El jaloneo en torno al primer informe de gobierno se ha visto como un ejemplo de revanchismo violento del perredismo que perdió las elecciones del 2006.
Al final del día, los mejores aliados del presidente Felipe Calderón y del PAN han sido nada menos que Andrés Manuel López Obrador y el PRD. El jaloneo en torno al primer informe de gobierno se ha visto como un ejemplo de revanchismo violento del perredismo que perdió las elecciones del 2006.
Si deveras se tratara de concluir que la elección de Calderón fue fraudulenta, entonces los diputados, senadores, alcaldes y el jefe de gobierno del DF que asumieron cargos como representantes del PRD debieran renunciar a sus cargos. La sola existencia de las bancadas perredistas en el congreso sería la prueba de que las elecciones del año pasado fueron legales, legítimas y limpias.
En el fondo, López Obrador y el PRD no disputan la democracia ni la limpieza electoral. Al impedirle a Calderón cumplir con el mandato constitucional en el Congreso y al cesar al consejero presidente del IFE, el PRI y el PRD estarían satisfaciendo el resentimiento de López Obrador. Peor aún: le estarían dando oxígeno al tabasqueño, porque su menguado liderazgo no depende de su discurso ni de su arrastre social sino de su condición de víctima de una estructura política poderosa.
Si el PRD y López Obrador se juegan su sobrevivencia, el PAN y el PRI parecieron no entender que el debate en torno a la ceremonia del primer informe de gobierno representaba la gran oportunidad para empujar una parte de la verdadera reforma del régimen.
Pero los dos cayeron en el juego de vencidas del PRD y de López Obrador. El PAN no tuvo la iniciativa de reorganización política del informe presidencial y buscó solamente imponer a Calderón en la tribuna y el PRI se redujo a la mezquina posición de mediar entre los extremos para sacar ventajas de corto plazo.
Si el debate en torno al informe fue parte de la agenda de julio del año pasado, la solución improvisada no garantizará la vuelta de hoja. López Obrador y el PRD seguirán sin reconocer al presidente de la república y sus batallas seguirán en las trincheras de los protocolos del viejo régimen. Pero si el PRD se agotó políticamente en las amarguras de su caudillo, el PAN y el PRI también marcaron su límite en la reforma política del sistema priísta.
El gran perdedor del conflicto alrededor del informe de gobierno paradójicamente será su gran ganador: el PRD. Desde su posición de tercera fuerza política legislativa y segunda fuerza política presidencial, el PRD logró arrodillar a la incipiente democracia mexicana con amenazas de violencia política. El mensaje quedó claramente grabado en los ciudadanos: si como minoría el PRD opera con conductas despóticas, autoritarias y violencias, entonces como mayoría se perfilaría como un gobierno dictatorial.
El PAN dejó escapar la oportunidad de promover una reforma de los protocolos priístas. El panismo perdió también la iniciativa política de reforma del poder. La ceremonia del informe que inventó el PRI para exaltar la figura del presidente en turno pudo haber sido un acto político de la nueva democracia. Pero el PAN en el poder ha dejado claro que no quiere la modificación del régimen ni la democratización de las estructuras presidencialistas del pasado, sino que más bien las quiere usar en su propio beneficio.
El PRI no pudo salirse del juego perredista. Más que mediar, el PRI pudo haber tenido la iniciativa política para la modificación del formato del informe. Pero quedó atrapado en los radicalismos de su “primo hermano” perredista y no hubo entre los priístas propuestas novedosas para democratizar el espacio político del informe. De manera mezquina, el PRI sólo trató de sacar ventaja de la situación.
Al final, el ganador de la contienda fue el presidente Calderón porque se vio cómo víctima de los caprichos violentos del PRD, de la incapacidad del PAN y de la mezquindad priísta. Y como siempre ocurre, el debate ejecutivo-legislativo en torno al informe dejó indicios que van a ser aprovechados por el PAN en las legislativas federales del 2009: los problemas de gobernabilidad con un congreso en contra. Por tanto, las facturas de este 2007 van a ser cobradas y pagadas en el 2009. Y entonces que nadie se queje de sus propios errores.
La disputa por la tribuna del Congreso tuvo dos escenarios: el de los partidos y la clase política y el de la ciudadanía ajena al seguimiento puntual de los forcejeos. Al final de cuentas, en las últimas elecciones se han dado pruebas contundentes de que el segundo escenario es el mayoritario, el que domina el voto anónimo de la sociedad. De ahí que la lectura del conflicto haya beneficiado más a Calderón que al PRD que se la pasó imponiendo condiciones desde su minoría.
Como la política es muy veleidosa, al final sigue vigente esa ley de la física y la resistencia que el priísta Jesús Reyes Heroles aplicó a la política: todo lo que resiste, apoya. Y frente a un PRD belicoso y violento y un PRI perdonavidas, el presidente Calderón será el beneficiario político del conflicto en torno al primer informe: ser la víctima sin comprometerse a grandes cambios.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB Punto Politico.
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