reventar el acto de toma de posesión, y los del PAN, a evitar que esto suceda".
Por José Carreño Carlón.
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