Los partidos políticos juraron obedecer la Constitución.
Y si no lo hacen, nada tienen que hacer en el sistema legal.
Y tendrían que renunciar los gobernadores perredistas.
De dialéctica de Marx a trampas saduceas
1.- Al final de cuentas, las tentaciones revolucionarias del PRD no son tan radicales: utiliza en su beneficio el fuero constitucional de las instituciones que López Obrador mandó al diablo, pero para proteger sus acciones ilegales contra las mismas instituciones.
2.- Al PRD de López Obrador le ganó la vena de la protesta violencia contra las instituciones. Toda la agenda que han definido como bandera de lucha revolucionaria es posible dentro de las instituciones. Y peor aún, aún con su minoría pueden alcanzarse porque son temas que preocupan a todas las fracciones parlamentarias. ¿Para qué, entonces, la violencia? Porque es la naturaleza perredista.
3.- El PRD ya decidió anular la vía institucional del cambio político. Tenía espacio para proponer y aprobar una reforma inmediata para que el presidente de la república sólo entregara su informe por escrito sin ocupar la tribuna. Y hubiera ganado con esa reforma en la que estaban de acuerdo todas las fracciones. Pero no. Se trataba de mostrar el poder de la violencia. De ocupar la tribuna para demostrar que una minoría puede imponerse a la mayoría. Y de arrodillar al Estado.
4.- El PRD tendrá que llegar a su definición fundamental: partido político reconocido y protegido por las leyes dentro del sistema legal e institucional o grupo de presión y de choque el margen de las leyes. El primero de septiembre el PRD no violó la Constitución sino el reglamento interno que consideraba un discurso del presidente Fox. O sea, que el perredismo lopezobradorista jugó en la orilla del precipicio.
5.- Sin embargo, el primero de diciembre es otra cosa. La Constitución, artículo 87, señala que el presidente de la república, que lo es desde el primer minuto del día, tiene que prestar protesta ante el Congreso. Si el PRD lo impide, entonces sí violará la Constitución. Y no habrá de otra: le quitarán el registro y echarán fuera a la bancada del PRD por haber violado la soberanía del Estado y roto el orden constitucional. Los partidos políticos juraron obedecer la Constitución. Y si no lo hacen, nada tienen que hacer en el sistema legal. Y tendrían que renunciar los gobernadores perredistas.
6.- El PRD ha jugado con las instituciones. El primero de septiembre impidió que el presidente de la república rindiera verbalmente un informe de su administración, pero ese día por la noche esos mismos perredistas --los vándalos Carlos Navarrete y Javier González Garza-- convivieron pacíficamente en una mesa redonda en Televisa. ¿No hubiera sido bueno que los legisladores de los otros partidos hubieran ocupado sus lugares para impedirles hablar? Pero nadie usó la violencia, como ellos sí lo hicieron, para impedirles hablar. El PRD quedó, pues, en ridículo.
2.- Al PRD de López Obrador le ganó la vena de la protesta violencia contra las instituciones. Toda la agenda que han definido como bandera de lucha revolucionaria es posible dentro de las instituciones. Y peor aún, aún con su minoría pueden alcanzarse porque son temas que preocupan a todas las fracciones parlamentarias. ¿Para qué, entonces, la violencia? Porque es la naturaleza perredista.
3.- El PRD ya decidió anular la vía institucional del cambio político. Tenía espacio para proponer y aprobar una reforma inmediata para que el presidente de la república sólo entregara su informe por escrito sin ocupar la tribuna. Y hubiera ganado con esa reforma en la que estaban de acuerdo todas las fracciones. Pero no. Se trataba de mostrar el poder de la violencia. De ocupar la tribuna para demostrar que una minoría puede imponerse a la mayoría. Y de arrodillar al Estado.
4.- El PRD tendrá que llegar a su definición fundamental: partido político reconocido y protegido por las leyes dentro del sistema legal e institucional o grupo de presión y de choque el margen de las leyes. El primero de septiembre el PRD no violó la Constitución sino el reglamento interno que consideraba un discurso del presidente Fox. O sea, que el perredismo lopezobradorista jugó en la orilla del precipicio.
