Parece que quienes dominan al PRD todavía creen en la izquierda totalitaria marxista-leninista del siglo pasado, que no aceptaba el dialogo con sus opositores.
Lo que nos proyecta el congreso del PRD es una izquierda caudillista, donde un “líder”, como en Cuba y Venezuela, dirige los destinos de un partido a su capricho.
En el Décimo Congreso Nacional Extraordinario del PRD, la fracción cercana a su ex candidato a la presidencia, reiteró el “no al diálogo” con el gobierno federal, por considerar ilegítimas las elecciones que legitimaron al gobierno perredista del Distrito Federal y a los senadores y diputados de ese partido. El pleno de ese congreso perredista decidió bloquear el informe del Presidente de la República y rechazar su ofrecimiento de diálogo.
El PRD se dice representante de la izquierda en México, pero ¿qué tipo de izquierda?; ¿como la inglesa, que renunció al capitalismo monopólico de estado?; ¿similar a la del gobierno español, cuyo presidente, José Rodríguez Zapatero, fue descalificado por la izquierda perredista? o ¿parecida a la de Chile con la presidenta socialista Michelle Bachelet, quien ha mantenido políticas económicas tachadas de neoliberales por la “izquierda mexicana”, pero que han logrado que ese país alcance los más altos crecimientos en los indicadores sociales y económicos de Iberoamérica?
Parece que quienes dominan al PRD todavía creen en la izquierda totalitaria marxista-leninista del siglo pasado, que no aceptaba el dialogo con sus opositores. Lo que nos proyecta el congreso del PRD es una izquierda caudillista, donde un “líder”, como en Cuba y Venezuela, dirige los destinos de un partido a su capricho. La actual posición del PRD ubica a esa institución política como representante de una izquierda intolerante, radical, caudillista y antidemocrática.
El PRD se ha marginado del diálogo, esencia del sistema democrático. Sólo utiliza la democracia en la medida que obtiene triunfos, pero no sabe perder en democracia. Al PRD lo podemos calificar, basados en las decisiones mayoritarias de su reciente congreso, como un partido que no está a la altura de la democracia que pretendemos vivir la mayoría de los mexicanos.
Ojalá los miembros moderados de ese partido sigan luchando para convertirlo en representante de una izquierda moderada y moderna, como la inglesa, la española o la chilena, que ayude al desarrollo de México y haga algo más que decir no a todo y oponerse metódicamente a cambios necesarios para ser más competitivos, crear más empleos y crecer más.
El PRD se dice representante de la izquierda en México, pero ¿qué tipo de izquierda?; ¿como la inglesa, que renunció al capitalismo monopólico de estado?; ¿similar a la del gobierno español, cuyo presidente, José Rodríguez Zapatero, fue descalificado por la izquierda perredista? o ¿parecida a la de Chile con la presidenta socialista Michelle Bachelet, quien ha mantenido políticas económicas tachadas de neoliberales por la “izquierda mexicana”, pero que han logrado que ese país alcance los más altos crecimientos en los indicadores sociales y económicos de Iberoamérica?
Parece que quienes dominan al PRD todavía creen en la izquierda totalitaria marxista-leninista del siglo pasado, que no aceptaba el dialogo con sus opositores. Lo que nos proyecta el congreso del PRD es una izquierda caudillista, donde un “líder”, como en Cuba y Venezuela, dirige los destinos de un partido a su capricho. La actual posición del PRD ubica a esa institución política como representante de una izquierda intolerante, radical, caudillista y antidemocrática.
El PRD se ha marginado del diálogo, esencia del sistema democrático. Sólo utiliza la democracia en la medida que obtiene triunfos, pero no sabe perder en democracia. Al PRD lo podemos calificar, basados en las decisiones mayoritarias de su reciente congreso, como un partido que no está a la altura de la democracia que pretendemos vivir la mayoría de los mexicanos.
Ojalá los miembros moderados de ese partido sigan luchando para convertirlo en representante de una izquierda moderada y moderna, como la inglesa, la española o la chilena, que ayude al desarrollo de México y haga algo más que decir no a todo y oponerse metódicamente a cambios necesarios para ser más competitivos, crear más empleos y crecer más.
Por Luis Pazos.
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