decisión irracional.
Tenemos un Estado con serias deficiencias de inteligencia.
La lucha contra el narco, difícil en las mejores circunstancias,
se vuelve así más complicada, mientras que las posibilidades
de evitar atentados terroristas, como los que aparentemente
ha realizado el EPR, se desvanecen.
Después de 10 años de haberse convertido en una simple guerrilla mediática, con comunicados y conferencias de prensa pero sin acciones violentas, y de haber sufrido varias escisiones, el Ejército Popular Revolucionario, el EPR, ha hecho una muy sonada reaparición pública. A través de un comunicado de prensa se adjudicó la semana pasada la responsabilidad de una serie de explosiones en gasoductos de Pemex en los estados de Guanajuato y de Querétaro. La adjudicación no sólo no fue rechazada por las autoridades, como ha ocurrido en otros casos, sino que el gobierno ha reconocido que los estallidos han sido producto de atentados.
No se necesita mucha gente ni mucho dinero para crear una guerrilla u organización terrorista. Todo parece indicar que el EPR es un organismo pequeño y que no cuenta con grandes recursos. Sus miembros, sin embargo, claramente han recibido adiestramiento a lo largo de estos últimos 10 años de pausa en sus actividades. Antes los eperristas se especializaban en emboscar a pequeños grupos de policías municipales o de soldados, lo cual no requería de grandes conocimientos o de preparación. Pero las detonaciones simultáneas de cargas explosivas en distintos puntos de gasoductos como las que vimos en los últimos días requieren de una mayor capacidad técnica.
Los encargados de la seguridad nacional parecen haber estado tan sorprendidos por las explosiones y la reaparición del EPR como los ciudadanos comunes y corrientes. Entiendo que es imposible tener un control constante y permanente sobre todas las organizaciones que puedan en un momento dado llevar a cabo actos terroristas. Pero inquieta la percepción, cada vez más generalizada, que el desmantelamiento de las instituciones de inteligencia y de seguridad nacional que comenzó en el sexenio de Vicente Fox ha reducido de manera significativa la capacidad de reacción del Estado mexicano.
Ningún Estado del mundo puede darse el lujo de quedarse sin organismos eficaces de inteligencia y seguridad nacional. Si los que teníamos antes violaban los derechos humanos o cometían abusos, la solución era castigar a los responsables y limpiar las instituciones. Lo que no tenía sentido era desmantelar los cuerpos de seguridad o debilitarlos o convertirlos en simples foros académicos.
Hoy estamos pagando caras las consecuencias de esa decisión irracional. Tenemos un Estado con serias deficiencias de inteligencia. La lucha contra el narco, difícil en las mejores circunstancias, se vuelve así más complicada, mientras que las posibilidades de evitar atentados terroristas, como los que aparentemente ha realizado el EPR, se desvanecen.
El presidente Calderón aparentemente no coincide con la filosofía de su predecesor, Vicente Fox, en materia de inteligencia y de seguridad nacional. Al parecer está buscando reestablecer las instituciones que en el pasado tuvieron esta responsabilidad. Pero muy pronto se dará cuenta de que es mucho más fácil destruir que construir instituciones.
No se necesita mucha gente ni mucho dinero para crear una guerrilla u organización terrorista. Todo parece indicar que el EPR es un organismo pequeño y que no cuenta con grandes recursos. Sus miembros, sin embargo, claramente han recibido adiestramiento a lo largo de estos últimos 10 años de pausa en sus actividades. Antes los eperristas se especializaban en emboscar a pequeños grupos de policías municipales o de soldados, lo cual no requería de grandes conocimientos o de preparación. Pero las detonaciones simultáneas de cargas explosivas en distintos puntos de gasoductos como las que vimos en los últimos días requieren de una mayor capacidad técnica.
Los encargados de la seguridad nacional parecen haber estado tan sorprendidos por las explosiones y la reaparición del EPR como los ciudadanos comunes y corrientes. Entiendo que es imposible tener un control constante y permanente sobre todas las organizaciones que puedan en un momento dado llevar a cabo actos terroristas. Pero inquieta la percepción, cada vez más generalizada, que el desmantelamiento de las instituciones de inteligencia y de seguridad nacional que comenzó en el sexenio de Vicente Fox ha reducido de manera significativa la capacidad de reacción del Estado mexicano.
Ningún Estado del mundo puede darse el lujo de quedarse sin organismos eficaces de inteligencia y seguridad nacional. Si los que teníamos antes violaban los derechos humanos o cometían abusos, la solución era castigar a los responsables y limpiar las instituciones. Lo que no tenía sentido era desmantelar los cuerpos de seguridad o debilitarlos o convertirlos en simples foros académicos.
Hoy estamos pagando caras las consecuencias de esa decisión irracional. Tenemos un Estado con serias deficiencias de inteligencia. La lucha contra el narco, difícil en las mejores circunstancias, se vuelve así más complicada, mientras que las posibilidades de evitar atentados terroristas, como los que aparentemente ha realizado el EPR, se desvanecen.
El presidente Calderón aparentemente no coincide con la filosofía de su predecesor, Vicente Fox, en materia de inteligencia y de seguridad nacional. Al parecer está buscando reestablecer las instituciones que en el pasado tuvieron esta responsabilidad. Pero muy pronto se dará cuenta de que es mucho más fácil destruir que construir instituciones.
Por Sergio Sarmiento.
RLB Punto Politico.
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