Asistimos a una corrupción del lenguaje –para retorcer más allá de cualquier límite el significado de las palabras- que recuerda inevitablemente la pesadilla totalitaria descrita por Orwell: “La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza”. Si las consecuencias de esta degradación del lenguaje –encaminada a terminar definitivamente con la posibilidad de distinguir entre verdad y mentira– no fuesen tan atroces, uno debería admirar la habilidad y el descaro con la que muchos la practican.
El lunes pasado, por ejemplo, un editorialista (Roberto Zamarripa en el periódico “Reforma”) calificó como “académica” a la joven mexicana que resultó herida durante el bombardeo que el Ejército de Colombia hizo en contra de un campamento de las FARC ubicado en Ecuador (las FARC no son, por cierto, una pacífica ONG, sino un grupo terrorista dedicado al secuestro, la extorsión y el asesinato, asociado al narcotráfico y patrocinador de movimientos subversivos en distintas regiones de América Latina), cuando debe ser imposible encontrar, en el vasto mundo de la producción académica publicada, una sola investigación realizada por dicha joven. Es similar a la versión, dicha con todo aplomo como si no se tratase de un embuste, de que el “Segundo Congreso Continental Bolivariano” fue “un evento académico”.
Lo sorprendente –habilidad admirable, repito, si no fuese atroz– es que en el mismo editorial, la mujer que en un párrafo es llamada “académica” en el siguiente se transforma en “joven con inquietudes sociales” que muestra afinidades con los métodos de las revoluciones violentas, simpatías de las cuales, sugiere el editorialista, ella no es responsable por supuesto ¡sino el gobierno de México, empezando por el Presidente de la República que no atiende eficazmente ese descontento juvenil!
Escribió George Orwell: “Si el líder dice que tal evento no ocurrió, ¡pues no ocurrió! Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos con cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas”.
No es extraño, empero, que los simpatizantes de las FARC y los simpatizantes de los simpatizantes de las FARC torturen de tal forma el lenguaje. Basta recordar que para esa banda criminal la extorsión que sigue al secuestro de una persona (“sólo la libero si liberas a tales o cuales delincuentes o si me das territorio de la nación”) no se llama chantaje sino “intercambio humanitario”.
Lo sorprendente –habilidad admirable, repito, si no fuese atroz– es que en el mismo editorial, la mujer que en un párrafo es llamada “académica” en el siguiente se transforma en “joven con inquietudes sociales” que muestra afinidades con los métodos de las revoluciones violentas, simpatías de las cuales, sugiere el editorialista, ella no es responsable por supuesto ¡sino el gobierno de México, empezando por el Presidente de la República que no atiende eficazmente ese descontento juvenil!
Escribió George Orwell: “Si el líder dice que tal evento no ocurrió, ¡pues no ocurrió! Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos con cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas”.
No es extraño, empero, que los simpatizantes de las FARC y los simpatizantes de los simpatizantes de las FARC torturen de tal forma el lenguaje. Basta recordar que para esa banda criminal la extorsión que sigue al secuestro de una persona (“sólo la libero si liberas a tales o cuales delincuentes o si me das territorio de la nación”) no se llama chantaje sino “intercambio humanitario”.
Por Ricardo Medina
Post RLB Punto Politico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario