miércoles, 19 de marzo de 2008

Luz y Fuerza: El fondo del problema (II)

“Primero matamos a la gallina de los huevos de oro que ceder cualquiera de los beneficios conquistados”
Para comprender la postura a favor de la competencia en los sectores estratégicos tengamos en cuenta que éstos son aquellos que proporcionan algún bien o servicio al resto de la actividad económica, razón por la cual el grado de competitividad de dichas industrias influye en la competitividad del resto de las actividades económicas, algo que, nuestros legisladores, no acaban de entender.

Concluí el anterior Pesos y Contrapesos afirmando que si el monopolio privado es malo, el gubernamental es peor, razón por la cual resulta inexplicable que industrias tan importantes para el progreso económico, tal y como es el caso, entre otras, de la eléctrica, sigan siendo monopolios gubernamentales. ¿Cómo es posible?

En primer lugar por la creencia, claramente expresada en el capítulo económico de la Constitución, sobre todo artículos 27 y 28, de que las actividades económicas estratégicas, ¡precisamente por serlo!, deben estar en la manos exclusivas del Estado, cuando lo lógico es que, ¡precisamente por ser estratégicas!, estén sujetas a la disciplina de la competencia, única manera de lograr, por el lado de la oferta de bienes y servicios, la trilogía de la competitividad: menores precios, mayor calidad y mejor servicio, lo cual supone, no solamente mayores niveles de bienestar materias para los consumidores, sino un mejor uso de los factores de la producción, entendiendo por mejor uso, no solamente uno más productivo (hacer más con menos), sino uno más competitivo (hacer más con menos, no solamente a favor del oferente, sino, sobre todo, del consumidor).

Para comprender la postura a favor de la competencia en los sectores estratégicos de la actividad económica tengamos en cuenta que las actividades económicas estratégicas son aquellas que proporcionan algún bien o servicio al resto de las mismas, tal y como es el caso de la industria de la energía, comenzando por la eléctrica, razón por la cual el grado de competitividad de dichas industrias influye – para bien, en el caso de que sean competitivas, y para mal, en el caso contrario -, en la competitividad del resto de las actividades económicas, algo que, nuestros legisladores, no acaban de entender.

Si lo entendieran ya hubieran modificado la Constitución, eliminando de su artículo 27 aquello de que “corresponde exclusivamente a la Nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica, (y que) en esta materia no se otorgarán concesiones a los particulares”, Nación que, para todo efecto práctico es, o la Comisión Federal de Electricidad, o la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, Nación que, para efectos del discurso demagógico – “La electricidad es de la Nación” -, puede servir de fetiche, pero que, para cualquier efecto práctico, no pasa de ser un conjunto de burócratas y, ¡no me lo negarán!, entre la Nación (cualquier cosa que ella sea) y ese conjunto de burócratas (que difícilmente son los promotores del bien común, cualquier cosa que el bien común sea) hay una gran diferencia.

En segundo lugar por los intereses creados de los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (concretados en beneficios pecuniarios que no guardan relación con el grado de productividad alcanzado), mismos que, de sujetarse la empresa a la disciplina de la competencia, dándole al consumidor la libertad de elegir entre diferentes oferentes de electricidad (lo cual no supone privatizar la empresa, sino simple y sencillamente permitir la participación de todo aquel que quiera dedicarse a la producción de electricidad), tendrían que desaparecer, desaparición que los beneficiados no están dispuestos a permitir, tal y como lo estamos viendo.


Parece ser que la consigna entre ellos es: “Primero matamos a la gallina de los huevos de oro que ceder cualquiera de los beneficios conquistados” (aunque la muerte de la gallina suponga la desaparición definitiva de los mentados beneficios; total, hasta ahora, allí ha estado papá gobierno para quitarle dinero a los contribuyentes y dárselo a los electricistas, producto de que los beneficios pecuniarios recibidos no guardan relación con la productividad alcanzada, lo cual no deja de ser un robo con todas las de la ley).

Termino como comencé: si el monopolio privado es malo, el gubernamental es peor, y muestra de ello es la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Y sin embargo allí sigue, y todo indica que seguirá.

Por Arturo Damm

Post RLB Punto Politico.

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