Para la banda delincuencial dirigida por Ebrard,
las posibilidades de elevar sus utilidades
mediante la ampliación de las actividades del aeropuerto para incorporar
el tráfico de substancias prohibidas y otros intercambios ilícitos, resultan muy atractivas. Pero es claro que Ebrard tiene otra intención adicional con sus planes de manejar la terminal aérea.
La organización delincuencial que hoy dirige Marcelo Ebrard es poderosa al contar con los tentáculos del gobierno capitalino, incluyendo la policía local que representa la segunda fuerza armada del país sólo después del ejército.
Pero las ambiciones del alcalde son aún mayores para lo que requiere de más recursos. De allí su interés en que el gobierno federal le ceda el aeropuerto capitalino que es una fuente de pingües utilidades.
El aeródromo local es un negocio apetecible aún cuando solo se consideren las utilidades legítimas que genera con base en los derechos que se cobran a las líneas aéreas y a los pasajeros, y las rentas de los locales comerciales.
Para la banda dirigida por Ebrard, las posibilidades de elevar las utilidades mediante la ampliación de las actividades del aeropuerto para incorporar el tráfico de substancias prohibidas y otros intercambios ilícitos, resultan muy atractivas.
Es claro que Ebrard tiene otra intención adicional con sus planes de manejar la terminal aérea, que es impedir la irremediable construcción del nuevo aeropuerto en el lecho del lago de Texcoco que se ubica ya fuera de la jurisdicción del DF.
Entre las cosas que se le han ocurrido a Ebrard está la construcción de una tercera pista en el aeródromo, lo que es completamente absurdo pues según los expertos que conocen del tema, en los terrenos del aeropuerto no hay espacio para una nueva pista.
En adición, las dos pistas que hoy están en operación presentan serios problemas al no estar ancladas en el subsuelo sólido y a que conforme fue aumentando el tamaño y el peso de los aviones que las utilizan se les fue aplicando más material, con el consecuente aumento en su peso.
No sólo las pistas actualmente en funcionamiento están demasiado juntas, lo que impide que pueda haber operaciones simultáneas de aterrizaje y despegue, sino que la enorme carga de cada una de ellas implica que se hundan en el suelo poco sólido en el que están colocadas.
El hundimiento de las pistas, que además es disparejo al no ser homogéneo el terreno sobre el que se asientan, implica la necesidad de reencarpetarlas cada vez con mayor frecuencia, y que tarde o temprano se rompan al combinarse su peso, su depresión desigual y la fragilidad del terreno subyacente.
Todo ello hace que el nuevo aeródromo sea indispensable, pero su construcción fuera del ámbito capitalino representaría un duro golpe para las ambiciones del alcalde y la ingente necesidad que tiene de sustentarlas financieramente con magníficos negocios como el que representa el manejo del aeropuerto.
De allí que no sólo quiera que se le ceda el actual aeropuerto sino que hará lo que sea para impedir la construcción de uno nuevo. El gobierno federal debe estar consciente de esta situación e impedir que Ebrard concrete sus aviesos propósitos y alistarse para neutralizar su oposición al aeródromo de Texcoco.
Por Manuel Suárez Mier
RLB Punto Politico.
martes, 19 de junio de 2007
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