Más que una polémica con miras a definir el verdadero inicio de la revolución de independencia, Marcelo Ebrard fue víctima de su inconciente histórico: en 1808 no comenzó la independencia sino que ocurrió un golpe de Estado desde el ayuntamiento de la hoy ciudad de México.
En su afán por consolidar la Pejerepública de la Ciudad de México, Ebrard decidió fijar el año de 1808 como el del inicio de la revolución de independencia. Pero su héroe existencial Francisco Primo de Verdad no convocó a la independencia del yugo colonial español, sino que aprovechó el golpe de Estado contra Carlos IV para apoyar un golpe de Estado aquí pero para afianzar el dominio español.
En realidad, la primera expresión de la independencia fue dada por Miguel Hidalgo y Costilla en septiembre de 1810. La ofensiva de Primo de Verdad desde el Ayuntamiento de la Nueva España --hoy DF-- trató solamente de dar una reforma política de facto para reconocerle derechos políticos al Ayuntamiento, pero sin que pudiera ser considerado una iniciativa de independencia del yugo español. Se trató, pues, de una forma de cubrir el vacío generado aquí por el derrocamiento --abdicación-- de Carlos IV en España. No más.
Por tanto, la decisión de Ebrard no tiene más intención que la de regatearle la historia al gobierno federal y tratar de quitarle a la ciudad de México las fiestas del bicentenario de la Independencia en el 2010. Ebrard actúa más como primer ministro del reino de Pejelandia e intendente de su majestad Andrés Manuel I, Rayo de Esperanza del Reino de la Pos Nueva España.
La intención de instaurar en el DF el año de 1808 como el del inicio de la revolución de Independencia forma parte de las tentaciones balcanizadoras de Ebrard y de su obsesión por no reconocer al gobierno de Calderón, a pesar de que él mismo forma parte de la ilegitimidad de una elección de Estado en el DF operada desde la oficina de Alejandro Encinas como jefe de gobierno y con el aparato público manipulado a favor del PRD.
La iniciativa de Primo de Verdad para otorgarle al Ayuntamiento de la hoy ciudad de México poderes autónomos fue seguida --y ahí se localiza otra parte de la traición del subconciente de Ebrard-- de un golpe de Estado contra la autoridad central, estallado el 15 de septiembre de 1808. En el fondo, la intención de fortalecer el Ayuntamiento no fue directa sino consecuencia del vacío de poder por el golpe en España contra Carlos IV.
De ahí que Ebrard esté enviando un mensaje autonomista de la ciudad de México respecto a la república mexicana: la independencia del DF o, acaso, su conversión el municipio autónomo o junta revolucionaria de buen gobierno.
Por tanto, Ebrard debería regresar a la escuelita a revisar los textos de historia. Por ejemplo, el de su alma máter El Colegio de México, cuya magna obra Historia general de México es muy clara en sus apreciaciones. En la parte referida al periodo 1808-1824, el historiador Luis Villoro --por cierto simpatizante abierto de López Obrador-- resume en pocas palabras el movimiento autonomista del Ayuntamiento de Primo de Verdad: “el ayuntamiento de México no sostiene ninguna tesis revolucionaria ni pretende alterar el sistema de dependencia”. Por tanto, no fue inicio de la Independencia.
En su afán por complacer a López Obrador y por llevar a la ciudad de México a una situación de ruptura del pacto federal, Ebrard llega al absurdo de tergiversar la historia y tratar de convertir el golpismo del ayuntamiento de 1808 en una revolución de independencia. En todo caso, Ebrard quiere tomarle el pelo a los ciudadanos del DF sobre el inicio de la Independencia, para quitárselo al gobierno federal panista y al gobierno guanajuatense también panista.
Asimismo, Ebrard busca excluir a la ciudad de México de una de las dos celebraciones históricas más importantes de 2012: el bicentenario del inicio de la Independencia y el centenario del inicio de la revolución.
Pero la historia es inflexible, aún para quienes dicen que la estudiaron en El Colegio de México aunque sin titularse sino, como dice el currículum oficial de Ebrard, apenas logró “terminar exitosamente sus estudios superiores”--.
Y en el fondo, la exaltación de la autonomía del Ayuntamiento de la Ciudad de México se debe enmarcar con el golpe de Estado del 15 de septiembre de 1808.
La perversión de la historia que ha hecho Ebrard es una exhibición más de las tentaciones balcanizadoras del --hoy se sabe-- autonomista jefe de gobierno y de su caudillo López Obrador.
Porque si de rebeliones se trata, la historia del México colonial abunda en ellas: la de 1661, el motín de 1692, la república de los indios de 1771-1776, el levantamiento de Jacinto Canek, la rebelión de los machetes de 1799, la rebelión de los mineros de 1766, la rebelión de los comuneros de 1781 y el efecto local revolucionario de la llegada a México de la Ilustración en 1770. Pero ninguna inició la Independencia.
La Independencia fue una y formó parte de un proceso que comenzó como tal en septiembre de 1810. Y no lo dice Calderón sino Luis Villoro: “a la voz de un cura ilustrado (Hidalgo, el 15 de septiembre de 1810) estalla súbitamente la cólera contenida de los oprimidos. La primera gran revolución popular de América ha iniciado”.
Ebrard quedó, en todo caso, como aquellos abusados de la corte de Carlos IV: “haciendo el primo”, engañándose a sí mismo.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB Punto Politico.
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