Como era de esperarse, la guerrilla y el gobierno federal entraron en una fase de definiciones y de confusiones. Los dos saben que no existen condiciones para la vía armada al poder, pero los dos tienen claro que el actual momento político de México carece de caminos hacia la democratización.
El problema de la guerrilla mexicana no radica en su expresión política violenta sino en los objetivos de su lucha: nacida de la búsqueda del camino revolucionario para la conquista del poder, pasó luego a la sola resistencia armada, se estacionó en la espera de una izquierda legal que abriera un camino de ascenso al poder y ahora ha regresado a la ofensiva militar ante el fracaso de la transición.
Y el problema del gobierno es que escasean en sus cuadros la capacidad de reflexión sobre las razones de la guerrilla, sus vinculaciones con grupos armados y sus relaciones con las fuerzas políticas legales. Así, el gobierno de Calderón estaría reaccionando con la guerrilla igual a como lo hicieron los gobiernos priístas de Echeverría y López Portillo: el uso de la fuerza y no la capacidad de análisis político.
Las dudas del lado de la guerrilla son claras:
1.- ¿Es la guerrilla una vía para la conquista del poder, sobre todo cuando el PRI ya no está en el poder y existen más espacios para la consolidar la alternancia partidista?
2.- ¿Satisface el EPR los perfiles de confianza política y social como para otorgarle la condición de guerrilla revolucionaria, más allá de las sospechas sobre su origen y algunas de sus relaciones de poder con élites políticas desplazadas?
3.- ¿Existen las condiciones objetivas en el país --las contradicciones sociales y de clase-- para darle prioridad a la vía armada revolucionaria por encima de la vía electoral que ya echó al PRI de la presidencia?
Y del lado del gobierno también existen indecisiones:
1.- ¿Existen reflexiones analíticas claras en los organismos políticos y de de inteligencia para entender la lógica de la guerrilla, aún en las sospechas de fuerzas políticas del viejo régimen detrás de ellas?
2.- ¿Ha sabido el gobierno panista de Calderón analizar la crisis de Oaxaca en función de la desviación del camino de la transición y de la consolidación de la estructura de poder del PRI ahora al servicio del PAN?
3.- ¿Ha decidido el gobierno federal usar toda la fuerza del Estado para reprimir a la guerrilla pero sin abrir los canales de la democratización política nacional; es decir, convertirse en otro PRI represor?
1.- ¿Es la guerrilla una vía para la conquista del poder, sobre todo cuando el PRI ya no está en el poder y existen más espacios para la consolidar la alternancia partidista?
2.- ¿Satisface el EPR los perfiles de confianza política y social como para otorgarle la condición de guerrilla revolucionaria, más allá de las sospechas sobre su origen y algunas de sus relaciones de poder con élites políticas desplazadas?
3.- ¿Existen las condiciones objetivas en el país --las contradicciones sociales y de clase-- para darle prioridad a la vía armada revolucionaria por encima de la vía electoral que ya echó al PRI de la presidencia?
Y del lado del gobierno también existen indecisiones:
1.- ¿Existen reflexiones analíticas claras en los organismos políticos y de de inteligencia para entender la lógica de la guerrilla, aún en las sospechas de fuerzas políticas del viejo régimen detrás de ellas?
2.- ¿Ha sabido el gobierno panista de Calderón analizar la crisis de Oaxaca en función de la desviación del camino de la transición y de la consolidación de la estructura de poder del PRI ahora al servicio del PAN?
3.- ¿Ha decidido el gobierno federal usar toda la fuerza del Estado para reprimir a la guerrilla pero sin abrir los canales de la democratización política nacional; es decir, convertirse en otro PRI represor?
Los recientes ataques del EPR no representarían un regreso a la lucha armada para conquistar el poder ni significan aún el retorno del endurecimiento integral del Estado. La lógica de los ataques es más modesta: exigir la aparición de dos jefes militares de la guerrilla que fueron aprehendidos el 25 de mayo y luego desaparecidos. Y las razones oficiales también son limitadas: frenar el activismo de la guerrilla en las acciones de la APPO y de la sección XXII de maestros.
Hasta ahora, las acciones de la guerrilla son reactivas, sin base social, con escasa reflexión política, ajenas al conflicto por la democracia y limitadas en su alcance. Por tanto, no existen indicios de una reactivación de la vía armada en la lucha por el poder. Pero el riesgo ahí está: la guerrilla regresando a la lucha armada que provoca inestabilidad social y política y el gobierno reactivando la estrategia contrainsurgente los años 1973-1985 de la guerra sucia contra los grupos políticos armados.
La reactivación de la guerrilla forma parte de las expresiones de confusión de los grupos políticos activos en un momento de pasmo: el país no puede abandonar el sistema político priísta con todo y sus vicios y la oposición al PRI tampoco ha podido empujar a la república a un sistema realmente democrático. Al llegar al poder, PAN y PRD han revalidado los vicios priístas en toda su dimensión. Y en medio de todo, la guerrilla sigue suponiendo que existen en México las condiciones que existieron en Cuba a finales de los cincuenta para la victoria de la guerrilla cubana y la conquista del poder.
Las acciones públicas de la guerrilla son un recordatorio de que el país se ha desviado del camino de la construcción de una democracia: la derecha pareció haber llegado al poder para quedarse con la misma estructura de dominación de poder del PRI, en tanto que la izquierda ex priísta y populista del PRD se la ha pasado rumiando sus derrotas electorales y apropiándose del poder con los mismos estilos del viejo priísmo.
La salida al nudo de la crisis política está en manos del gobierno de Calderón: tiene la suficiente fuerza para resistir y hasta para aplastar a la disidencia armada, pero los costos serán los mismos que aún sigue pagando el país por la guerra sucia de los setenta y ochenta. Por tanto, el gobierno federal tiene un dilema: apresurar la transición o reprimir.
Por Carlos Ramírez .
Post RLB Punto Politico.
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