Los gobiernos de la tecnocracia y de la alternancia partidista en la presidencia no han sabido qué hacer con el aparato de información política del Estado
El caso de Oaxaca es significativo. El anterior jefe del Cisen en el estado fue removido por su cercanía a Jorge Franco, el operador político del gobierno local que ha sido señalado como el principal responsable del estallamiento de la crisis oaxaqueña. En restaurantes se les veía juntos todo el tiempo. En su lugar llegó una mujer con instrucciones de mantener bajo perfil y lejos del gobierno estatal.
Pero en el fondo, los gobiernos que no salieron de las entrañas del sistema político priísta --Zedillo, Fox y Calderón-- han carecido de la capacidad para dimensionar el papel de la oficina de información y análisis políticos.
Sin embargo, tampoco han sabido privilegiar el papel político y de estadista del presidente de la república en turno.
Sin un sistema eficaz de inteligencia y con presidentes bastante improvisados en política, el país ha quedado al garete en cuanto a la defensa de su seguridad nacional, salvo por el siempre eficaz sistema de inteligencia política del ejército.
La crisis de la inteligencia política civil no es nueva ni tampoco tiene que ver con la alternancia dentro del priísmo y con el panismo. El aparato de espionaje fue reventado en 1985 cuando se revelaron datos y pruebas en los Estados Unidos en el sentido de que jefes y policías de la Dirección Federal de Seguridad y de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, ambas dentro de la Secretaría de Gobernación, estaban al servicio del narcotráfico y el crimen organizado. La corrupción, el narcotráfico y la represión acabaron con el sistema de información de inteligencia.
Atrapadas sus policías en actividades ajenas a sus funciones legales, el secretario de Gobernación del gobierno de Miguel de la Madrid. Manuel Bartlett Díaz, disolvió la DFS y la DIPS en 1985 e inventó la Dirección de Investigaciones y Seguridad Nacional.
El gobierno de Carlos Salinas la convirtió en Centro autónomo, pero no por razones estratégicas sino por dos causas: quitarle la policía política al fundador de la DFS, Fernando Gutiérrez Barrios, centrar la seguridad nacional en la oficina de Joseph-Marie Córdoba Montoya y convertir a esa oficina en un centro de espionaje del poder. Zedillo subordinó el Cisen a su secretaría particular, Fox perdió el rumbo de la política y Calderón lo convirtió en una oficina de encuestas.
El problema con el Cisen es político. Por ejemplo, el único camino para terminar con la guerrilla es el de la contrainsurgencia o guerra sucia, imposible de aplicar en un sistema político abierto, plural y con tantos contrapesos. Así, todo sistema de inteligencia política viola por definición los derechos humanos y las garantías individuales. Por tanto, toda democracia no debe descansar en el espionaje político sino en el ejercicio democrático de la política. Por eso los presidentes deben ser estadistas, no improvisados.
El sistema de acopio de información para la seguridad del Estado depende de dos fuentes: las pasivas que permiten acceder a información privilegiada y su eficacia depende de la capacidad de articulación de hechos; y las activas que no tienen otro nombre que espionaje. Un buen servicio de inteligencia implica la infiltración, la intercepción ilegal de comunicaciones, la violación de derechos constitucionales, la corrupción de organizaciones, las aprehensiones sin órdenes legales y sobre todo el acotamiento de la democracia. La DFS e IPS practicaban estos estilos y el Cisen eludió esas prácticas.
La virtud de un buen servicio de inteligencia política radica en dos fases: la interpretación del acopio de datos y la decisión política de los gobernantes. Oaxaca, por ejemplo, no es un problema de los servicios de inteligencia sino un asunto de pericia política. Los grupos guerrilleros que operan en la entidad son bastante previsibles porque operan a través de la internet. El EPR no fue una falla de la inteligencia sino de la política.
Los Estados democráticos siempre tendrán una crisis de sus servicios de inteligencia política por razones obvias: la democracia privilegia los derechos, el espionaje los conculca. Las oficinas de inteligencia, por tanto, se reducen sólo al acceso a la información en circulación. Pero el valor agregado radica en la capacidad de análisis, en el talento para interrelacionar datos y en la virtud de la interpretación política.
Lo sobresaliente de la inteligencia política en los tiempos de Gutiérrez Barrios no radicaba en la infiltración y la violencia contra la disidencia sino en la capacidad de análisis política de la realidad.
El fracaso del Cisen es de definiciones: no ha sabido ser un aparato de inteligencia para una democracia y todos esperan -aún sus críticos- que regrese a su función de policía política con tareas de espionaje, represión y contrainsurgencia.
Pero en el fondo, la crisis del Cisen es correlativa a la incapacidad de la Secretaría de Gobernación para entender la política y correspondiente al funcionamiento tradicional de las prácticas priístas. Gobernación ha perdido el manejo de la política nacional. Así, problema no es el Cisen sino Gobernación y la burbuja Timbiriche que rodea a Calderón y que carece de formación para. conducir al Estado.
Pero en el fondo, la crisis del Cisen es correlativa a la incapacidad de la Secretaría de Gobernación para entender la política y correspondiente al funcionamiento tradicional de las prácticas priístas. Gobernación ha perdido el manejo de la política nacional. Así, problema no es el Cisen sino Gobernación y la burbuja Timbiriche que rodea a Calderón y que carece de formación para. conducir al Estado.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB Punto Politico.
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