Lejos de esclavizarnos,
el dinero nos da libertad,
contribuyendo al desarrollo social,
al crecimiento económico y
a la soberanía del consumidor.
El pasaje de la Biblia que quizás más a menudo se cita mal es que “el dinero es la raíz de todos los males”. Lo nocivo es la codicia y lo que dice la Biblia (1 Timoteo 6:10) es que “el amor del dinero es la raíz de todos los males”.
A lo largo de la historia, los banqueros y financistas, desde los Medici y los Rothschilds hasta las inversiones especulativas de los Hedge Funds de hoy, reciben mala prensa. Inclusive el premio Nobel y ex economista jefe del Banco Mundial Joseph Stiglitz utiliza despectivamente la expresión “dictadura financiera internacional” para describir la influencia ejercida por financistas occidentales en América Latina y Africa.
Lamentablemente, toda esa retórica esconde lo que apropiadamente se podría llamar el milagro del dinero y los beneficios que éste confiere a nuestras vidas.
Los historiadores siguen debatiendo sobre el origen del dinero y sobre cuándo el dinero reemplazó al trueque. Lo que no está en discusión son los beneficios logrados por ese cambio.
Uno de los arquitectos del milagro alemán de la posguerra fue el economista Wilhelm Röpke, quien escribió que es imposible concebir el surgimiento de la civilización sin la creación del dinero, logro verdaderamente revolucionario en la historia de la humanidad.
Es difícil pensar en otro instrumento capaz de servir simultáneamente tan variados propósitos. Por ejemplo, el dinero aporta la estructura del mercado que llamamos precios, permitiéndonos ejercer nuestras propias prioridades personales que en su conjunto nos aseguran la mejor utilización de recursos escasos.
El dinero es un activo líquido, medio de intercambio y unidad contable. Quizás la mejor manera de comprender la importancia del dinero es imaginarnos un mundo sin dinero, lo cual significaría obligarnos al trueque cada vez que queramos algo, sea esto un alimento, ropa o alguna herramienta.
El problema con el trueque lo describía muy bien el economista del siglo XIX William Jevons, al señalar que un incremento en la variedad de bienes dificulta considerablemente el cálculo de cuánto vale algo en base a otras cosas. Pronto el cálculo se complica y se vuelve imposible, lo cual frena todo crecimiento económico.
Con el dinero, cualquier bien puede intercambiarse por una suma de dinero y viceversa. Esto permite una mayor especialización de la gente y, por consiguiente, aumenta el crecimiento y la productividad. Mientras más grande es el mercado mayor será la especialización.
Otra ventaja del dinero es que facilita y acelera las transacciones, mientras que en una economía regida por el trueque la gente puede ahorrar solamente guardando objetos. Por el contrario, hoy podemos dar un cheque de nuestra cuenta bancaria para adquirir cualquier cosa y las transacciones electrónicas aceleran y facilitan el proceso aún más, lo mismo que las inversiones.
Esto promueve y facilita el desarrollo económico porque los bancos y demás instituciones financieras aportan capital a empresarios y emprendedores que asumen riesgos y convierten sus ideas en lucrativas realidades.
Todos estos factores nos ayudan a comprender por qué los países que surgen de la pobreza requieren tanto una moneda estable como fácil acceso a capital extranjero. Sin una moneda estable y confiable no hay posibilidad de crecimiento real.
Lamentablemente, la pobreza aumenta en lugar de disminuir en los países que sufren de inflación y de la manipulación de la moneda por parte de gobernantes fiscalmente irresponsables.
Así es que lejos de esclavizarnos, el dinero nos da libertad, contribuyendo al desarrollo social, al crecimiento económico y a la soberanía del consumidor.
A lo largo de la historia, los banqueros y financistas, desde los Medici y los Rothschilds hasta las inversiones especulativas de los Hedge Funds de hoy, reciben mala prensa. Inclusive el premio Nobel y ex economista jefe del Banco Mundial Joseph Stiglitz utiliza despectivamente la expresión “dictadura financiera internacional” para describir la influencia ejercida por financistas occidentales en América Latina y Africa.
Lamentablemente, toda esa retórica esconde lo que apropiadamente se podría llamar el milagro del dinero y los beneficios que éste confiere a nuestras vidas.
Los historiadores siguen debatiendo sobre el origen del dinero y sobre cuándo el dinero reemplazó al trueque. Lo que no está en discusión son los beneficios logrados por ese cambio.
Uno de los arquitectos del milagro alemán de la posguerra fue el economista Wilhelm Röpke, quien escribió que es imposible concebir el surgimiento de la civilización sin la creación del dinero, logro verdaderamente revolucionario en la historia de la humanidad.
Es difícil pensar en otro instrumento capaz de servir simultáneamente tan variados propósitos. Por ejemplo, el dinero aporta la estructura del mercado que llamamos precios, permitiéndonos ejercer nuestras propias prioridades personales que en su conjunto nos aseguran la mejor utilización de recursos escasos.
El dinero es un activo líquido, medio de intercambio y unidad contable. Quizás la mejor manera de comprender la importancia del dinero es imaginarnos un mundo sin dinero, lo cual significaría obligarnos al trueque cada vez que queramos algo, sea esto un alimento, ropa o alguna herramienta.
El problema con el trueque lo describía muy bien el economista del siglo XIX William Jevons, al señalar que un incremento en la variedad de bienes dificulta considerablemente el cálculo de cuánto vale algo en base a otras cosas. Pronto el cálculo se complica y se vuelve imposible, lo cual frena todo crecimiento económico.
Con el dinero, cualquier bien puede intercambiarse por una suma de dinero y viceversa. Esto permite una mayor especialización de la gente y, por consiguiente, aumenta el crecimiento y la productividad. Mientras más grande es el mercado mayor será la especialización.
Otra ventaja del dinero es que facilita y acelera las transacciones, mientras que en una economía regida por el trueque la gente puede ahorrar solamente guardando objetos. Por el contrario, hoy podemos dar un cheque de nuestra cuenta bancaria para adquirir cualquier cosa y las transacciones electrónicas aceleran y facilitan el proceso aún más, lo mismo que las inversiones.
Esto promueve y facilita el desarrollo económico porque los bancos y demás instituciones financieras aportan capital a empresarios y emprendedores que asumen riesgos y convierten sus ideas en lucrativas realidades.
Todos estos factores nos ayudan a comprender por qué los países que surgen de la pobreza requieren tanto una moneda estable como fácil acceso a capital extranjero. Sin una moneda estable y confiable no hay posibilidad de crecimiento real.
Lamentablemente, la pobreza aumenta en lugar de disminuir en los países que sufren de inflación y de la manipulación de la moneda por parte de gobernantes fiscalmente irresponsables.
Así es que lejos de esclavizarnos, el dinero nos da libertad, contribuyendo al desarrollo social, al crecimiento económico y a la soberanía del consumidor.
Por Samuel Gregg.
Director de investigaciones del Acton Institute.
RLB Punto Politico.
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