jueves, 10 de mayo de 2007

Ebrard, intendente de AMLO y Bejarano

Dan Calentadita de despedida a Ahumada


Luego de ganar todas las instancias y recibir una sentencia absolutoria de un juez, el empresario y editor Carlos Ahumada no pudo obtener su libertad. Policías judiciales del DF lo detuvieron con abuso de fuerza y lo sumieron de nueva cuenta en las catacumbas del sistema judicial perredista en el DF.
La agresión contra Ahumada simplemente confirmó los escasos márgenes de maniobra de Marcelo Ebrard como jefe de gobierno. La agenda de asuntos políticos del gobierno del DF sigue dominada por Andrés Manuel López Obrador. Ahumada representó la gran derrota del tabasqueño en su carrera presidencial, porque los videos sobre la corrupción en el gobierno capitalino exhibieron el lado oscuro del poder de López Obrador.

Por eso a Ahumada le fabricaron acusaciones. El responsable fue el procurador de López Obrador, Bernardo Bátiz. Pero su sucesor Rodolfo Félix Cárdenas no se ha quedado atrás. La agresión contra el empresario al salir en libertad del reclusorio fue responsabilidad directa de Félix, hijo por cierto de uno de los más importantes colaboradores de Fernando Gutiérrez Barrios en la Federal de Seguridad. El operativo contra Ahumada fue típico de la represión de la policía política del priísmo.

La ofensiva contra Ahumada reveló dos hechos graves: la politización de la justicia en el DF y la orden terminante de López Obrador de que Ahumada no debe salir de la cárcel. Otro dato completaría el escenario: el papel activo nuevamente de René Bejarano en el PRD y en el equipo político de López Obrador. No hay que olvidar que minutos después del video donde aparecía retacándose los bolsillos de dinero, Bejarano confesó que López Obrador sabía de sus operaciones para obtener dinero secreto. En plena campaña presidencial, López Obrador, a su vez, confesó que el dinero de Ahumada había servido para las campañas perredistas en el DF.

Ahumada quedó atrapado en el conflicto de López Obrador contra Cárdenas y Rosario Robles. La distribución de videos que hizo el empresario y editor fue un golpe severo contra la credibilidad de López Obrador como jefe de gobierno. La tesis del compló fue una evasión de la responsabilidad ética de López Obrador en la extorsión a un empresario constructor: dinero a cambio de favores políticos.

Arrestado con expedientes manipulados por Bátiz, Ahumada se convirtió en preso político de López Obrador. Y hoy lo es de Marcelo. Al final, la consigna de López Obrador era que Ahumada no debía salir nunca de la cárcel. Lamentablemente para Ahumada, las ONG de derechos humanos controladas por el PRD se han hecho las desentendidas del expediente. Pero de todos modos, la liberación final de Ahumada fue una victoria de la ley.

Mientras Ahumada permaneció tres años en la cárcel, Bejarano salió libre rápidamente. La maniobra judicial fue operada por Bernardo Bátiz, entonces procurador y hoy flamante ministro de Justicia del gobierno carnavalesco de López Obrador. El expediente de solicitud de desafuero contra Bejarano sólo consignó los delitos leves. Y como todo desaforado sólo puede ser juzgado por ese expediente, la procuraduría de Bátiz le facilitó la libertad a Bejarano.

Hoy Bejarano ya regresó al PRD. Y para que no hubiera dudas, colocó a su esposa Dolores Padierna como secretaria de planeación del comité ejecutivo nacional perredista. Ahí se consolidó la reinserción de Bejarano a la dirigencia del PRD. El apoyo que logró incorporar a Bejarano-Padierna en el CEN perredista fue obviamente el de López Obrador.

La agenda Ahumada, por tanto, era de López Obrador pero ya fue endosada a Ebrard. La agresión policiaca que mostró la televisión con toda su crudeza evidenció la politización de la justicia por parte del procurador Félix y del propio Ebrard. La liberación de Ahumada por ministerio de Ley pero sin conflicto hubiera sido la imagen de deslindamiento que estaba necesitando Ebrard para liberarse del control de López Obrador sobre el gobierno del DF.

La estrategia del GDF y de la procuraduría estuvo cargada de mala intencionalidad. El lunes por la tarde un juez adelantó la liberación del empresario y editor. En ese momento se echó a andar la maquinaria judicial a consigna para abrirle otros expedientes e inventarle nuevas acusaciones pero sin pasar por los mecanismos y tiempos legales. Hacia la media noche se firmaron las órdenes de presentación. La procuraduría capitalina designó a un grupo de judiciales especiales para los casos de interés superior. Hacia las tres de la mañana, esos judiciales esperaron a Ahumada fuera del reclusorio.

Al salir Ahumada, los judiciales se lanzaron al ataque. No cumplieron con los requisitos legales, Jalonearon a las hijas y esposa de Ahumada, a él lo golpearon. Las imágenes de la televisión mostraron a policías atacando al empresario. Uno de ellos le propinó un golpe dentro de la patrulla. Fue, por tanto, un caso de abuso de fuerza policiaca: una represión.

El caso estaba perdido para las autoridades capitalinas. Por tanto, las instrucciones de López Obrador no pudieron ser cumplidas: legalmente el empresario debía ser liberado. Ante esa realidad, entonces, la orden fue la de darle una calentadita de despedida. Como en los peores tiempos de la violación de derechos humanos en la ciudad. Sólo que ahora bajo un gobierno perredista que ya probó que es represor y violador de derechos humanos.

Ahora el problema es de Ebrard, no de López Obrador. A Ebrard hay que cargarle esta muestra de abuso policiaco y de justicia.
Por Carlos Ramírez
RLB Punto Politico

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