miércoles, 16 de mayo de 2007

Francia: no ganó derecha; perdió izquierda

Paris.- Nicolás Sarkozy se convirtió hoy en el sexto presidente de la V República de Francia, con ventaja de seis puntos sobre la socialista Ségoléne Royal, en la segunda vuelta de las elecciones realizadas este domingo. Sarkozy confirmó los pronósticos y se impuso a Royal, en otro espléndido domingo primaveral, que sirvió también para exacerbar las pasiones de sus detractores, temerosos de un marcado giro a la derecha del país galo.

La gran lección de las elecciones presidenciales en Francia fueron políticas: de nueva cuenta se confirmó lo que Jesús Reyes Heroles le dijo al Partido Comunista Mexicano en 1978: la derechización de un régimen es culpa de la izquierda. Así se explicaría la victoria del derechista Nicolas Sarkozy y la derrota de la socialista Ségolène Royal.

La candidata socialista Ségolène Royal perdió el rumbo de la izquierda.
Sus argumentos finales, al cierre de la campaña por la segunda vuelta, fueron típicamente de la derecha: “Nicolas Sarkozy es un peligro para Francia” o su victoria “provocará revueltas sociales”, reacciones de quien no supo elaborar un discurso socialista coherente.

Por tanto, en Francia no ganó la derecha de Sarkozy sino que en realidad perdió la izquierda, una izquierda dividida, mezquina con su candidata, dominada por barones de intereses creados. En cambio, la derecha de Sarkozy pudo ocupar el espacio de las iniciativas políticas, se ganó el centro y aisló a una izquierda perdida en el espacio.

El fenómeno político de Francia, pues, fue el candidato de la derecha. El mejor perfil del nuevo presidente francés lo escribió Antoine Guiral, analista político del periódico francés Libération, y reproducido el sábado por el periódico español El Mundo.

“La revolución sarkozista está en marcha. En cinco años, el presidente de la UMP renovó profundamente las ideas y la semántica de la derecha. La desacomplejó ideológicamente, jugando la carta de la modernidad frente a lo que describía como el inmovilismo chiraquiano. “He querido devolverle su orgullo a la derecha republicana, para que deje de avergonzarse de ser derecha”, repitió en sus mítines.

“Con unos valores enarbolados con orgullo --el mérito, el orden, el trabajo, la identidad nacional y la familia-- ha vuelto a darle a los suyos, según sus propias palabras, la posibilidad de plantar cara a las ideas dominantes de la izquierda, “a la dictadura del pensamiento único”, como suele decir. Y su estrategia resulto ganadora, al menos a la vista de los resultados de la primera vuelta y del hundimiento del Frente Nacional de Le Pen. Durante esta campaña, llegó incluso a citar a Antonio Gramsci en uno de sus discursos.

“Esta célebre figura del comunismo italiano es el modelo acabado para todos los que sueñan con la conquista del poder. No en vano lanzó la teoría de la necesidad de la “hegemonía cultural” sobre la sociedad antes de poder controlarla.
El candidato de la UMP pudo verificar, durante esta campaña, que los preceptos gramscianos funcionaban más allá y por encima de sus propias expectativas. Por ejemplo, se hizo aclamar por obreros que no pagan impuestos, prometiéndoles la posibilidad de “trabajar más para ganar más” a golpe de horas extraordinarias que no cotizan a Hacienda.

“Con el término “ruptura”, lanzado a bombo y platillo en un discurso en La Baule en el mes de septiembre de 2005, Sarkozy promete acabar “con los treinta últimos años”. ¿La razón? Durante este período, “se intentó todo, excepto lo que funciona”.

“Decidido a terminar con sus predecesores, a los que considera demasiado timoratos, se vio confortado en el análisis de que el país está situado abiertamente a la derecha por la presencia, en la segunda vuelta, de Le Pen en 2002, así como por la victoria del no en el referéndum del 2005.

“A la cabeza de la UMP, se va a dedicar a sacarle brillo a los galones de su refundación. Una refundación que comenzó por el cuestionamiento del “modelo social francés” que, a su juicio, está agotado, porque produce un paro masivo, y que dio por finiquitado el jueves por la noche en Montpellier, donde celebró su último mitin con un llamamiento a “liquidar el mayo del 68”.
Como timonel del partido, el presidente de la UMP organiza decenas de convenciones temáticas inmigración, fiscalidad, cultura, medioambiente--, en las que se mezclan los responsables políticos, los expertos, los miembros de las asociaciones y los sindicalistas de todo tipo y condición. De esta forma, le toma el pulso a la sociedad, observa las auténticas líneas de ruptura y se teje un programa coherente.

“Para dar pruebas de apertura propone el voto de los inmigrantes en las elecciones. Una idea que no retoma en su proyecto de candidato. Y cuando sus amigos esperan verle centrarse de nuevo durante la campaña, él, por el contrario, da un golpe de timón hacia la derecha. Y fustiga el “arrepentimiento”, el “asistencialismo” y la “herencia del mayo del 68”, glorifica el “pasado cristiano de Francia”, al tiempo que hace suyas las tesis neoconservadoras, en las que lo innato prima sobre lo adquirido. Jugando la carta del pueblo contra las “pequeñas elites que le odian”, dice hablar en nombre de la “Francia silenciosa”, de la “Francia exasperada”. ¿Se ha encarnado en la derecha la hegemonía cultural sarkozista?”

La lección está ahí: la debilidad de la izquierda es correlativa a la fortaleza de la derecha. Por tanto, a la derecha se le detiene por la izquierda. Pero en Francia como en México la pregunta es inquietante: ¿dónde está la izquierda?

por Carlos Ramírez
RLB Punto Politico.

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