5.- Sin embargo, el primero de diciembre es otra cosa. La Constitución, artículo 87, señala que el presidente de la república, que lo es desde el primer minuto del día, tiene que prestar protesta ante el Congreso. Si el PRD lo impide, entonces sí violará la Constitución. Y no habrá de otra: le quitarán el registro y echarán fuera a la bancada del PRD por haber violado la soberanía del Estado y roto el orden constitucional. Los partidos políticos juraron obedecer la Constitución. Y si no lo hacen, nada tienen que hacer en el sistema legal. Y tendrían que renunciar los gobernadores perredistas.
6.- El PRD ha jugado con las instituciones. El primero de septiembre impidió que el presidente de la república rindiera verbalmente un informe de su administración, pero ese día por la noche esos mismos perredistas --los vándalos Carlos Navarrete y Javier González Garza-- convivieron pacíficamente en una mesa redonda en Televisa. ¿No hubiera sido bueno que los legisladores de los otros partidos hubieran ocupado sus lugares para impedirles hablar? Pero nadie usó la violencia, como ellos sí lo hicieron, para impedirles hablar. El PRD quedó, pues, en ridículo.
7.- López Obrador está hundiendo al PRD en el pantano de los caprichos. El problema del candidato perredista perdedor es que carece de un programa alternativo, que su oferta es la misma de Salinas, Zedillo y Fox y que la lucha de López Obrador es una batalla vulgar por el poder. Y está corroído por la pasión de la venganza de quien fue derrotado por Fox y Felipe Calderón. El revanchismo, pues.
8.- El PRD no ha entendido --las pasiones lo tienen cegado-- la dimensión del conflicto. López Obrador ya definió su programa de gobierno. Y, con la pena, todos esos puntos pasan por el Congreso o por el Ejecutivo y sus mayorías y no por los campamentos del corredor Zócalo-Madero-Juárez-Reforma. Por tanto, la lucha de López Obrador se asemeja a un golpe de Estado: desde la minoría, expulsar a la mayoría y tomar el poder por asalto.
9.- Como la política se mueve en las percepciones, López Obrador y el PRD fortalecieron al sistema político, le dieron la razón al sistema presidencialista y apuntalaron a Fox. Ni modo, pero así es la política. Y lo peor, es que la lucha violenta del PRD le dio una ayudadota al sistema presidencial porque exhibió a un legislativo al garete, marcado por la violencia, con una minoría caprichuda, sin autogobierno y sin respeto a las leyes. Mientras no exista una alternativa de madurez, el sistema presidencial debe prevalecer.
10.- El PRD tiene que decidir el camino de su lucha: si es por las instituciones, entonces debe de doblegarse ante la ley; si es por la vía revolucionaria, entonces debe abandonar su registro, salirse del Congreso y sumirse en las trincheras de la calle. Por lo pronto, López Obrador ya decidió. En su discurso del viernes primero de septiembre sentó la tesis ideológica y política que ya dio la vuelta al mundo: “¡al diablo las instituciones!” En consecuencia, López Obrador se asumió como un renegado de la democracia.
11.- Lo malo es que el perredismo pareció haber pasado de la dialéctica marxista --sin duda una de las aportaciones filosóficas y científicas que marcaron al mundo del pensamiento-- a las trampas saduceas. Estas trampas son una especie de razonamientos capciosos que buscan enredar al adversario: si contestan en uno u otro sentido, malo. Viene del grupo saduceo que encaró a Jesucristo con la pregunta de que en la reencarnación, con quién se quedaría una viuda que se había casado siete veces. López Obrador no razona, no hace política, carece de pensamiento político; todo es trampa saducea.
12.- La lección ahí quedó: una minoría violenta rompió el orden legal en el Congreso y dejó ver sus perfiles golpistas. Pero el sistema y las instituciones resistieron. Nada pasó. La vida política sigue su curso. Y López Obrador mostró que no es un estadista ni político sino un troglodita ya tipificado desde Tocqueville porque fue una tribu egipcia que vivía en cuevas, sin reglas, con la ley del más fuerte, no usaba lenguaje ni voz sino chillidos.
Por Carlos Ramírez
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