martes, 17 de octubre de 2006

Descalabro para el espacio político de López Obrador en el PRD.

AMLO: Tabasco, su Waterloo, falló PRD

Lo más degradante, sin duda, fue el papel lastimoso
de López Obrador suplicando votos
para que después no lo humillaran
con la derrota.
Hacia el final de la campaña de Raúl Ojeda
Como ocurrió el 2 de julio, la retirada abrupta de Andrés Manuel López Obrador de Tabasco el sábado fue el indicio de la derrota anunciada. Dicen los que lo vieron que tenía el mismo rostro desencajado de aquella noche de las elecciones presidenciales cuando se percató que había perdido la contienda.

Lo grave para López Obrador no fue la segunda derrota consecutiva, sino que la ventaja del candidato priísta Andrés Granier de diez puntos hace imposible el conflicto poselectoral que tenía diseñado para su tierra. Y lo peor fue el hecho de que la principal secuela del tabascazo radicó en la primera derrota del Frente Amplio Progresista y de su politburó de ex priístas.
En síntesis, la derrota del PRD en las elecciones locales en Tabasco fue un descalabro para el espacio político de López Obrador en el PRD.

Y de hecho, desinfla el ambiente de fiesta que preparaba el tabasqueño para su toma de posesión como presidente el próximo 20 de noviembre. En todo caso, el tropiezo tabasqueño benefició paradójicamente al PRD que López Obrador había hecho a un lado para colocar a sus ex priístas.

El traspiés en Tabasco, por tanto, fue del modelo perredista de López Obrador. Le dieron todo y perdió todo: dinero a manos llenas, subsidios, el papel porril del dirigente perredista pelele Leonel Cota, las ingenuidades de Gerardo Fernández Noroña, los activos perredistas en el DF y hasta a Marcelo Ebrard y su esposa viajando a Villahermosa en primera clase aérea.

Lo más degradante, sin duda, fue el papel lastimoso de López Obrador suplicando votos para que después no lo humillaran con la derrota. Hacia el final de la campaña de Raúl Ojeda, el PRD ya no buscaba la victoria sino evitar que López Obrador quedara muy mal parado. EL PRD había preparado su conflicto poselectoral con un saldo de menos de dos puntos porcentuales. Pero el primer conteo oficial colocó al candidato priísta más de diez puntos arriba.

Lo que viene para el PRD es la evaluación de la derrota. Y ahí hubo cuando menos tres puntos fundamentales:

1.- López Obrador no se sumó a la campaña de Raúl Ojeda por Tabasco sino para superar la amarga derrota presidencial del 2 de julio. Por tanto, López Obrador impuso a Raúl Ojeda como candidato porque era el más manipulable.

2.- López Obrador no estaba preocupado por la victoria del PRD en Tabasco sino que desplazó al candidato Ojeda para convertir la campaña local en su primera “gira presidencial”. El electorado desdeñó la payasada de López Obrador con su auto proclamación presidencial.

3.- El PRD fue hecho a un lado para entregarle la campaña a los ex priístas que forman parte del primer círculo de poder lopezobradorista: el ex gobernador Enrique González Pedrero, el ex salinista Arturo Núñez Jiménez, el ex priísta Leonel Cota, el ex priísta Marcelo Ebrard y otros similares y conexos.

4.- Tabasco fue diseñado por López Obrador como el bautizo político del Frente Amplio Progresista. Por eso el PRD como cuadros y estructura fue marginado groseramente de la campaña.

5.- López Obrador demostró que desconoce la vida política de su estado y provocó la ruptura con el líder social Auldárico Hernández, dirigente social indígena que fue usado --y luego desechado- por el caudillo. Auldárico tenía el liderazgo de la estructura realmente perredista en el estado.

El silencio ominoso de López Obrador el domingo y el lunes evidenció la contundencia de la derrota electoral. Su salida abrupta y secreta de Tabasco antes de las elecciones dejó el sabor de la derrota inevitable. Inclusive, algunas fuentes señalan que López Obrador abandonó su estado cuando recibió datos de que la diferencia de votos iba a ser mayor a la esperada. Con ello, López Obrador escapó de las declaraciones de prensa que iban a insistir en el tamaño de la derrota.

López Obrador sabía con anticipación de la pérdida electoral tabasqueña. Por eso autorizó la fase de provocación de violencia política para reventar el proceso y propiciar nuevas elecciones. Algunas fuentes llegaron a considerar que López Obrador parecía haber diseñado un proyecto de sustitución de candidato vía la anulación para ser él quien se propusiera como candidato local para la segunda vuelta, pero en realidad hay confirmaciones de que López Obrador no quiere abandonar su cargo de “presidente” de la república y menos por una gubernatura.

Lo malo del asunto fue que la competencia en Tabasco era del candidato priísta local Andrés Granier contra el derrotado candidato presidencial perredista López Obrador. Por tanto, el tamaño de la derrota se convirtió en una lápida sobre la espalda del ex jefe de gobierno del DF: un político local, municipal, desconocido fuera de Tabasco aplastó al rayito de esperanza y venció al indestructible. La versión de que Tabasco iba a ser el Waterloo de López Obrador fue tan cierta como dañina para el deteriorado estado de ánimo del ex candidato presidencial.

En su entorno prohibió la palabra Waterloo, sobre todo porque en broma algunos preguntaban si Roberto Madrazo sería el Duque de Wellington. Waterloo fue el final histórico de Napoleón.
López Obrador, al final, no entendió la dinámica del conflicto tabasqueño.

El gobernador Manuel Andrade se hizo a un lado en el debate político local y se dedicó a operar subterráneamente a favor del candidato priísta, pero sin dejar pistas palpables. Y Roberto Madrazo tomó la sabia decisión no sólo de no apoyar públicamente a Andrés Granier sino de no pararse en el estado durante la campaña. López Obrador, en cambio, sustituyó en el ánimo político local al candidato perredista Ojeda.

Lo que viene es el debate sobre la derrota del “presidente legítimo” López Obrador, no de Raúl Ojeda. Así de cruel es la política.
Por Carlos Ramírez

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