miércoles, 6 de junio de 2007

Controlitis

Existe en el país,
prácticamente en todos los niveles de gobierno, sean el federal, los estatales o los locales, un afán por parte de los burócratas para tratar de controlar todo .
Leyes y regulaciones que le dan a los funcionarios públicos la facultad
para decidir qué actividad económica
sí se puede y cuál no, que permisos se requieren y cuales no, cuándo se puede operar y cuándo no, dónde se puede y dónde no.

Toda una maraña de regulaciones que le dan a los burócratas un enorme poder sobre los individuos y sobre las empresas, poder que les hace actuar como el "dictador benevolente" que todo lo sabe y que trata de imponer sobre el resto de la población sus propias preferencias.

Sin duda una de los elementos que con mayor fuerza explican el mediocre desempeño económico de México es esa "controlitis burocrática" que actúa como una pesada loza, esa controlitis que limita la libertad económica de los individuos. Es tan grave el asunto que se estima que el costo de toda esa excesiva regulación representa casi el 15% del PIB, costo que se refleja en una menor nivel de actividad económica, menor creación de empleos, menores salarios reales, desaprovechamiento de las ventajas comparativas que las empresas mexicanas pudiesen
tener en los mercados internacionales, en suma, menor nivel de bienestar para los consumidores mexicanos, punto central esto último ya que todos, independientemente de cuál sea nuestra fuente de ingresos, somos consumidores.

El sistema de planificación centralizada que guía en muchos aspectos la filosofía y actuación de los legisladores y burócratas es un sistema que ha probado no funcionar.

El burócrata, bajo ninguna circunstancia, puede tener a su disposición toda la información que se requiere para determinar la asignación de recursos en la economía o la determinación de los diferentes precios de los bienes y servicios simplemente porque acceder a la información no es gratis, hay significativos costos para adquirirla.

El burócrata no puede tener toda la información concerniente a la escasez relativa de los factores de la producción como tampoco tiene la información sobre cuales son las preferencias de cada uno de los individuos que componen la sociedad.
En consecuencia, el sistema de planificación centralizada no es más que un sistema para tantear en la oscuridad, lo que lleva a que el burócrata, cuando decide como asignar los recursos o establecer un precio en lo particular, con certeza se va a equivocar.

Lo anterior viene al caso por la insistencia de los senadores para que alguien, el Banco de México, la CNBV o cualquier otro ente regulador, controle exógenamente las comisiones que cobran los bancos. Ese no es el camino a seguir ya que la probabilidad de que se fijen en un nivel que introduzcan una distorsión en la asignación de recursos sería uno; con certeza se equivocarían.
Si los senadores están realmente preocupados por bajar los costos de intermediación deberían legislar para generar, como atinadamente apuntó Guillermo Ortiz, las condiciones para una mayor competencia y eficiencia en el sistema bancario. Pero igual eso es pedirles demasiado.
Por Isaac Katz.
RLB Punto Politico.

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