lunes, 6 de octubre de 2008

Pues sí, culpa de Alan y Bush - Stiglitz: y viene una recesión

Como para resolver una crisis es necesario encontrar su origen, el premio nobel de economía Joseph Stiglitz publicó hace poco una columna para responsabilizar al presidente Bush y a Alan Greenspan como presidente de la Reserva Federal del colapso inmobiliario que reventó bancos y la bolsa de valores.

Bush y Greenspan manipularon la economía para crear la imagen de una falsa prosperidad. El texto de Stiglitz, en http://www.project-syndicate.org/, se titula “La hora de la verdad para EU” y revela que la crisis ha estallado pero no se ha desarrollado del todo.

Por su importancia, Indicador Político publica el artículo de Stiglitz:
Todo se remonta a la recesión de 2001. Con el apoyo del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, el presidente George Bush impulsó un recorte fiscal diseñado para beneficiar a los estadounidenses más ricos, pero no para sacar a la economía de la recesión que vino después de que se reventara la burbuja de Internet. Ante ese error, la Reserva no tenía muchas opciones si deseaba cumplir su mandato de conservar el crecimiento y el empleo: tenía que rebajar los intereses, cosa que hizo de una forma sin precedentes –hasta llegar a 1%.
(…) Pero dado que el exceso de inversión de los años 1990 fue parte del problema que provocó la recesión, las tasas de interés reducidas no estimularon una gran inversión. La economía creció, pero principalmente debido a que las familias estadounidenses se decidieron a endeudarse más para refinanciar sus hipotecas y gastar parte del excedente. Y, mientras los precios de las viviendas aumentaron como resultado de las tasas de interés más bajas, los estadounidenses pudieron ignorar su endeudamiento creciente.

De hecho, ni siquiera eso estimuló lo suficiente a la economía. Para lograr que más personas pidieran préstamos, se redujeron las condiciones de los créditos, lo que promovió el crecimiento de las llamadas hipotecas basura. Además, se inventaron nuevos productos que rebajaron los montos de los enganches, lo que facilitó a las personas solicitar hipotecas mayores.

Algunas hipotecas incluso tenían amortización negativa: los pagos no alcanzaban a cubrir los intereses, de forma que cada mes la deuda crecía más. Las hipotecas fijas, a tasas de interés del 6%, fueron sustituidas por hipotecas de tasa variable, cuyos intereses estaban ligados a las letras del Tesoro de corto plazo. Las llamadas “tasas señuelo” permitían pagos aun más bajos durante los primeros años. Eran señuelos porque partían del hecho de que muchos deudores no eran sofisticados financieramente, y no entendían en realidad en lo que se estaban metiendo.

Y Alan Greenspan los alentó a que se arriesgaran promoviendo estas hipotecas de interés variable. El 23 de febrero de 2004, señaló que “en la última década muchos propietarios de viviendas podrían haberse ahorrado miles de dólares si hubieran contratado hipotecas de tasa variable en lugar de hipotecas de tasa fija”. Pero, ¿esperaba realmente Greenspan que las tasas de interés se mantuvieran permanentemente al 1% --una tasa de interés real negativa? ¿No pensó qué les sucedería a los estadounidenses pobres con hipotecas de tasa variable si los intereses se elevaban, como era casi seguro que lo harían?
(…) Afortunadamente, la mayoría de los estadounidenses no siguieron el consejo de Greenspan de cambiar a hipotecas de tasa variable. Pero aun cuando las tasas de interés a corto plazo comenzaron a aumentar, la hora de la verdad se pospuso, ya que los nuevos deudores podían obtener hipotecas de tasa fija con intereses que no estaban aumentando. Sorprendentemente, cuando las tasas de interés a corto plazo aumentaron, las de plazo medio y largo no lo hicieron, algo que resultó enigmático (…).

La burbuja de los precios de la vivienda finalmente se reventó y, con la caída de los precios, algunas personas se han encontrado con que sus hipotecas son superiores al valor de sus casas. Otros descubrieron que, con el aumento de los intereses, sencillamente ya no podían hacer sus pagos. Demasiados estadounidenses no crearon un colchón en sus presupuestos y las compañías hipotecarias, concentradas en los derechos que generaban las nuevas hipotecas, no los instaron a que lo hicieran.

Así como fue predecible el colapso de la burbuja inmobiliaria, también lo son sus consecuencias: la construcción de viviendas y los precios de las existentes están disminuyendo y los inventarios están aumentando. Según algunos cálculos, más de dos terceras partes del aumento de la producción y el empleo en los últimos seis años han estado relacionadas con los bienes raíces, lo que refleja tanto las nuevas viviendas como los créditos obtenidos con viviendas como garantía para utilizarlos en excesos de consumo.

La burbuja inmobiliaria indujo a los estadounidenses a vivir con más de lo que tenían –el ahorro neto ha sido negativo desde hace un par de años. Al apagarse este motor del crecimiento, es difícil imaginar que la economía estadounidense no sufra una desaceleración. Un regreso a la salud fiscal será bueno a largo plazo, pero reducirá la demanda agregada en el corto plazo.
Hay un viejo adagio que dice que los errores de las personas perduran mucho después de que ellas ya no están. Eso es muy cierto en el caso de Greenspan. En el de Bush, estamos empezando a sentir las consecuencias incluso antes de que se vaya.

Por Carlos Ramírez.
Post RLB. Punto Politico.

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