con problemas emocionales de la infancia que tiene características de tirano.
De haber llegado al poder, el país se habría convertido en un infierno para millones de Mexicanos. La vimos cerca.
La mayoría de los diccionarios de lengua española definen a la palabra loco , como un adjetivo que describe a una persona desquiciada, imprudente, de poco ó ningún juicio, de alguien que ha perdido la capacidad para tomar decisiones con el poder de la razón. Bueno, con esa definición, muchos de nosotros seríamos calificados como locos por errores y/o imprudencias cometidas en nuestras decisiones a lo largo de las distintas etapas de nuestra vida.
Con esta aproximación conceptual del susodicho adjetivo, es que varios analistas ya desde hace tiempo le llaman loco al ex candidato perdedor de las elecciones presidenciales, López Obrador. Sí, aparentemente, López ha tomado decisiones locas, que no tienen razón de ser, que sólo desquician la vida diaria de los ciudadanos. Pero no se confunda amigo lector. López no está loco, a pesar de sus imprudentes y en todo caso desquiciadas decisiones que aparentan que un loco ha tomado el escenario político de la vida nacional.
López es sólo un populista (con su toque dictatorial) más, que en todo caso se caracteriza por una profunda ignorancia en materia económica, política y jurídica y, por supuesto, como todos los populistas, por una actitud mesiánica, producto de una defectuosa educación y por problemas emocionales serios en la infancia, que los llevan incluso a tener un desprecio por la vida humana. A Adolfo Hitler, uno de los dictadores más sanguinarios de la historia, con mucha frecuencia en la pos guerra se le llamaba loco. Los historiadores han demostrado que este adjetivo no era el adecuado a su personalidad. No, Hitler estaba consciente de sus crímenes contra los judíos (y de todo aquel que no fuera ario, según sus propios criterios). Con su propia versión de la historia, planeó con premeditación, alevosía y ventaja su golpe contra el mundo. A aquellos contemporáneos de Hitler que leyeron Mi lucha, libro hecho por el dictador asesino en la segunda etapa de su juventud, siempre supieron que un enfermo emocional (pero no loco) había tomado el poder. El tiempo les dio la razón. Los verdaderos locos, los esquizofrénicos, no actúan con premeditación.
Por supuesto, no todos los populistas son sádicos asesinos al estilo de Hitler. Los hay incluso aquellos que en un principio tenían buenas intenciones, pero bueno, como reza un viejo dicho, el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. El mesianismo y la ignorancia son el talón de Aquiles de los populistas.
En un ensayo brillante llamado Decálogo del populismo, el historiador Enrique Krauze, expone la personalidad que caracteriza a los populistas mesiánicos. Si no lo leyó amigo lector, échele un ojo en la siguiente página de la red, créame no se arrepentirá:
http://www.cadal.org/articulos/nota.asp?id_nota=1071
Krauze demuestra con excelsitud y claridad, el por qué los populistas no están locos, sino que son presa de su ignorancia y pasado emocional oscuro que al final desemboca en decisiones mesiánicas que acaban por llevar al precipicio a todo el pueblo. Eso, eso son los populistas mesiánicos, y López es uno más. Los verdaderos locos no son un peligro para México. Los mesiánicos con tinte dictatorial como López sí lo son.
A continuación numeramos algunos de lo planes oscuros de López de haber llegado al poder. Le dará escalofrío amigo lector:
Cambio en las instituciones (purificación del Congreso). Continuamente, sobretodo antes del 2 de julio, López insistía en que de llegar al poder realizaría una reforma institucional histórica, al estilo juarista. No nos confundamos, López no se refería a perfeccionar nuestras leyes e instituciones, que ciertamente necesitan una pulida y perfeccionamiento. No, López se refería a darle un golpe final a sus oponentes en el Congreso. Mediante un plebiscito, López "junto con el pueblo" (ya vimos cómo toma decisiones en el Zócalo) apelaría a lo que se llama Asamblea Constituyente, que no es otra cosa que sustituir en el Congreso, a la mala, a los opositores de López y cambiarlos por sus secuaces. Así, la asamblea desembocaría en un nuevo Congreso Constituyente (lo que ya de suyo es ilegal, pues el actual Congreso viene del constituyente de 1917). Con esto, López amarraría cualquier decisión legislativa, ya sin opositores al régimen y con ello lograría que le aprueben toda clase de tropelías. Comenzaría la primer parte del infierno. Este fue el camino seguido por Hugo Chávez y Evo Morales para llevar a cabo los atropellos contra sus pueblos.
