lunes, 9 de julio de 2007

PRD atorado; AMLO será el jefe máximo

Busca aplastar tribus, grupos y liderazgos

Los legisladores perredistas habían pactado ya con Andrés Manuel López Obrador una estrategia de cara a la iniciativa de reforma hacendaria del gobierno de Calderón. Sin embargo, el ex candidato presidencial convirtió el acuerdo en una orden y la llevó al mitin para demostrar quién es el verdadero líder del PRD.

El asunto fiscal se convirtió en un enredo. Todo el día lunes el senador Carlos Navarrete, jefe de la bancada perredista, se la pasó en medios haciendo el papel del Rubén Aguilar de López Obrador: “lo que Andrés Manuel quiso decir…”, repetía hasta el cansancio para explicar que no había contradicciones y que el existía comunión entre legisladores y el tabasqueño.
Más que la reforma hacendaria de Calderón, lo que está en disputa en el PRD es el control del partido. López Obrador no quiere ser el “activo más importante” del perredismo, ni le llama la atención convertirse en un “líder moral”. En realidad, el tabasqueño quiere ser el jefe máximo del partido, el caudillo por la gracia de los acarreos.
En esta lógica de disputa interna, los sucesos nacionales importan nada para López Obrador. No le interesa la debacle electoral en Yucatán, Durango y Chihuahua. Tampoco está preocupado por la fractura del PRD en Zacatecas que llevó a la derrota del partido del sol azteca; al contrario, el senador perredista Ricardo Monreal tuvo todo el aval de López Obrador para reventar a la gobernadora Amalia García apoyando al PRI, al PAN y al PT.
Y en el lopezobradorismo no inquieta la crisis del partido en Michoacán por su pugna con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
En esta dinámica se localiza la reactivación de René Bejarano como operador político de López Obrador para tomar por asalto el PRD, liquidar a las tribus y construir una estructura piramidal. Bejarano regresó a la vida política perredista con la bendición de López Obrador, en cuyo nombre --a confesión del propio Bejarano y del mismo López Obrador-- recibió el dinero del empresario y editor Carlos Ahumada.
La estrategia de López Obrador para tomar el PRD por asalto tiene una lógica de corto plazo que no pasa por las pruebas electorales. Peor aún, López Obrador actúa con el comportamiento rencoroso de un caudillo: ha dejado de apoyar a candidatos perredistas en elecciones locales sólo para demostrar que la votación perredista depende de la personalidad del ex candidato presidencial. Y con ello hacerse de todo el control del partido.
El tabasqueño se ha percatado del fracaso de su estrategia de inventar una amorfa Convención Nacional Democrática y de proyectar un mediático Frente Amplio Progresista, y descansar las dos en su carisma personal. Ninguna de las dos iniciativas le ha resultado. Su objetivo es tomar el control total del partido y desde ahí manejar directamente las dos elecciones federales próximas: las legislativas del 2009 y las presidenciales del 2012.
Por tanto, en el PRD ha comenzado una lucha interna sin cuartel. En la lógica de la designación de los delegados al X congreso nacional de agosto que preparará el relevo de Leonel Cota en la presidencia del partido está Bejarano como operador de López Obrador y como una punta de lanza contra el poderoso grupo de los Chuchos --con Jesús Ortega y Jesús Zambrano y al alianza con la derrotada gobernadora zacatecana Amalia García--, sin duda el rival más importante.
López Obrador tiene a dos escuderos más: Alejandro Encinas como el próximo intendente del tabasqueño en la presidencia del CEN perredista y Marcelo Ebrard como el intendente lopezobradorista en el gobierno del DF.
Y como amenaza adicional, López Obrador ya le advirtió a los jefes de tribus del PRD que lleva un millón de afiliados a su “gobierno legítimo” y que quiere llegar a cinco millones. Pero la trampa política es obvia: todos son militantes perredistas. Si Encinas no gana la presidencia del partido, entonces López Obrador va a fundar otro con las bases perredistas pirateadas.
Por tanto, a López Obrador no le preocupa la debacle electoral del PRD. Su apuesta va en el sentido de su presencia personal que le dio casi quince millones de votos el 2 de julio del 2006, muy por encima de la media histórica del partido. Peor aún, López Obrador ha dicho en reuniones privadas con sus colaboradores que el PRD como partido es un lastre por las tribus. Por tanto, su estrategia radica en construir un partido piramidal, sin negociación con los cuadros intermedios y sólo con la militancia de las masas siguiendo al caudillo.
De ahí que el dilema del PRD radique en la definición de un proyecto político partidista que pueda ser operado por los perredistas en cargos de elección popular o un proyecto político personal del caudillo. La pugna alrededor de la iniciativa de reforma hacendaria del gobierno de Calderón será el catalizador de la disputa interna. La orden de López Obrador es la de repudiar esa propuesta y tratar de imponer -desde el 25% de espacio legislativo- la iniciativa de López Obrador.
Al final, López Obrador quiere ser el Plutarco Elías Calles del PRD, aunque podría acabar como el Carlos Salinas perredista.

Por Carlos Ramírez.
RLB Punto Politico.

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