jueves, 7 de junio de 2007

Ebrard: grave gorbachización del DF

De manera irresponsable e inconciente,
Ebrard ha condenado a la ciudad de México
a un aislamiento en materia de seguridad.
Su jefe de policía, el ingeniero Joel Ortega,
le dedica más tiempo a defender los plantones perredistas
y ahora magisteriales y appistas que a tratar de
entender la lógica de la criminalidad.

Es presidente de la ciudad de México
Si el Distrito Federal se enfrentaba a la gran oportunidad para pugnar por una democratización política integral, Marcelo Ebrard conduce a la capital de la república hacia la condición de municipio autónomo estilo zapatista.


Lo grave, sin embargo, radica en la conceptualización política del modelo: así comenzó la debacle de la transición democrática de Mijail Gorbachov en la Unión soviética. Pero más que con Gorbachov, Ebrard tiene más parecidos con Boris Yeltsin, un político enamorado de sí mismo y ajeno a la racionalidad política. Al final de cuentas, Yeltsin fue uno de los responsables del fracaso de la transición soviética. De manera irresponsable e inconciente, Ebrard ha condenado a la ciudad de México a un aislamiento en materia de seguridad. Su jefe de policía, el ingeniero Joel Ortega, le dedica más tiempo a defender los plantones perredistas y ahora magisteriales y appistas que a tratar de entender la lógica de la criminalidad. Y por la decisión de Ebrard de no reconocer la autoridad legal y constitucional del presidente Felipe Calderón, resulta que las fuerzas federales carecen de apoyo legal para operar en el DF.
La incomprensión de la seguridad del jefe policiaco Ortega es del mismo tamaño de decisión política de Ebrard para aislar a la ciudad de México de una estrategia integral de seguridad pública. En la práctica, el Distrito Federal ha entrado en una peligrosa lógica de desintegración territorial política y de seguridad.
Lo que pocos entienden es la argumentación política de Ebrard. En el racionalismo político Ebrard hay una ausencia de lógica política para no reconocer la autoridad presidencial de Felipe Calderón puesto que Ebrard ganó las elecciones capitalinas en un proceso electoral de Estado, con derroche de recursos públicos y de guerra sucia contra sus adversarios. Así como Fox operó buena parte de la campaña de Calderón, el jefe interino de gobierno Alejandro Encinas manejó la campaña electoral de Ebrard por instrucciones directas del caudillo López Obrador.
Todos los funcionarios de Ebrard tienen la consigna oficial de referirse a Calderón como el presidente espurio y el propio Ebrard ha dicho que verá físicamente a Calderón en el 2012. Por tanto, no existen condiciones de convivencia o cohabitación entre el gobierno federal y el gobierno del DF. Además de insistir en lo ocurrido en el 2006, Ebrard ha encontrado en esa estrategia el espacio para alejarse del gobierno federal, a pesar de que sus algunas de sus funciones básicas dependen del presidente de la república.
Lo malo radica en que Ebrard ha llevado a la ciudadanía del DF a un aislamiento político y de gobierno cargado de peligros. En el fondo, Ebrard no quiere ser jefe de gobierno del DF sino que ha comenzado a operar decisiones para convertirse en presidente de la ciudad de México. Como López Obrador, las desmesuras del poder comienzan a hacer estragos, sobre todo por los indicios de imposibilidad de que los gobernantes perredistas radicales en la ciudad de México puedan encontrar apoyo en otras entidades de la república.
La autonomía del DF --sede de los poderes federales-- se ha convertido en una prioridad para el PRD capitalino dominado por Ebrard y para el PRD nacional controlado por López Obrador. Sin embargo, este aislamiento ha dejado a los capitalinos a merced de los grupos radicales alimentados por el perredismo.
Las recientes manifestaciones de la CNTE, aliados a los grupos radicales de la APPO de Oaxaca, quieren convertir el centro de la ciudad en la comuna que instalaron en el centro histórico de la capital oaxaqueña. Hacia ese punto apuntan las viviendas de ladrillo y cemento que erigieron en las inmediaciones del ISSSTE en la zona del monumento a la revolución.
También en esta lógica aislacionista hay que incluir la decisión de Ebrard de impedir una coordinación a fondo con las fuerzas federales. Mientras Ebrard no reconozca a Calderón como presidente de la república, la seguridad de la ciudad de México estará en manos de las huestes policiacas de un Joel Ortega defensor de marchas, plantones y violencias radicales. La defensa de los derechos de los grupos radicales perredistas pasa por la violación de los derechos de particulares ajenos a las disputas territoriales del poder perredista.
Lo malo es que en medio de estos jaloneos políticos han llegado a la ciudad de México los grupos de narcos. Y en lugar de instrumentar una estrategia integral, Ortega se ha dedicado a promover la censura en medios para ocultar las narcomantas y con ello esconder la cabeza debajo de la tierra. Ortega llegó a la jefatura de policía como una posición de Ebrard, pero la ciudad de México necesita de un jefe policiaco que sí sepa crimen organizado y que haya trabajado en las instancias federales en esos temas.
Debajo de los desacuerdos políticos derivados de la conversión del DF en entidad autónoma se localiza el despilfarro de una posibilidad de democratización. Pero existe el riesgo de que este aislamiento del DF pueda otorgarle a Ebrard el cargo de presidente del DF pero a costa de pagar una factura muy cara: la gorbachización de la transición mexicana. Ebrard no entendió la lección de Yeltsin. Ni menos aún ha sabido racionalizar el fracaso de López Obrador.
Por Carlos Ramirez.
RLB Punto Politico.

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