Reformar a las instituciones jurídicas. Bueno, este punto está en la mente de todos los mexicanos. La eficiente impartición de justicia, definitivamente impacta positivamente en el desarrollo económico y humano de una nación. México también necesita de profundas reformas judiciales. Pero, nuevamente, López no se refería a este tipo de cambios. López siempre confunde lo jurídico con lo moral y lo justo (un fallo en su contra era siempre injusto, hay que recordar sólo lo del predio El Encino). Para López, la reforma al sistema jurídico simple y sencillamente consistiría en darle un golpe a la Suprema Corte de Justicia. Mediante un plebiscito (como siempre, con su particular forma de llamar al voto popular) llamaría a derrocar a la fuerza a los magistrados que hoy componen a la actual Corte, por amigos y compadres (nuevamente a nombre supuestamente del pueblo). En su momento el ex presidente Zedillo cambió a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia, pero fue para eliminar a todos los compadres del viejo régimen priísta. Al final el cambio fue positivo y sirvió para convertir al poder judicial en un poder de gobierno verdaderamente independiente. López convertiría a la Corte en el séquito cuates y compadres que le darían impunidad a él y a sus secuaces para poder cometer toda clase de atentados contra la propiedad privada de los ciudadanos.
Reformar al Banco de México. Recientemente, un grupo de diputados perredistas presentaron una iniciativa para reformar el artículo 28 de la Constitución y los artículos 2 y 7 de la Ley de Banco de México, para que, sin violar su autonomía, el banco central no sólo se encargue de mantener el poder adquisitivo de la moneda, sino que también tenga a su cargo el crecimiento y el empleo en la economía. En los círculos académicos, éste ya es un viejo debate en el campo de la teoría y política monetaria. Aunque la discusión académica sigue, la evidencia demuestra que la que mejor contribución que un banco central puede hacer al crecimiento económico es cumplir realmente con su chamba: mantener el poder adquisitivo de la moneda vía el control de la inflación. Pero, López tampoco se refiere a este tipo de reforma (aunque algunos de sus bisoños diputados sí lo crean). No, López quería tronar la autonomía de Banxico, para que, como en el pasado reciente, nuevamente el banco central se convirtiera en la "maquinita de hacer billetes" para cubrir sus excesos presupuestales, al estilo de como lo hicieron los gobiernos de López Portillo y Echeverría. Inflación galopante es la única consecuencia de este tipo de medidas.
Cambios a la Ley Federal de Responsabilidad Hacendaria . La actual ley en esta materia necesita perfeccionarse, pero para obligar al gobierno a tener superávit fiscales crecientes, año con año (y no sólo para evitar el déficit fiscal, como obliga la actual ley) para de una vez por todas ir disminuyendo la deuda pública (no sólo la deuda externa, sino también la interna) y evitar una crisis originada por lo pasivos del sector público, principalmente el relacionado al pago de pensiones. Definitivamente, los planes populistas de López en materia económica no serían posibles sin la eliminación de la reciente ley aprobada de responsabilidad fiscal. La ley sería un estorbo para los desmanes presupuestales de López. Ya con el Congreso capturado, estas contrarreformas serían fáciles de realizar.
Derribar a los tratados de libre comercio. La escasa cultura económica de López no le permite ver que el libre comercio es lo que más beneficia a los pueblos, que las economías abiertas son las más avanzadas. Con su Lógica marxista aprendida en los años setentas, para López los tratados de libre comercio son instrumentos del imperialismo yanqui para someter a América Latina. Esa visión trasnochada, setentera y rebasada por la realidad del libre comercio (y de las economías libres y abiertas) haría muy tensa la relación con nuestros socios EU y Canadá. López trataría en la medida de lo posible, en romper el tratado de libre comercio que México tiene con EU y Canadá. Asimismo, trataría de revertir otra docena más de tratados de libre comercio firmados con otras naciones. Con López, los tratos comerciales preferenciales serían hacia Venezuela, Bolivia y Cuba.
Revolución educativa. Una verdadera reforma educativa sería acabar con la educación superior gratuita, así como cambiar la estructura de los subsidios educativos hacia la demanda (que los recursos que hoy reciben las escuelas públicas ya no los capturen las burocracias educativas, sino los padres de familia, para que, no con dinero en efectivo, sino con un cheque intercambiable sólo por educación, pudieran decidir en donde estudien sus hijos desde la primaria a la universidad) y terminar de una vez por todas con el mafioso sindicalismo educativo que sólo expolia y defrauda a la sociedad. Nuevamente, López no se refiere a cambios de este tipo.
