martes, 26 de septiembre de 2006

Carlos Slim estipula alianza con Ebrard Y Héctor Slim, el hombre fuerte en GDF

El peligro que padece el DF
no es la inseguridad sino los talibanes del PRD


El regaño del empresario Carlos Slim al PRD en el Distrito Federal le llegó fuerte a Andrés Manuel López Obrador, pero el destinatario final fue nada menos que Marcelo Ebrard, jefe electo de gobierno en el DF.
Y el segundo pensamiento de esa declaración fue en el sentido de decirle a Ebrard que no se saliera de la legalidad y que tampoco gobernara con los talibanes perredistas.


La pieza clave en estas formas extrañas de manifestarse la política mexicana no es Carlos Slim, sino su sobrino Héctor Slim. Amigo entrañable y sin duda el más influyente en el ánimo de Ebrard, Héctor Slim fue también uno de los patrocinadores de infraestructura del plantón pero sólo por Marcelo. Héctor Slim aportó a Ebrard algo así como dos mil celulares para toda la operación y varias casas de campaña.

En el fondo existe un replanteamiento de la relación de los Slim con las autoridades del gobierno del DF. A pesar de algunos ataques en el pasado, Carlos Slim le entró con López Obrador al proyecto del Centro Histórico para su remodelación y de paso hacer algunos negocios. Sin embargo, el plantón resultó costoso en términos económicos.

De ahí el mensaje político de Carlos Slim a Marcelo Ebrard en la semana: militantes de un partido en el poder no pueden tomar por asalto las calles de la ciudad que gobiernan. Con ello, Slim decidió romper relaciones con López Obrador, también destinatario de la crítica. A lo largo del gobierno del tabasqueño en el DF, Slim hizo lo posible para mantener a López Obrador dentro de la legalidad. Sin embargo, el plantón regresó a López Obrador a la agitación social y con ello dio por cancelada su etapa de político de la oposición leal.

El peligro que padece el DF no es la inseguridad sino los talibanes del PRD. Y ahí Ebrard ya demostró que no representa la izquierda moderna sino el radicalismo troglodita del perredismo: René Bejarano, Dolores Padierna, Martí Batres, el Tibiri-Tábara y El Grandote, este último calificado por Le Monde como el “Rey de las Calles” porque su tarea se reduce a la movilización de masas para invadir calles y provocar violencia.

Ebrard no ha podido deslindarse de estas relaciones y corre el peligro de quedar como simple intendente del verdadero jefe máximo perredista en el DF, López Obrador.
Posiciones clave del gabinete de Ebrard ya fueron exigidas y obtenidas por López Obrador, sobre todo la Secretaría de Obras porque de ahí va a salir el dinero de constructoras para el financiamiento para la “presidencia legítima” de López Obrador.

El mensaje de Carlos Slim fue directo contra López Obrador e indirecto para Marcelo Ebrard.
El tabasqueño resintió el golpe pero demostró que le tiene temor al empresario más rico de América Latina. Por eso en Tabasco prefirió mandar algunos puyazos tangenciales y atacar al socio y principal operador de Slim, Ignacio Cobo, asentado en el estado que quiere pasar a ser propiedad política de López Obrador.

Ebrard, por tanto, tendrá que decidir entre las legiones talibanes del PRD del lopezobradorista Batres --conocido como Osama bin Batres-- o las posibilidades de modernización vía Héctor Slim. Por lo pronto, López Obrador también mando su mensaje: ordenó a Batres la toma de Televisa y la ofensiva contra Emilio Azcárraga para enturbiarle las relaciones capitalinas a Ebrard.

Poco a poco las relaciones de poder de López Obrador con la estructura institucional del país han comenzado a ser rotas, pero atropellando la posibilidad de Ebrard de realizar sus propias alianzas. En el país existe una especie de sociedad secreta de hombres poderosos que le dieron espacio a López Obrador para su carrera presidencial e influyeron en Fox para la decisión de detener el proceso de desafuero.
Este grupo está formado, entre otros, por Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego, el cardenal Norberto Rivera Carrera, Carlos Slim, Elba Esther Gordillo y prominentes empresarios, entre otros, y por ahí anduvo Carmen Lira, directora de La Jornada. Poco a poco, López Obrador ha lanzado al PRD contra estas personas.

Lo que se define en la ciudad de México es la estructuración del poder. Ebrard llegó a la candidatura por la alianza de Manuel Camacho con López Obrador, aunque ambos grupos representen enfoques políticos y de poder radicalmente diferentes. Y si bien Ebrard pudo arrasar en las elecciones por el fraude de una elección de Estado organizado por el gobierno del DF, de todos modos sus estilos políticos no coinciden con los del perredismo radical lopezobradorista. En el plantón, por ejemplo, López Obrador regresó a su perfil social de militante radical y durmió en casas de campaña y Ebrard promocionó su sofisticada boda en la revista Caras.

Y lo que va a saberse pronto es quién va a gobernar la ciudad de México: o Ebrard y su posibilidad de cambiar los estilos de la política para sacar al DF del colapso urbano en que lo metió López Obrador o el López Obrador como el hombre fuerte y el jefe máximo al estilo Plutarco Elías Calles y agitando en las calles.
La definición no será sólo al interior del PRD sino en función de la ciudad: un gobierno para administrar la ciudad o un gobierno para favorecer al PRD.
Pero Ebrard llega sólo y atado a los compromisos con René Bejarano, sin duda el aún operador político de López Obrador en el DF y en el GDF.

Ebrard se juega en el GDF el 2012: candidato por sí mismo o candidato de López Obrador.
Y el mensaje político de Carlos Slim y la relación personal con Héctor Slim también van a llevar a Ebrard a su gran definición fundamental: un gobernante institucional o el jefe de los talibanes perredistas. Y su prueba de fuego ya llegó: aceptar la institucionalidad que representa Felipe Calderón o convertir al DF en la Ciudad AMLO como municipio rebelde autónomo lopezobradorista.
Y la crítica de Carlos Slim abrió fuego: o un DF moderno o la Ciudad Plantón. Ebrard tiene la palabra.
Por Carlos Ramirez

cramirez@lacrisis.com.mx

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