Los nuevos comunistas han abandonado las banderas rojas, la hoz y el martillo, la melena y el lenguaje violento. Es más, ya no leen a Marx y Engels sino a los modernizadores de las ideas comunistas, como José Saramago, Chomsky, Joseph Stiglitz, Larouche, etc. Cada vez es más difícil reconocerlos pues visten traje y corbata, buenos zapatos y hablan con mesura. Los neocomunistas ahora disfrutan de tomar buenos vinos y suculentas comidas a cargo del erario público y viajan en camionetas blindadas.
No les gusta que les digan “eres un comunista”, sienten que es un término ofensivo y arcaico. Algunos prefieren que cariñosamente se les llame “socialistas”, pero son los menos; otros se sienten a gusto si se les identifica como “funcionarios de izquierda” o mejor aún, se sienten contentos si se les llama “demócratas” o “socialdemócratas”. En general prefieren que se les catalogue como “funcionarios preocupados por el bienestar social”. Los más radicales están abandonando la selva para aspirar a los subsidios del IFE.
Esta nueva generación de comunistas en el poder va avanzando de manera incontenible por casi todo el mundo. Basta pensar en el sorprendente triunfo electoral de Hamas en Palestina. En América tenemos a Luis Inacio Lula Da Silva, que si por su gusto fuera ya habría acabado con el escaso capitalismo de Brasil; Ernesto Kirchner que destruye al capitalismo argentino a su manera; a Evo Morales cuyo origen indígena no cubre sus intenciones de realizar el sueño del Che Guevara en Bolivia; Hugo Chávez que se siente “el Fidel” de América Latina; el mismo Fidel Castro que los largos años de penurias aplicadas a su pueblo no fueron suficientes para darse cuenta que estaba cometiendo graves errores económicos; las nuevas figuras del neocomunismo con Michelle Bachelet , la correligionaria de Salvador Allende, que nos dará lecciones de cómo estancar a Chile; en Perú ya se asoma Humala y próximamente también tendremos nuestro propio ejemplar del neocomunismo en la figura del López Obrador. Puros comunistas camuflados tomando el poder.
¡Pobre América!, Apenas empezaba a ver la salida y ya los vientos neocomunistas amenazan con una tormenta de larga duración. ¿Qué le pasa a América Latina que vuelve a apostar por el comunismo? ¿Nunca aprendió que el mercado libre es el mejor sistema para lograr la máxima prosperidad posible? Actualmente no queda en pie ni un solo país en América Latina que enarbole el neoliberalismo o el liberalismo hayekiano, es decir, que apueste al talento individual, a la propiedad privada, a los mercados libres, a la economía de mercado.
América se pinta de rojo, incluyendo a los Estados Unidos con sus restricciones comerciales, barreras fitosanitarias, aranceles, cierre de fronteras y abandono de las ideas liberales que le dieron grandeza. Sus universidades se han transformado en centros de adoración del pensamiento neomarxista que los hace incapaces de ver la amenaza que envuelve al mundo.
Los nuevos líderes del neocomunismo ya no se atreven a despojar abiertamente a los empresarios, nacionalizando sus negocios; ahora sólo los amenazan con castigar a las empresas que no tratan bien a los burócratas del comandante Fidel.
Quizás no vayan a imponer el terror de Estado para obligar a la obediencia total, quizás no impondrán una tarjeta de racionamiento, pero van a empezar por estorbar todo lo que huela a mercados libres; perseguirán a los que no pagan impuestos; impondrán tasas impositivas a quien sea más productivo; propondrán legislar hasta la forma en que debe respirar cada persona; impondrán mayores obstáculos para fundar negocios; reglamentarán más la inversión extranjera; aumentarán el número de burócratas de aparato estatal, repartirán becas a los ancianos, discapacitados, estudiantes, madres solteras, deportistas y homosexuales; darán más recursos a las escuelas burocráticas del gobierno; aumentarán los presupuestos a las instituciones burocráticas de salud; protegerán a los gángsteres del sindicalismo, etc.
Por supuesto, estos neocomunistas nunca hablarán de reformas estructurales, es decir, en su vocablo está borrada la palabra privatización, libre competencia, mercados abiertos, apertura de fronteras, dolarización o libre circulación de monedas, libertad para emprender negocios, ganancias, etc., porque estos conceptos salen de la esfera del neocomunismo. Sólo cabe esperar que esta marejada roja sirva de muestra para aprender que dejar nuestra suerte en las manos de los neocomunistas es como entregar nuestra alma al diablo.
