A un año de distancia de las elecciones presidenciales del 2006,
el PRD y Andrés Manuel López Obrador aparecen contaminados con el síndrome de “los mamíferos artiodáctilos patihendidos”, es decir, son rumiantes políticos que mastican dos veces el alimento.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua explica que en lenguaje coloquial existen dos acepciones más para el verbo rumiar: rezongar, refunfuñar. Si se revisan las declaraciones del PRD y de López Obrador en torno al 2 de julio del 2006, se trata de afirmaciones que caen dentro de las acepciones de los rezongones, de los que refunfuñan.
Lo grave de esta posición de los rumiantes políticos es que ni siquiera están interesados en presentar pruebas de lo ocurrido y menos están preocupados por reorganizar a una corriente de la oposición, sino que se han pasado un año quejándose, tratando de reventar las instituciones políticas y creando un mundo bizarro, en su acepción de extravagante, raro, confuso, alrededor de la república imaginaria.
Pero la realidad es bastante cruel. Y tiene que ver con las razones de la derrota electoral: el López Obrador que logró capitalizar políticamente el desafuero por haber violado un amparo --tomando al amparo como la institución social por excelencia del derecho mexicano para evitar el abuso del poder--, perdió dramáticamente su ventaja electoral.
No se trata sólo de una posición de resentimiento político de quien no ganó y prefiere, como Nerón, incendiar Roma. En realidad, López Obrador es víctima de la enfermedad de Asperger, comúnmente conocida como “ceguera mental”, caracterizada por la incapacidad para entender los estados de inteligencia de las personas, sobre todo a partir de la comunicación no verbal. Es decir, niega la inteligencia de quienes son incapaces de entender hasta un gesto de amistad en los demás.
Los afectados por el síndrome de Asperger tienen comportamientos obsesivos. La enciclopedia Wikipedia resume esta enfermedad: “cuando una maestra pregunta a un niño con Asperger “¿tu perro se comió tu tarea?”, el niño con Asperger permanecerá silencioso por no conocer la expresión, tratando de decidir si debe explicar a su maestra que no tiene un perro y que además los perros generalmente no comen papel. El niño no comprende lo que su maestra está preguntando y no puede inferir lo que la maestra quiere decir o el hecho de que existe un significado no literal marcado por el tono de voz, postura o expresión facial, y es por lo tanto enfrentado a una pregunta con tanto sentido como “¿rebotó hoy el glaciar de la librería?” La maestra abandona la experiencia pensando que el niño es arrogante, rencoroso e insubordinado. El niño permanece callado, sintiéndose frustrado.”No se trata sólo de una posición de resentimiento político de quien no ganó y prefiere, como Nerón, incendiar Roma. En realidad, López Obrador es víctima de la enfermedad de Asperger, comúnmente conocida como “ceguera mental”, caracterizada por la incapacidad para entender los estados de inteligencia de las personas, sobre todo a partir de la comunicación no verbal. Es decir, niega la inteligencia de quienes son incapaces de entender hasta un gesto de amistad en los demás.
A un año de distancia, López Obrador ha repetido hasta el cansancio el mismo argumento: le robaron la presidencia. Pero en realidad la perdió. Su estrategia no ha sido política sino sicológica: tratar de convencer que ganó aunque sin presentar pruebas. Pero los libros de sus seguidores --Elena Poniatowska, Julio Scherer Ibarra y Jenaro Villamil, Socorro Díaz, Federico Arreola, además de otros que vienen-- contienen suficientes argumentos para concluir que López Obrador perdió la presidencia de la república por sus tres defectos asumidos en un comportamiento específico: un autismo político caracterizado por su tendencia al autoaislamiento.
López Obrador fue advertido por sus asesores de cuando menos cinco errores reconocidos: sus ataques agresivos contra el presidente Fox, su ingenuidad política, su ausencia en el primer debate, su negativa a reconocer que a partir de abril comenzaba a caer en las encuestas y su candidez en confiar en sus operadores electorales de casilla. Se trata de los mismos errores de hoy: estacionarse en el argumento de que ganó y por tanto se inventó su presidencia de la república, su banda presidencial, su águila, su toma de protesta y su gabinete, es decir su mundo privado ajeno a la realidad.
Lo malo es que López Obrador ha tratado de arrastrar al PRD al abismo. Muchos perredistas tratan a López Obrador como víctima de una enfermedad psicosomática: le dan por su lado y le colocan en un nicho pero no le hacen caso. Ahí está, por ejemplo, la orden de López Obrador al PRD para rechazar la reforma fiscal sin analizar sus posibilidades y sus limitaciones. Los perredistas le dijeron que sí, pero se sentaron en la mesa de la realidad para negociarla con el gobierno de Felipe Calderón.López Obrador fue advertido por sus asesores de cuando menos cinco errores reconocidos: sus ataques agresivos contra el presidente Fox, su ingenuidad política, su ausencia en el primer debate, su negativa a reconocer que a partir de abril comenzaba a caer en las encuestas y su candidez en confiar en sus operadores electorales de casilla. Se trata de los mismos errores de hoy: estacionarse en el argumento de que ganó y por tanto se inventó su presidencia de la república, su banda presidencial, su águila, su toma de protesta y su gabinete, es decir su mundo privado ajeno a la realidad.
Mientras la crisis nacional exige la actividad de una izquierda racional --aunque sea populista y ex priísta--, López Obrador lleva un año rumiando su derrota. El PRD debe decidir si se queda estacionado en el síndrome López Obrador o si regresa a la realidad política.
Por Carlos Ramírez.
RLB Punto Politico.
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