A un año de distancia,
la sicología retorcida de López Obrador
sigue dando dolores políticos de cabeza al PRD.
Como su presidencia “legítima” ha sido un fracaso,
ahora ha llevado al PRD a la orilla del abismo:
o lo sigue a él o lo deshace.
Por tanto, López Obrador y el PRD
están conduciendo al país hacia la gorbachización:
un proceso de descomposición política que tiende
a la desintegración territorial y sistémica.
A pesar de toda la ofensiva de insultos contra el escritor Carlos Tello Díaz por la revelación de que la madrugada del 3 de julio del 2006 Andrés Manuel López Obrador había aceptado su derrota, resulta que esa pequeña historia sí existió. Y que los datos que decretaron la derrota presidencial del perredista los llevó nada menos que su hijo.
Los resultados de los conteos entregados a López Obrador por sus operadores solamente confirmaron lo que ya le había asegurado su hijo. Justamente su hijo había estado toda la tarde del 2 de julio en las oficinas de Bernardo Gómez, todopoderoso de Televisa, para tener acceso no sólo a los lineamientos informativos de la televisora sino a sus encuestas.
Hacia la noche, los datos que llegaron a Televisa también confirmaban la derrota apretada de López Obrador. Por tanto, el candidato presidencial perredista tuvo esos segundos de pasmo y sinceridad cuando aceptó su derrota delante de sus colaboradores de mayor confianza: Federico Arreola, José María Pérez Gay, César Yáñez y otros.
Tello afirma que el hijo de López Obrador llevó al cuartel político del hotel Marquis la versión del empate. Sin embargo, las cifras consolidadas que llegaron a Televisa revelaban realmente la derrota por menos de un punto. Por voz de su hijo supo el tabasqueño que no había ganado. Y en un momento de debilidad, en la madrugada, pronunció aquellas fatídicas palabras: “perdí”.
Lo demás será historia y sobre todo el conflicto sicológico de quien llegó a tener ventaja de más de veinte puntos porcentuales y los perdió todos. El problema, en efecto, no fue de cifras electorales sino de sicología personal. López Obrador nunca quiso aceptar que venía hacia abajo en las encuestas y por eso irracionalmente se estacionó en una encuesta fantasma que le daba diez puntos de ventaja. El candidato presidencial perredista tomó decisiones de campaña en función de sus propias creencias, no en las evidencias de la realidad política.
En este contexto estaba el punto más sensible del proceso electoral: López Obrador no estaba preparado para la derrota; por tanto, nunca habría de aceptarla. Si el recuento de voto por voto y casilla por casilla se hubiera dado y confirmaba la victoria de Felipe Calderón, entonces el tabasqueño iba a inventar otro pretexto para eludir el reconocimiento de su derrota. López Obrador aceptaría el proceso electoral del 2006 sólo si le daba la victoria.
A un año de distancia, la sicología retorcida de López Obrador sigue dando dolores políticos de cabeza al PRD. Como su presidencia “legítima” ha sido un fracaso, ahora ha llevado al PRD a la orilla del abismo: o lo sigue a él o lo deshace. Por tanto, López Obrador y el PRD están conduciendo al país hacia la gorbachización: un proceso de descomposición política que tiende a la desintegración territorial y sistémica.
La orden de López Obrador de no reconocer al gobierno de Felipe Calderón y de rechazar todas sus iniciativas ha colocado al PRD en una situación de ilegalidad institucional. El intendente lopezobradorista en el DF, Marcelo Ebrard, se niega a reunirse con el presidente de la república a pesar de que legalmente existe una dependencia del gobierno capitalino hacia el jefe del ejecutivo federal.
De ahí que López Obrador y el PRD estén sembrando la semilla de una desintegración territorial similar a la ocurrida en la Unión Soviética en los tiempos de Gorbachov. No se trata sólo de que Ebrard sea el jefe de gobierno de la presidencia “legítima” carnavalesca, sino que haya sustraído al DF del pacto federal. Así empezó la debacle de la URSS. Y terminó en la desintegración territorial.
Los perredistas ya no saben cómo tratar a López Obrador. Los gobernadores perredistas un día se reúnen con el presidente de la república y al día siguiente, azuzados por López Obrador, repudian al jefe del ejecutivo federal. Además de otras señales, López Obrador ha dejado ver cómo habría sido su presidencia: el ejercicio absolutista del poder, el aplastamiento de la oposición y la disidencia y la imposición autoritaria de sus puntos de vista.
La presidencia “legítima” de López Obrador se ha convertido en un factor de ruptura de la república. El objetivo del tabasqueño es formar un grupo de poder amplio --legisladores, gobernadores y partidos-- para sustraerlo de las reglas políticas del sistema y confrontarlo con la presidencia legítima de la república. Es decir, se trata de una conducta política verdaderamente irresponsable: no importa la república sino que sus seguidores le digan “Señor Presidente”. Se trata de una exhibición de la política orgásmica.