Su "revolución educativa" habría sido crear más peje escuelas gratuitas sin examen de admisión ni evaluaciones externas serias. Las principales universidades públicas también serían agredidas y obligadas a eliminar sus exámenes de admisión, para crear un monstruo educativo mediocre y sometido al adoctrinamiento de la ideología de López. Hoy de por sí en México la educación pública (a veces también la privada) es muy mala, sobre todo en los niveles básicos, así que este tipo de medidas vendrían a completar la gran tragedia educativa. Toda una estrategia para seguir manteniendo a México en el subdesarrollo y para que surjan nuevos López.
Fin a la libre flotación cambiaria e imposición del control de cambios. El régimen de libre flotación, con economía y cuentas de capital abiertas al mundo, serían un serio obstáculo a los planes mesiánicos de López. La ventaja de contar con esquemas flexibles cambiarios es que los gobiernos se ven sometidos al escrutinio de los mercados y por tanto se comportan con responsabilidad fiscal. Como no sería el caso de López, en un régimen flotante, las consecuencias sus planes mesiánicos serían la fuga de capitales y la depreciación acelerada del peso. Por ello, el primer paso de López en el poder habría sido "fijar" al tipo de cambio, es decir, que éste ya no fuera un precio determinado por la libre oferta y demanda de divisas, sino un precio controlado por el gobierno, sostenido artificialmente con la venta de reservas internacionales; como esto tampoco serviría, pues sólo ocasionaría el agotamiento de las mismas, a López no le quedaría otra que imponer un rígido control de cambios donde el gobierno controla la compra-venta de divisas a un precio oficial, al estilo de como lo hace Hugo Chávez en Venezuela. Este tipo de controles, además de que no frenan la sangría de capitales, pues crea mercados negros, sólo castigan el crecimiento y la libertad económica de los ciudadanos.
Expropiaciones masivas. El desprecio por López a la empresa privada, se habría traducido en hechos concretos de haber llegado al poder. El primer ataque habría sido contra los banqueros. Comenzaría por encarcelar arbitrariamente a varios de ellos y acabaría con el despojo de sus propiedades. Las grandes cadenas comerciales como Wal-mart serían fastidiadas fiscalmente hasta provocar su salida del mercado mexicano. Con la Suprema Corte en la bolsa de López, los ciudadanos y las empresas ya no podrían defenderse de las arbitrariedades de López. Aunque hoy día sería un suicidio económico que un gobierno se vuelque a un régimen comunista puro, eso no quiere decir que no puedan surgir nuevos estatismos como el que planeaba López, caracterizados por un capitalismo mercantil, el de los compadres coludidos con el gobierno. Surgirían nuevos empresarios con apellidos como Bejarano, Padierna e Imaz. En el régimen de López, Carlos Slim por fin desplazaría en la lista de ricos de Forbes, a Bill Gates
Agresión y reformas contra la libertad de expresión. El enemigo número uno de López sería, por supuesto, los medios de comunicación críticos. A López siempre le ha incomodado la crítica periodística y le fascinaría tener el control mediático que tienen dictadores como Fidel Castro. Con López en el poder, el cierre de periódicos, el terrorismo fiscal para encarcelar a empresarios de medios críticos al régimen, la persecución a todo aquel periodista que no comulgue con las ideas de López, así como el encarcelamiento de opositores al régimen, estarían al orden del día. Páginas de internet como éstas serían primero saboteadas, para luego tratar de llegar a la prohibición de las mismas, so pena de cárcel para quien aquí escribimos.
Perpetuación en el poder. El desastre económico y político creado por López, en combinación con precios del petróleo altos, permitirían a López crear una democracia ficticia (y así sería porque si no, López correría el riesgo de ser castigado en el siguiente sexenio de llegar un partido opositor), al estilo de como lo ha hecho Hugo Chávez en Venezuela. Ya con el control del Congreso, López haría todo lo posible por reelegirse varios sexenios. Los cambios institucionales le permitirían esclavizar a los mexicanos durante muchos años.
¿Qué se espera de alguien que se asume como el bandolero Emiliano Zapata? No, amigo lector, López no está loco, sólo es un populista ignorante con problemas emocionales de la infancia que tiene características de tirano. De haber llegado al poder, el país se habría convertido en un infierno para millones de Mexicanos. La vimos cerca. Por lo menos en este sexenio, nos hemos salvado de la tiranía de López. Sin embargo, López hará todo lo posible por estorbar el ejercicio de gobierno de Felipe Calderón, así que aún es un peligro para México.
Godofredo Rivera
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