jueves, 17 de mayo de 2007

La persecusión de Ahumada

No hay duda de que Ahumada
les tendió una trampa
a René Bejarano, Carlos Imaz
y otros importantes perredistas
al darles fajos de dólares
y grabarlos en video.

Las cintas fueron difundidas posteriormente en televisión y provocaron el mayor escándalo del gobierno de López Obrador. Sí, fue una trampa, pero ésta no hubiera sido posible, por supuesto, si los perredistas no hubieran recibido el dinero.

Carlos Ahumada no es, ciertamente, una perita en dulce. Su rápido ascenso como contratista del gobierno del Distrito Federal no se debió a su habilidad como constructor sino a sus conexiones con altos miembros del PRD y a su “generosidad” con quienes le ayudaban a obtener contratos.

Su disputa con el gobierno capitalino se inició cuando concluyó la administración de Rosario Robles, quien era o había sido su pareja sentimental. A partir de diciembre del 2000 Andrés Manuel López Obrador empezó a bloquear los contratos de Ahumada. El perredista se negó incluso a pagar las deudas del gobierno con el Grupo Quart de Ahumada y canceló unilateralmente la licitación original para el proyecto del segundo piso del periférico porque esta empresa la había ganado. Había al parecer la intención de ahorcarlo financieramente.

No hay duda de que Ahumada les tendió una trampa a René Bejarano, Carlos Imaz y otros importantes perredistas al darles fajos de dólares y grabarlos en video. Las cintas fueron difundidas posteriormente en televisión y provocaron el mayor escándalo del gobierno de López Obrador. Sí, fue una trampa, pero ésta no hubiera sido posible, por supuesto, si los perredistas no hubieran recibido el dinero.

Desde entonces hemos visto una serie de juicios de la Procuraduría capitalina en contra de Ahumada. El ex procurador Bernardo Bátiz afirma que esto no fue una venganza: que cuando menos las primeras averiguaciones se iniciaron antes de que se difundieran los videos. Pero el hecho es que las autoridades del Distrito Federal optaron no por dirimir las diferencias con el contratista por la vía usual, por la civil, sino por la penal con el propósito de encarcelarlo.

Cinco acusaciones penales se han presentado hasta ahora en contra de Ahumada. Éstas le permitieron al gobierno capitalino mantener encarcelado al empresario durante tres años. En las averiguaciones previas se impidió a Ahumada que presentara pruebas de descargo que hubieran permitido aclarar las cosas desde un principio. Pero Ahumada ha ido ganando uno por uno los juicios a la Procuraduría capitalina. Este martes 8 de mayo por la madrugada Ahumada fue liberado al triunfar en los dos últimos de los cinco juicios que hasta este momento hay en su contra.

Pero si alguna duda había de que la persecución en contra de Ahumada era política y no legal, un contingente de policías judiciales “detuvo” con lujo de fuerza al empresario en el momento en que éste era liberado del Reclusorio Norte en la madrugada del 8 de mayo. Los agentes no mostraron ninguna orden de presentación o de aprehensión. Simplemente secuestraron al contratista, golpeando a su esposa, a sus hijos y severamente a uno de sus escoltas, para llevarlo a la agencia central de la Procuraduría del Distrito Federal. El operativo parecía diseñado para generar el máximo ruido posible. El secuestro se llevó a cabo no sólo frente a la familia, abogados y escoltas de Ahumada, sino también ante decenas de reporteros e incluso una visitadora de la Comisión de Derechos Humanos del Derechos Humanos del Distrito Federal.

Resultó que el operativo tenía como único propósito legal presentar a Ahumada para que testificara como testigo y presunto indiciado en dos nuevos juicios que se están abriendo. No es común, por supuesto, que se secuestre a un testigo para presentarlo a testificar. Lo corriente es notificarlo primero y sólo en caso de que no se presente usar la fuerza pública.

Pero el gobierno y la procuraduría de capital querían mandar un mensaje a Ahumada: quédate quieto porque todavía te podemos hacer mucho daño. Y el mensaje, seguramente, se recibió con mucha claridad.
Por Sergio Sarmiento.
RLB Punto Politico
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