lunes, 9 de julio de 2007

Izquierda: ¿AMLO, dónde te pongo?

Los mensajes de Camacho al caudillo


La principal lección política para la izquierda ex priísta-populista-lopezobradorista podría sonar deprimente: preocuparse por lamerse las heridas del 2 de julio de 2006, en lugar de prepararse para la conquista de mejores posiciones electorales rumbo al 2012.
En cambio, el panismo ya fijó su meta: en la fiesta del lunes pasado para recordar la victoria del 2006, el presidente Felipe Calderón delineó el objetivo político de su gobierno: el sexenio 2012-2018 para el PAN en la presidencia de la república. Por tanto y al estilo priísta, Calderón dejó muy en claro que su tarea presidencial no será a favor de la democracia o de la modernización nacional sino de la continuidad panista en Los Pinos.

Si Calderón se desvió del camino de la transición, si López Obrador se la pasa rumiando su derrota ahogándose en el 2 de julio del 2006 y si el PRI se ha convertido en la garantía para la restauración del viejo régimen, entonces el país parece condenado a su pasado y a la frustración de un futuro que no llegará. La transición a la democracia era el paso obligado después de la derrota presidencial del PRI; pero partidos y liderazgos no quieren la democracia sino aferrarse al poder vía el modelo político priísta vigente.

El problema de fondo radica en los papeles trágicos de López Obrador y el PRD. Su función como oposición ha estado lejos de las tareas de impulso a la transición.

El PRD no sabe cómo salirse del espacio agobiante de un López Obrador que se niega a mirar hacia delante. Y como partido, el perredismo padece de la misma ceguera de López Obrador: creer que la presidencia “legítima” es de a deveras y a partir de ahí tratar de imponer iniciativas parciales para suponer un gobierno desde el 25% de la votación. Ambos, PRD y López Obrador, viven una realidad ficticia.
Mientras el PRD no resuelva el “problema AMLO”, sus posibilidades políticas estarán limitadas a la esquizofrenia del poder: una ausencia de la realidad.

Por lo pronto, hay indicios de una sorda polémica sobre el papel de López Obrador como caudillo de la izquierda ex priísta y populista. Y existen evidencias de que, inclusive, existen reclamos de que el caudillismo del tabasqueño ha dañado las posibilidades de reposicionamiento de la izquierda.
Por ejemplo, Manuel Camacho --miembro de la dirección política del Frente Amplio Progresista que fundó López Obrador-- escribió el lunes pasado en El Universal algunos mensajes críticos que tienen como destinatario al tabasqueño: “para ganar, hay que convenir la mejor estrategia”. Y agrega que el “capital moral” debería medirse no por sí mismo y que Gandhi, King o Mandela --por cierto los ídolos de López Obrador-- sino que “su grandeza histórica se la dio la victoria”.
Por tanto, sería el mensaje de Camacho, López Obrador dependería de la victoria, no del sacrificio.

La crítica de Camacho al FAP es muy clara. “El FAP y el movimiento social que conduce AMLO deben perfeccionar su propuesta de cambio”. Y más: “siempre, y más ahora, son decisivas la reflexión, la honestidad intelectual, el debate, la capacidad para reconocer los cambios en la realidad y la visión y concreción”. Y remata: “para ello, el FAP necesita ganar. Para ello debe frenar el autoritarismo y aprovechar todos los resquicios de la democracia”.

Lo malo es que López Obrador, el FAP y el PRD siguen rumiando el pasado. Ricardo Monreal, conocido como el “AMLO zacatecano”, escribió el martes en Milenio que el grupo lopezobradorista cometió errores: la exclusión de la clase media emergente, el olvido de los jóvenes, no cubrieron las casillas el día de la elección, la ausencia del candidato perredista en el primer debate, el alejamiento con organizaciones de la izquierda como el EZLN y el neocardenismo, no responder a tiempo a la campaña del miedo, entre otros. Pero al final, Monreal revela el resentimiento: ganó el fraude a los errores.

El PRD y López Obrador no han comprendido el desafío del futuro y pierden capital político rumiando el pasado. Se los recordó el analista Roberto Blancarte en Milenio, quien fue de los primeros que se arrepintió de haber votado por López Obrador por el conflicto poselectoral.
En su artículo titulado “No me arrepiento de haberme arrepentido”, Blancarte escribió:
“Más allá de la para mí evidente --aunque para otros no tanto-- pérdida de fuerza del movimiento lopezobradorista, lo cierto es que la izquierda mexicana sigue circulando por los caminos del autoritarismo y del mesianismo, del caudillismo y del sectarismo
.
Lo que hemos visto este año pasado es una izquierda que ha perdido en casi todas las elecciones en las cuales se ha presentado. Por otra parte, la izquierda sigue apareciendo en la escena pública con una cara tan “peleonera” como inefectiva; desde los intentos por impedir la toma de posesión presidencial, hasta las manifestaciones para dar marcha atrás a la nueva ley del ISSSTE.”
¿La razón? “Todo gira alrededor de un caudillo grosero y maniqueo, que no admite críticas en su contra. Por ésa y muchas otras razones, lamento mucho haberme tenido que arrepentir hace un año, pero hoy, a pesar de todo, no me arrepiento de haberme arrepentido.
Sigo pensando en que hay otra izquierda que construir.”
Lo malo, sin embargo, es que el caudillo no quiere escuchar sino que exige sometimiento


Por Carlos Ramírez.
RLB Punto Politico.

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