López Obrador celebrará el 2 de junio del 2006 con dos escenarios negativos: será la fiesta de la derrota y el PRD --gobernadores y legisladores-- negocia, mal que bien, con el gobierno de Calderón. López Obrador se va quedando aislado en su necedad. Ha sido un año en que el tabasqueño ha ido por la república como el flautista de Hamelin: prometió acabar con las ratas y no le pagaron lo convenido. Hoy lleva a los ciudadanos al precipicio. Así de simple. De ese tamaño es la ceguera política de quien se asumió como el salvador de la patria.
Por Carlos Ramírez.
RLB Punto Politico.
Los resultados de los conteos entregados a López Obrador por sus operadores solamente confirmaron lo que ya le había asegurado su hijo. Justamente su hijo había estado toda la tarde del 2 de julio en las oficinas de Bernardo Gómez, todopoderoso de Televisa, para tener acceso no sólo a los lineamientos informativos de la televisora sino a sus encuestas.
Hacia la noche, los datos que llegaron a Televisa también confirmaban la derrota apretada de López Obrador. Por tanto, el candidato presidencial perredista tuvo esos segundos de pasmo y sinceridad cuando aceptó su derrota delante de sus colaboradores de mayor confianza: Federico Arreola, José María Pérez Gay, César Yáñez y otros.
Tello afirma que el hijo de López Obrador llevó al cuartel político del hotel Marquis la versión del empate. Sin embargo, las cifras consolidadas que llegaron a Televisa revelaban realmente la derrota por menos de un punto. Por voz de su hijo supo el tabasqueño que no había ganado. Y en un momento de debilidad, en la madrugada, pronunció aquellas fatídicas palabras: “perdí”.
Lo demás será historia y sobre todo el conflicto sicológico de quien llegó a tener ventaja de más de veinte puntos porcentuales y los perdió todos. El problema, en efecto, no fue de cifras electorales sino de sicología personal. López Obrador nunca quiso aceptar que venía hacia abajo en las encuestas y por eso irracionalmente se estacionó en una encuesta fantasma que le daba diez puntos de ventaja. El candidato presidencial perredista tomó decisiones de campaña en función de sus propias creencias, no en las evidencias de la realidad política.
En este contexto estaba el punto más sensible del proceso electoral: López Obrador no estaba preparado para la derrota; por tanto, nunca habría de aceptarla. Si el recuento de voto por voto y casilla por casilla se hubiera dado y confirmaba la victoria de Felipe Calderón, entonces el tabasqueño iba a inventar otro pretexto para eludir el reconocimiento de su derrota. López Obrador aceptaría el proceso electoral del 2006 sólo si le daba la victoria.
A un año de distancia, la sicología retorcida de López Obrador sigue dando dolores políticos de cabeza al PRD. Como su presidencia “legítima” ha sido un fracaso, ahora ha llevado al PRD a la orilla del abismo: o lo sigue a él o lo deshace. Por tanto, López Obrador y el PRD están conduciendo al país hacia la gorbachización: un proceso de descomposición política que tiende a la desintegración territorial y sistémica.
La orden de López Obrador de no reconocer al gobierno de Felipe Calderón y de rechazar todas sus iniciativas ha colocado al PRD en una situación de ilegalidad institucional. El intendente lopezobradorista en el DF, Marcelo Ebrard, se niega a reunirse con el presidente de la república a pesar de que legalmente existe una dependencia del gobierno capitalino hacia el jefe del ejecutivo federal.
De ahí que López Obrador y el PRD estén sembrando la semilla de una desintegración territorial similar a la ocurrida en la Unión Soviética en los tiempos de Gorbachov. No se trata sólo de que Ebrard sea el jefe de gobierno de la presidencia “legítima” carnavalesca, sino que haya sustraído al DF del pacto federal. Así empezó la debacle de la URSS. Y terminó en la desintegración territorial.
Los perredistas ya no saben cómo tratar a López Obrador. Los gobernadores perredistas un día se reúnen con el presidente de la república y al día siguiente, azuzados por López Obrador, repudian al jefe del ejecutivo federal. Además de otras señales, López Obrador ha dejado ver cómo habría sido su presidencia: el ejercicio absolutista del poder, el aplastamiento de la oposición y la disidencia y la imposición autoritaria de sus puntos de vista.
La presidencia “legítima” de López Obrador se ha convertido en un factor de ruptura de la república. El objetivo del tabasqueño es formar un grupo de poder amplio --legisladores, gobernadores y partidos-- para sustraerlo de las reglas políticas del sistema y confrontarlo con la presidencia legítima de la república. Es decir, se trata de una conducta política verdaderamente irresponsable: no importa la república sino que sus seguidores le digan “Señor Presidente”. Se trata de una exhibición de la política orgásmica.
López Obrador celebrará el 2 de junio del 2006 con dos escenarios negativos: será la fiesta de la derrota y el PRD --gobernadores y legisladores-- negocia, mal que bien, con el gobierno de Calderón. López Obrador se va quedando aislado en su necedad. Ha sido un año en que el tabasqueño ha ido por la república como el flautista de Hamelin: prometió acabar con las ratas y no le pagaron lo convenido. Hoy lleva a los ciudadanos al precipicio. Así de simple. De ese tamaño es la ceguera política de quien se asumió como el salvador de la patria.
Por Carlos Ramírez.
RLB Punto Politico.
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