El propósito de la reforma petrolera era promover una mayor inversión en la industria petrolera, en un momento en que las exportaciones se desploman y las importaciones crecen. La reforma aprobada, que refleja en buena medida las posiciones del PRD, simplemente no podrá conseguir este objetivo. Y lo peor de todo es que López Obrador se opone a la reforma que él mismo forjó en buena medida.Enfrentamientos vervales en la camara de diputados por la reforma de Pemex
Realmente es un absurdo. Andrés Manuel López Obrador obtuvo virtualmente todo lo que quería en la discusión en el Senado sobre la propuesta de reforma petrolera presentada por el presidente Felipe Calderón.
Los representantes del PRD en el Senado negociaron con mucho cuidado, consultando siempre con López Obrador, para que éste estuviera satisfecho con lo negociado.
Los lopezobradoristas, incluso, se reunieron a festejar su triunfo ante la propuesta de Calderón. Pero, aun así, estos mismos lopezobradoristas trataron con violencia de bloquear el voto en el Senado y han anunciado que continuarán sus movilizaciones mientras las propuestas se discuten y se votan en la Cámara de Diputados.
¿Qué pasó? ¿Están tan acostumbrados los lopezobradoristas a protestar que protestan incluso sus triunfos? O quizá todo es parte de un compló de López Obrador, que sabe que puede influir sobre la agenda nacional y hacer que sólo se aprueben las iniciativas como él las quiere, sólo para después protestar y seguir manteniendo la lealtad de los grupos más radicales de la izquierda mexicana.
El problema es que López Obrador le está haciendo un daño enorme a su propio partido, al PRD, y también a los demás partidos de izquierda. El PRD, que se convirtió en el segundo partido de la Cámara de Diputados y estuvo a punto de ganar la presidencia en 2006, se ha desplomado en las encuestas.
¿Qué pasó? ¿Están tan acostumbrados los lopezobradoristas a protestar que protestan incluso sus triunfos? O quizá todo es parte de un compló de López Obrador, que sabe que puede influir sobre la agenda nacional y hacer que sólo se aprueben las iniciativas como él las quiere, sólo para después protestar y seguir manteniendo la lealtad de los grupos más radicales de la izquierda mexicana.
El problema es que López Obrador le está haciendo un daño enorme a su propio partido, al PRD, y también a los demás partidos de izquierda. El PRD, que se convirtió en el segundo partido de la Cámara de Diputados y estuvo a punto de ganar la presidencia en 2006, se ha desplomado en las encuestas.
Según el último sondeo de Consulta Motofsky, el PRD quedaría relegado a un lejano tercer lugar en caso de que las elecciones legislativas se llevaran a cabo ahora.
Pero lo más preocupante es que el PRD ha reemplazado al PRI como el partido con mayor rechazo.
Los votantes que dicen que nunca votarían por el PRD han pasado de 22.5 por ciento en agosto de 2004 a 46.7 por ciento en septiembre de 2008, en tanto que el rechazo al PRI pasó de 40.7 por ciento en septiembre del 2006 a 24.7 por ciento en septiembre de 2008.
Esta situación debería preocupar no sólo a los perredistas sino al país. La experiencia nos dice que es más difícil revertir un rechazo que una preferencia. A menos de que ocurra algún milagro, el PRD se verá profundamente disminuido en las elecciones legislativas del 2009. Y eso no es bueno para un país como el nuestro, que necesita un partido de izquierda sólido que impida que los grupos violentos se nutran ante la falta de opciones democráticas.
Lo peor de todo es que el esfuerzo del PRI y del PAN por buscar el apoyo del PRD hizo que se debilitara tanto la iniciativa petrolera que difícilmente ésta permitirá una mayor inversión en la industria. El paquete aprobado por el Senado descarta la inversión privada en refinación, transporte y almacenamiento, y además prohíbe los contratos con incentivos o en especie. Le deja, además, cinco lugares en el consejo de administración a un corrupto sindicato. Es verdad que la reforma permitirá que Pemex conserve más dinero del que produce, pero no resuelve el problema de cómo el gobierno reemplazará los recursos que ha venido recibiendo de la paraestatal. Habría que hacer para ello otra reforma fiscal, pero ahora sí en serio.
Por Sergio Sarmiento.
Esta situación debería preocupar no sólo a los perredistas sino al país. La experiencia nos dice que es más difícil revertir un rechazo que una preferencia. A menos de que ocurra algún milagro, el PRD se verá profundamente disminuido en las elecciones legislativas del 2009. Y eso no es bueno para un país como el nuestro, que necesita un partido de izquierda sólido que impida que los grupos violentos se nutran ante la falta de opciones democráticas.
Lo peor de todo es que el esfuerzo del PRI y del PAN por buscar el apoyo del PRD hizo que se debilitara tanto la iniciativa petrolera que difícilmente ésta permitirá una mayor inversión en la industria. El paquete aprobado por el Senado descarta la inversión privada en refinación, transporte y almacenamiento, y además prohíbe los contratos con incentivos o en especie. Le deja, además, cinco lugares en el consejo de administración a un corrupto sindicato. Es verdad que la reforma permitirá que Pemex conserve más dinero del que produce, pero no resuelve el problema de cómo el gobierno reemplazará los recursos que ha venido recibiendo de la paraestatal. Habría que hacer para ello otra reforma fiscal, pero ahora sí en serio.
Por Sergio Sarmiento.
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