sábado, 26 de mayo de 2007

Amlo y Los medios.

Ni como jefe de gobierno,
ni como candidato presidencial,
tuvo un proyecto definido o vanguardista,
ni se caracterizó por su visión de Estado.
AMLO era ocurrente y eso cuenta en cuestión de “imagen”,
pero manejar un discurso articulado le cuesta mucho trabajo.
Por eso no participó en el primer debate,
ni polemizó con Cárdenas o Marcos en su momento
Sintonizo con frecuencia el programa radiofónico de Carmen Aristegui. Escuché completa la entrevista que le hizo a AMLO el pasado lunes.
En media hora de conversación trataron varios aspectos de la antipáticamente llamada “agenda nacional”. Después de oír al tabasqueño, me tomé dos onzas de Melox en las rocas y definí el título de mi columna.
Me llamó la atención que AMLO se refiriera a Calderón como un presidente mediático, que hiciera alusiones a la manera en la que se manejan los tiempos informativos en la televisión española y el grado de injusticia que priva en México si establecemos la referencia ibérica como punto de comparación.

Es evidente que AMLO se encuentra entrampado en un discurso y una práctica cada vez más radicales, hasta cierto punto comprensibles si realmente se dio un fraude técnico, inexplicables si no lo hubo, pero poco funcionales para una oposición que a pesar de haber logrado cuando menos quince millones de votos, se encuentra paralizada porque la única línea de acción válida es justamente la de la autonombrada presidencia legítima, carente de programa y practicante de un peligroso excluyentismo que sigue tensando las cuerdas en varios frentes en los que el PRD es gobierno, donde el PRD tiene facultades para legislar o incluso donde el PRD pretende gobernar.
Carmen Aristegui hizo una entrevista que a mi juicio le faltó malicia, pero que puso de manifiesto el carácter y las circunstancias contradictorias en las que se encuentra envuelto este singular personaje que ciertamente dejó de ser noticia.

Es decir, la crítica que desde la mitad de su campaña a la fecha le ha propinado AMLO a la televisión, la radio e incluso la prensa, sería consecuente si proviniera de un personaje que a lo largo de su carrera le hubiera marcado límites a la videopolítica por los nocivos efectos que ésta le causa a la vida pública, como ahora lo hace Marcelo Ebrard porque así lo piensa o porque simplemente no le queda de otra y como por desgracia ya no lo hace Calderón quien como en la mejor época de los Fox, le está inyectando recursos públicos a los medios para “posicionar” sus 100 días de gestión, mandando con ello un mensaje desalentador para quienes suponen que en su administración habrá leyes que le pongan freno a los llamados poderes fácticos que pervirtieron el ejercicio de gobierno. ¿Pero por qué en el caso de AMLO hablamos de inconsecuencia?

HABLEMOS CON CLARIDAD, un fenómeno masivo como el encabezado por el tabasqueño, se explica sólo en función de sus apariciones mediáticas, y, más concretamente, en función de las teleocurrencias difundidas por la televisión abierta durante casi seis años consecutivos.
Ni como jefe de gobierno, ni como candidato presidencial, tuvo un proyecto definido o vanguardista, ni se caracterizó por su visión de Estado. AMLO era ocurrente y eso cuenta en cuestión de “imagen”, pero manejar un discurso articulado le cuesta mucho trabajo. Por eso no participó en el primer debate, ni polemizó con Cárdenas o Marcos en su momento.
Sometido al implacable timing de la telecracia que ahora desprecia, cuidaba su perfil público en el contexto donde él y su rival tendrían la batalla decisiva por los votos: el amplio escenario del analfabetismo funcional. Muchos de sus seguidores veían en AMLO cualidades más propias del mundo de la farándula que el de la política, hablaban mucho de su “carisma”, pero no de su conocimiento de economía o política internacional. Nunca se le vio debatir en ningún diario con algún texto polémico que llevara su firma, por ejemplo.

AMLO descubrió en la figura de las conferencias mañaneras una ventana gratuita no para hablar de los problemas de la metrópoli, sino para apuntalar su campaña a la Presidencia de la República desde los primeros años de gobierno al frente del D.F.
Y el numerito, asesorado por “creativos” como la publicista Teresa Struck que se llevó jugosas tajadas del presupuesto capitalino, le funcionó; como le funcionó también el martirologio al que lo condenó Fox, con su proverbial torpeza, en la cuestión del desafuero.
Sin embargo, a partir de ese momento, la balanza le empezó a resultar desfavorable. Se trató de un proceso gradual, justo es decirlo, pero muy evidente.
Los medios le dieron más importancia a los asuntos del Vaticano que a la concentración contra el desafuero. Después, Leonel Cota advirtió que habría poca “inversión” en medios durante la campaña y a los grandes concesionarios ese anuncio ya no les hizo ninguna gracia.

Aun así todavía los levantadedos al servicio del ex jefe de gobierno le dieron fast-track a la Ley Televisa. Pero a mediados de campaña, y pese a las múltiples advertencias, el candidato de la coalición (ahora FAP) se dio cuenta que no podía llegar vivo al 2 de julio sin mocharse con quienes lo inventaron.

Y aunque ya había dado marcha atrás en su apoyo a la Ley Televisa (al igual que los diputados a su servicio) e iniciado el proceso de fustigamiento contra los medios, tuvo que apechugar e “invertir” tardíamente y a regañadientes en spots. También se vio obligado a participar en el segundo debate. Pero ya era demasiado tarde, la enorme ventaja que le llevaba a Calderón se redujo a un empate técnico, lo que por cierto le llevó a fustigar las encuestas que meses atrás idolatraba y desempolvaba ufano a la menor provocación.

POR ESO SOSTENGO que su crítica es inconsecuente, que hay elementos de verdad en ella, cierto, y por eso su caso es dramático. Ya lo había escrito alguna vez, ahora lo ratifico: AMLO, como Fox, como Marta Sahagún y otros especimenes de la misma naturaleza alimentaron el morbo nacional y se convirtieron en los personajes de una telenovela muy barata de cobertura nacional, todos ellos se deben a la “tele”, la mamá electrónica de muchos políticos sin grandeza pero con un Edipo hertziano que los mantiene hipnotizados.

Ahora AMLO camina por un sendero radical que requiere de sombríos financiamientos y le apuesta a las “movilizaciones”, cada vez más deslucidas, como método de presión. Está en su derecho.
Mi opinión es que además de soberbio, es cerril, porque sin renunciar a su lucha ante el presunto fraude, sin claudicar a sus “principios”, que ha demostrado no tener en muchas otras facetas de su vida pública, podría encabezar un movimiento opositor inteligente que sin duda nos hace falta. Sin embargo, todo indica que los dados ya están echados y más que un líder opositor, tendremos a un orador vociferante que se pasará seis años recorriendo el país oponiéndose a todo y dorándole la píldora al analfabeta funcional.

Todo esto, sin quienes están a su lado se den cuenta de que este es el mejor camino para el suicidio político, allá ellos.Es labor de la sociedad estar al pendiente de lo que acontezca en el terreno legislativo, pues es un hecho que debemos ponerle freno a la voracidad de los grandes concesionarios que seguirán presionando para que los políticos trabajen en función de intereses tentaculares que debilitan la fortaleza del Estado.

Por David Gutiérrez Fuentes.
RLB Punto Politico.

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