Los nuevos comunistas han abandonado las banderas rojas, la hoz y el martillo, la melena y el lenguaje violento. Es más, ya no leen a Marx y Engels sino a los modernizadores de las ideas comunistas, como José Saramago, Chomsky, Joseph Stiglitz, Larouche, etc. Cada vez es más difícil reconocerlos pues visten traje y corbata, buenos zapatos y hablan con mesura. Los neocomunistas ahora disfrutan de tomar buenos vinos y suculentas comidas a cargo del erario público y viajan en camionetas blindadas.
No les gusta que les digan “eres un comunista”, sienten que es un término ofensivo y arcaico. Algunos prefieren que cariñosamente se les llame “socialistas”, pero son los menos; otros se sienten a gusto si se les identifica como “funcionarios de izquierda” o mejor aún, se sienten contentos si se les llama “demócratas” o “socialdemócratas”. En general prefieren que se les catalogue como “funcionarios preocupados por el bienestar social”. Los más radicales están abandonando la selva para aspirar a los subsidios del IFE.
Esta nueva generación de comunistas en el poder va avanzando de manera incontenible por casi todo el mundo. Basta pensar en el sorprendente triunfo electoral de Hamas en Palestina. En América tenemos a Luis Inacio Lula Da Silva, que si por su gusto fuera ya habría acabado con el escaso capitalismo de Brasil; Ernesto Kirchner que destruye al capitalismo argentino a su manera; a Evo Morales cuyo origen indígena no cubre sus intenciones de realizar el sueño del Che Guevara en Bolivia; Hugo Chávez que se siente “el Fidel” de América Latina; el mismo Fidel Castro que los largos años de penurias aplicadas a su pueblo no fueron suficientes para darse cuenta que estaba cometiendo graves errores económicos; las nuevas figuras del neocomunismo con Michelle Bachelet , la correligionaria de Salvador Allende, que nos dará lecciones de cómo estancar a Chile; en Perú ya se asoma Humala y próximamente también tendremos nuestro propio ejemplar del neocomunismo en la figura del López Obrador. Puros comunistas camuflados tomando el poder.
¡Pobre América!, Apenas empezaba a ver la salida y ya los vientos neocomunistas amenazan con una tormenta de larga duración. ¿Qué le pasa a América Latina que vuelve a apostar por el comunismo? ¿Nunca aprendió que el mercado libre es el mejor sistema para lograr la máxima prosperidad posible?
Actualmente no queda en pie ni un solo país en América Latina que enarbole el neoliberalismo o el liberalismo hayekiano, es decir, que apueste al talento individual, a la propiedad privada, a los mercados libres, a la economía de mercado.
América se pinta de rojo, incluyendo a los Estados Unidos con sus restricciones comerciales, barreras fitosanitarias, aranceles, cierre de fronteras y abandono de las ideas liberales que le dieron grandeza. Sus universidades se han transformado en centros de adoración del pensamiento neomarxista que los hace incapaces de ver la amenaza que envuelve al mundo.
Los nuevos líderes del neocomunismo ya no se atreven a despojar abiertamente a los empresarios, nacionalizando sus negocios; ahora sólo los amenazan con castigar a las empresas que no tratan bien a los burócratas del comandante Fidel.
Quizás no vayan a imponer el terror de Estado para obligar a la obediencia total, quizás no impondrán una tarjeta de racionamiento, pero van a empezar por estorbar todo lo que huela a mercados libres; perseguirán a los que no pagan impuestos; impondrán tasas impositivas a quien sea más productivo; propondrán legislar hasta la forma en que debe respirar cada persona; impondrán mayores obstáculos para fundar negocios; reglamentarán más la inversión extranjera; aumentarán el número de burócratas de aparato estatal, repartirán becas a los ancianos, discapacitados, estudiantes, madres solteras, deportistas y homosexuales; darán más recursos a las escuelas burocráticas del gobierno; aumentarán los presupuestos a las instituciones burocráticas de salud; protegerán a los gángsteres del sindicalismo, etc.
Por supuesto, estos neocomunistas nunca hablarán de reformas estructurales, es decir, en su vocablo está borrada la palabra privatización, libre competencia, mercados abiertos, apertura de fronteras, dolarización o libre circulación de monedas, libertad para emprender negocios, ganancias, etc.,
porque estos conceptos salen de la esfera del neocomunismo. Sólo cabe esperar que esta marejada roja sirva de muestra para aprender que dejar nuestra suerte en las manos de los neocomunistas es como entregar nuestra alma al diablo.
Santos Mercado ,Asuntos Capitales.com
viernes, 8 de septiembre de 2006
América se pinta de rojo
¡Pobre América!, Apenas empezaba a ver la salida y
ya los vientos neocomunistas amenazan
con una tormenta de larga duración.
¿Qué le pasa a América Latina que vuelve a apostar por el comunismo?
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